Calle La Boétie 21, de Anne Sinclair
La investigación sobre un hecho real puede empezarse por los motivos más insospechados. Una fotografía, una confesión en un momento inoportuno, una carta que llega desde un pasado lejano… en definitiva, un sin fin de motivos podría llevarnos a cualquiera de nosotros a llevar a cabo la labor de querer saber más sobre algún suceso. Si algo me hace encontrarme hoy aquí es precisamente eso, la reflexión sobre qué es aquello que nos mueve a querer recorrer caminos inciertos para encontrar las respuestas a aquellas vidas que nos precedieron y que, por azares del destino, ya no están con nosotros y no pueden hablarnos para contárnoslo todo. Calle La Boétie 21 resalta en este entramado de documentos y fotografías por una cuestión: hacer evidente cómo era la vida de aquellos que, inspirados por el arte, se enfrentaron a una época en la que éste era menospreciado, era vendido al peor de los postores, y una época en la que la guerra convirtió a las personas en alimañas. Tratándose de este perfil, este libro me interesaba ya desde el primer momento de leer su argumento, sin saber si lo que me iba a encontrar dentro iba a ser ilegible, iba a corromper mi visión del arte, pero se dice que los lectores somos personas osadas, que se introducen en las materias sin miedo alguno, intentando desvelar, por ellos mismos, los entresijos de la Historia. Al fin y al cabo, nosotros, como lectores, también somos investigadores, sólo que a nuestra manera.
Cuando Anne Sinclair comienza este libro hablando de que su objetivo es reconciliarse con su abuelo, una persona a la que ella no le había prestado demasiada atención en lo que llevaba de vida, sabemos que estamos ante un diario personal más que un libro de ensayo al uso. Y sí, por las páginas de Calle La Boétie 21 se sucederán artistas de la talla de Picasso, de Monet, de Cezanne, que conseguirá que para muchos de nosotros, los mitos como este tipo de artistas se conviertan en personas de carne y hueso. Pero este libro es mucho más, porque se trata de una búsqueda de la identidad a través de la figura de un abuelo al que, en la época de la ocupación nazi, le despojaron de aquello que él creía vital, el arte, para después luchar por recuperarlo con todas sus fuerzas. Y digo búsqueda de identidad porque, haciendo alusión al primer párrafo de esta reseña, la autora nos invita a entrar en su mundo a través de la anécdota de el mal trato que recibió por el Estado francés cuando tuvo que realizar un papeleo sobre su nacionalidad. Son esas pequeñas cosas las que marcan, las que te hacen preguntarte quién eres, quién decide de dónde eres, y te hace replantearte qué hay en esa saga familiar que corre por las venas de todo tu cuerpo. No se trata de vivir para el arte, sino que el arte viva en ti.
Pero si tuviera que hacer frente a un interrogatorio y alguien me pidiera explicaciones sobre lo que más me ha llamado la atención de Calle La Boétie 21 sin duda alguna sería la capacidad de la autora por rebuscar, por emocionarse y vivir con intensidad esa búsqueda sobre la figura de su abuelo en una época donde el expolio se convirtió en costumbre y donde el arte degeneró en robo, en ideología y no en comunión como lo debiera hacer siempre. Se trata de un recorrido por una Historia que pasa desapercibida y que te hace conocer una dimensión del arte desconocida hasta esos momentos. ¿Quiénes eran aquellos artistas que vivieron hace años? ¿Qué preocupaciones, qué amistades, qué vivieron hasta convertirse en lo que son ahora? ¿Qué viajes en la vida tiene que padecer una persona hasta encontrar su camino y convertirse en lo que es hoy, aunque sea sólo un pequeño recuerdo? Si alguno de nosotros investigara sobre la vida de aquellos que le precedieron, podría encontrar en ese viaje partes de sí mismo que desconocía, fragmentos de una vida que le unen a la suya propia, como le sucede a Anne Sinclair, en una suerte de eslabón de la cadena que se estira a lo largo del tiempo y vuelve a cerrarse con fuerzas renovadas. ¿Qué es el arte? ¿Son sólo cuadros o es una forma de vida? ¿Qué es ser marchante de arte en una época en la que el arte era poco menos que considerado peligroso? Hay ciertos errores que, en la vida, vuelven a cometerse, pero uno espera siempre que aquellas equivocaciones que se cometieron en el nombre de una de las maravillas del mundo no vuelva a repetirse. Y mientras eso sucede o no, nos quedan testimonios como Calle La Boétie 21 para entregarnos de lleno a su lectura y que afloren de dentro las imágenes de una época que no vivimos, pero que permanece en el recuerdo, en papeles, en historias, que nunca tendrían que dejar de ser contadas.