¿Qué haríais si llamase a vuestra puerta un libro que viaja por diferentes novelas y bebe de cuentos de hadas centroeuropeos? Yo lo dejaría entrar para que me relatara su historia. Eso es lo que me pasó cuando ese libro me cantó al oído su Canción de invierno, de S. Jae-Jones. Un cuento oscuro rebosante de magia, secretos, engaños y música, mucha música.
La verdad es que esta novela me ha enganchado. Por un lado deseaba devorar cada una de las páginas para llegar al final de la historia cuanto antes; pero, por otro lado no quería que acabase. Porque, ¿quién puede resistirse a un comienzo en plan Dentro del laberinto, que continúa con toques de La Bella y la Bestia, se enreda en una mezcla de Caraval y Crepúsculo, para explotar como Cincuenta sombras de Grey, pero con duendes? Atreveos a saltar dentro de esta madriguera y os daré más detalles.
Liesl es una joven compositora que vive en la sombra. Su hermano pequeño, Josef, es un niño prodigio de la música clásica; y su hermana, Käthe, toda una belleza. Como veis, a nuestra protagonista le ha tocado quedarse rezagada porque con semejantes competidores no destaca. Y entonces llega la última noche de otoño, y con ella el antiguo año muere. Es en ese momento cuando la línea que separa los dos mundos, el de los humanos y el de las criaturas, desaparece. Se dice que esa noche el Rey de los Goblins sale en busca de su futura esposa, pero Liesl ya no cree en esos cuentos. No cree hasta que su hermana desaparece y Liesl debe llevar a cabo un viaje hacia lo desconocido para traer de vuelta a Käthe.
Reconozco que Liesl me resultó un poco aburrida y repetitiva al principio, pero cuando se introdujo en ese otro universo, pude empezar a comprenderla mejor y llegué a empatizar con ella. Seguramente todos conocemos a alguien que no destaca porque otros se llevan todas las atenciones. Que sí, que es difícil poder destacar, pero no imposible. Por eso creo que a veces necesitamos sumergirnos en lo impensable para permitir que aflore todo nuestro talento. A veces necesitamos perdernos en un laberinto para poder sacar todo el valor que hay en nosotros y encontrar la salida. A veces, pero solo a veces, es ese hermano que pasa desapercibido el que logra salvar al resto. Y todo esto es lo que Liesl experimenta dentro de ese mundo mágico de puertas a ninguna parte.
Pero si hablamos de personajes, tengo que centrarme en él. El personaje que se metió en mi cabeza para que no pudiera pensar en otra cosa. El Rey de los Duendes. Un ser oscuro y siniestro que me recordaba en ocasiones a Christian Grey. Sin embargo, poco a poco me di cuenta de que no era tan monstruoso como aparentaba en un principio, siendo más bien la víctima de una maldición: el rey sirve a la corona y no la corona al rey. Eso me sorprendió gratamente, porque es algo que hace más humana a esta criatura. Es un detalle que cambió mi forma de percibir a alguien tan temible y traicionero.
Hace tiempo pude contemplar una pintura titulada Proserpina, de Dante Gabriel Rossetti. En ella se ve a Proserpina con una granada en la mano. ¿Por qué os cuento esto? Simplemente porque leyendo Canción de invierno me vino a la mente este cuadro. A mi parecer, ese mito romano influye en esta obra, pero a la inversa. Aquí, mientras Liesl permanezca en el Mundo Subterráneo, el mundo exterior florecerá y la primavera cubrirá la vida. Además, existe esa misma relación con la fruta. Una relación dulce, sensual y prohibida por la que empieza todo. Solo que aquí no hay granadas, sino melocotones maduros y jugosos que se vuelven putrefactos cuando el ojo va más allá de la magia.
No puedo terminar mi reseña sin decir que las descripciones en esta novela son realmente excepcionales. He sido capaz de imaginar en cada instante todos y cada uno de los detalles del Mundo Subterráneo y de sus habitantes. De esta forma, la autora nos atrapa en esa otra realidad repleta de dobles sentidos, malicia y espejismos. S. Jae-Jones sabe cómo mantener al lector atento con su forma de escribir: exquisita, delicada y elegante. Y por supuesto, algo que resalta en esta obra es la presencia de la música, casi como un personaje más. Gracias a ella los dos protagonistas encuentran su conexión. Y no me sorprende, porque la música, ya sea en nuestro mundo o en otros, revive corazones y une almas.
Canción de invierno, de S. Jae-Jones, es un cuento mágico, macabro y melódico. Es añoranza por los que se han quedado atrás, rabia por un destino inesperado, la muerte ante la vida. Es una rosa blanca enjaulada en una cárcel de cristal cubriéndose por un inevitable frío y eterno invierno, entregándose impoluta al Rey de los Duendes y al Mundo Subterráneo. Su final os dejará con la miel en los labios anhelando la segunda parte. Así que, esperad esa continuación con los ojos bien abiertos y los oídos preparados para la música de los protagonistas.