Carbono modificado, de Richard Morgan

Carbono-modificadoPublicada en nuestro país hace más de diez años con el título de Carbono alterado la editorial Gigamesh recupera esta novela de ciencia ficción cyberpunk noir con una nueva traducción, mucho más adecuada y gratificante que la que teníamos disponible. Así que desde aquí, vaya por delante mi felicitación a Juanma Barranquero, traductor de la presente edición. Este es un gran punto de partida para una novela que ya ganó en su día el premio Philip K. Dick. ¿Acaso hay mejor carta de presentación?

Carbono modificado es una especie de cruce entre cyberpunk y novela negra explícita. Estamos ante un futuro relativamente cercano, la humanidad ha conseguido realizar el viaje a otros planetas y, lo que es más importante, unos avances en genética e informática que permiten que nuestra conciencia sea almacenada en una especie de hard-disc y descargada en cualquier cuerpo o “funda”.

Una idea, por cierto, inaugurada en los 70 y que aquí en España ha desarrollado a la perfección Cotrina. En cualquier caso, Morgan, aunque sea esta la novela con la que debutó, consigue crear todo un universo realista y complejo alrededor de una premisa fundamental: los criminales son “almacenados” mientras dura su condena, sus cuerpos pueden ser alquilados o comprados, y los más ricos se convierten en casi inmortales al poder comprar fundas de manera indefinida.

Es por tanto Carbono Modificado una distopía en la que Takeshi Kovacs, un convicto que antes había trabajado para una agencia de élite del gobierno, es sacado de su almacenaje y enfundado en otro cuerpo por un ciudadano extremadamente rico que le necesita como detective privado. El crimen a investigar es el del asesinato del propio ciudadano, que al realizar copias de seguridad de sí mismo cada 24 horas, se convierte en alguien ciertamente difícil de eliminar.
A partir de ese momento nos introducimos en una narración de vértigo en la que Kovacs debe descubrir quién es el asesino y que nos enseña una realidad futura tan corrupta, tan violenta y tan indeseable que se parece bastante a nuestro presente.

Morgan, perfilando ya el que será su estilo para novelas posteriores, hace gala aquí de un ritmo frenético, lleno de crudeza, de sangre y torturas —recordemos que en este mundo para matar al alguien hay que destruir su pila cortical—, de sudorosos escarceos amorosos, de inmersión en lo peor de la sociedad —da igual entre los ricos que entre los desesperados—…, pero sabe incluir los suficientes momentos de calma como para permitir al lector recuperar el aliento y sumergirse de nuevo en la acción. Equilibra la crudeza, la violencia, el sexo, las explosiones y enfrentamientos con el suspense y las revelaciones necesarias para hacer adictiva la trama.

No adolece Morgan de vacuidad en su planteamiento. Referencias filosóficas sobre lo que representa vivir una vida tan longeva y unas claras alusiones a puntos polémicos con el Cristianismo activan la parte densa de la lectura. Con una prosa llena de sequedad cuando se refiere a ello, el cristianismo aparece en la novela como una secta que se niega a resucitar en una nueva funda si tu cuerpo muere. Este tratamiento tan heterodoxo de un concepto religioso como lo es la resurrección de la carne es parte protagonista del planteamiento de la novela pudiendo ofender al lector más conservador. No obstante, intuyo que el autor no sólo no huye del conflicto sino que de alguna manera, lo busca. ¿Cuáles serían las consecuencias teológicas de poder retener el alma dentro de un contenedor?

Pero no nos equivoquemos. Esto no es un libro de filosofía. Es un libro adulto en todos los sentidos: Hay escenas de torturas suficientemente sangrientas como para no dejar impasible al lector medio y el tema sexo que si bien no es, ni mucho menos, predominante es bastante explícito en su narración. Esto hace que “Carbono Modificado” no sea un libro para adolescentes, ni siquiera para lectores sensibles. Como buen cóctel para adultos, el tema de las drogas no se queda fuera aunque desde un punto de vista más recreativo.

El libro está escrito a un ritmo quasi-cinematográfico que lo convierte en un thriller absorbente. Morgan dispersa con de manera constante pistas y elementos dramáticos, consiguiendo reunirlos todos para brindarnos un final espectacular con el que alimentar las ganas de hacernos con la segunda entrega de la trilogía, la cual confiamos que Gigamesh nos ofrezca pronto.

Richard Morgan ha vivido en España y habla nuestro idioma. En 2016 participó en el festival Celsius 232 de Avilés y en la divertida charla que ofreció allí, habló sobre la creación de Kovacs: “cuando era profesor de inglés me di cuenta de que en la vida real no puedes pegar un tiro a los gilipollas“, fue básicamente su explicación. No sé a vosotros, pero a mí con eso me vale, porque seamos sinceros: ¿quién no ha tenido ganas de pegarle un tiro a un gilipollas? De momento vamos a tener que conformarnos con ver la próxima adaptación de su justiciero ciberpunk a la pequeña pantalla, de la mano de Netflix. Que no os pille por sorpresa y leed a Morgan cuanto antes.

 

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