Caída libre es una de esas novelas de corte policíaco y criminal que se publican de refilón, en edición de bolsillo, sin grandes campañas de marketing que las avalen y las conviertan en “el thriller del año” (incluso estando a principios de año, como a veces sucede… Cosas de la mercadotecnia). Esto tiene su lado bueno, y es que se leen por genuina curiosidad, no por haber sido inducidos por la publicidad y las comparaciones con los fenómenos editoriales de otros años; y, al ser así, normalmente se han elegido por iniciativa propia, sin que nadie nos haya convencido de ello. Pero la ventaja más importante que ofrece esta discreción a la hora de aterrizar en las estanterías reales o virtuales de las librerías es que no existe ninguna expectativa hipertrofiada que nos haga esperar encontrarnos con el libro de nuestra vida.
(Bueno, en las recomendaciones que, siguiendo un estilo importado de EEUU, se suelen incluir ahora en las primeras páginas del libro, sí que se hace referencia a una comparación que al parecer hizo Booklist entre Caída libre y las consabidas Perdida y La chica del tren, pero no creemos que la opinión de Booklist haya llegado a muchos lectores de fuera de aquel país.)
Antes de seguir, una recomendación: absténganse de leer el resumen de la contraportada, en la que se desvela información que el lector no encontrará en la novela hasta bien avanzada la narración.
Caída libre participa de la nueva moda de novela híbrida e intergenérica. Esta, en concreto, puede inscribirse por igual en el género criminal y en el romántico con chispazos de erotismo light (o no light, según se mire, pero les aseguramos que no van a encontrarse con escenas que hagan enrojecer a ningún lector de novela contemporánea), bastante normalizado este último gracias a sagas narrativas bastante conocidas, aunque sea de oídas. La protagonista es Ellie, una hermosa rubia metida en graves aprietos, por decirlo suavemente, y el primer capítulo nos desvelará la magnitud de su problema (un primer capítulo muy bien escrito, con la información muy bien medida y suministrada y pequeñas dosis de humor negro). A partir de aquí, la narración alterna entre dos tiempos, el presente y diversos momentos del pasado, que no necesariamente se nos presentan en orden cronológico, aunque no resulta nada difícil situar cada escena en su lugar de la secuencia temporal.
A medida que vamos leyendo Caída libre, iremos conociendo la historia de Ellie y de su marido, Rob; del pasado de cada uno, sus relaciones con sus padres y otras personas cercanas o que tuvieron un papel decisivo en sus vidas; de cómo se conocieron y se enamoraron. También iremos sabiendo más sobre el origen de sus problemas y de cómo se vieron metidos en su indeseable situación actual, en la que interviene de lleno el elemento criminal. Su devenir nos llevará a un enclave paradisíaco, la isla de Santa Lucía, donde una serie de crímenes amenazan con desatar un infierno.
Caída libre nos presenta, además, una subtrama, también policíaca, en forma de caso a cargo del policía isleño Lucien Broussard, personaje especialmente entrañable y bien dibujado por la autora, quien lo dota de una encomiable humanidad y de gran persistencia en su trabajo detectivesco, en ocasiones especialmente duro.
Nos encontramos ante una novela que se delata como primera de su autora, Nina Sadowsky, quien no carece, sin embargo, de experiencia como escritora, más concretamente como guionista. Desconozco el producto de esta última faceta de ella; como escritora de novelas, hay que decir que consigue un relato de lectura fácil y amena, bastante ortodoxamente ajustada a los cánones de los géneros en los que participa. Al no ser yo aficionada a la novela romántica, no tengo suficientes elementos de juicio para esta parte de su narración, pero sí debo decir que la relación entre Rob y Ellie me parece, cuando menos, tan creíble como otra cualesquiera de la narrativa contemporánea del subgénero best seller; ahora bien, muchas de las escenas son simplemente adorno o, dicho más crudamente, relleno; al corresponderse exactamente con varios de los capítulos dedicados a flashbacks, estos capítulos son directamente prescindibles y pueden leerse, si se quiere, como subtrama romántico-erótica, aunque no aporten nada a la trama principal.
Decíamos que esta primera novela se manifiesta claramente como tal por cierta inocencia de la autora al escribirla, al hilvanar las distintas secuencias de la trama y al elegir para aquéllas algunas formas de resolución que pueden parecer algo abruptas, e inesperadas, no porque la autora las hubiera concebido así por exigencias de la trama, sino por ausencia de otros recursos que habrían proporcionado un efecto más medido, más pausado. Sorprende y desconcierta la multitud de cabos sueltos que quedan al final de la lectura –nos quedamos con la sensación de que había mucho potencial en determinados personajes secundarios y en su relación con Rob o con Ellie, apenas insinuada o bien despachada con un par de párrafos y que contenían el germen desaprovechado de una historia menos policíaca, pero sin duda más cercana, más pausada, con mayor misterio humano, en ocasiones freudiano, si se quiere. Ojalá Nina Sadowsky opte en futuras novelas por explotar más esa veta de intriga psicológica, pues cualidades ya apunta en esta novela.
Entre los rasgos más originales y más atractivos de Caída libre se encuentran la presencia de personajes semiprotagonistas de raza negra, siendo éstos los motores y solucionadores de la acción o bien las víctimas inocentes a quienes hay que hacer justicia, en lugar de ser meros figurantes sin arte ni parte real en la trama, o bien los consabidos villanos, algo a lo que nos tienen acostumbrados ciertos productos de cine y televisión; e incluso, por otro lado, lo que lamentábamos en párrafos anteriores como punto flaco puede verse también como rasgo original, a saber, la imprevisibilidad total en cuanto a qué personajes van a salir bien parados y cuáles van a perecer bajo la pluma de la autora, siendo así que personajes a los que Sadowsky se preocupa por dotar de cierta personalidad son fríamente despachados al cabo de unas páginas más, de forma más bien sorprendente, al menos para esta lectora.
Caída libre es una novela que, amparándose en la coartada de producto de género, revela una encomiable aspiración a superarlo y a proporcionar al lector una excusa para reflexionar sobre la búsqueda de referencias y asideros familiares y sentimentales que mueve a cada persona, por endurecida y zarandeada que haya sido por la vida y por frío que parezca su corazón. Se queda a medias de su objetivo, pero eso sí, ofrece una narración de pocas complicaciones, alguna que otra agradable osadía, y muestras de un potencial creativo que hace augurar buenas futuras novelas.
Estas novelas son las que acaban realmente valoradas como se merecen y con el boca a boca, que es lo que vale. Es la segunda vez hoy que leo sobre ella, así que como fan fan fan del género, lo anoto y lo busco.
un beso.