Katharina Winkler nació en Viena en 1979 y Cárdeno adorno es su primera novela. Una novela llena de dolor y poesía, repleta de verdad y empatía. Una novela necesaria porque es necesario mostrar el camino, poder explorar el pasado para encontrar esperanza en un futuro digno y libre.
Cuando inicio la lectura conozco a Filiz siendo aun niña, no sé en qué época estoy, al principio pensaba que sería inicios del Siglo XX. Erraba. Sí, ahora sé que estamos en alguna zona rural de Turquía de no hace tantos años.
Filiz es la séptima de unos doce hermanos.
“Nos cuidamos unos a otros. Nos alimentamos unos a otros y unos a otros nos pegamos en los costados. Madre nos cuida de padre, padre nos cuida de los lobos…”.
Cada palabra importa, no hay ninguna de más pero tampoco sobra ninguna de las que la autora utiliza para mostrar la realidad.
A pesar de decirnos que “Somos rebaño y pastores al mismo tiempo”, no, no es lo mismo dentro del estatus de “hermanos” ser niño que niña… Ni eres el mismo tipo de pastor, ni mucho menos tienes la misma posición dentro del rebaño.
Siempre hay quienes desean no formar parte del rebaño y cuando ven la posibilidad de escapar en busca de un mínimo sueño de felicidad fuera de él, se arrojan al futuro incierto, la verdad es que suelen ser la adolescencia y las hormonas los motores de esa rebeldía.
Así que Filiz, conoce a Yunus, que parece que puede ser su puerta de escape a la tiraría y los golpes familiares, sueña con ir con él a Alemania y con utilizar pantalones vaqueros y camisas… Y el lector quiere marchar con ella, volar.
Filiz sale del pueblo pero su vida será muy complicada, ya que el “cárdeno color” seguirá presente en su vida.
Ha dicho la autora que no hubiese sido capaz de escribir este libro, si el final no hubiese sido feliz.
Yo creo que esto es lo que debemos ofrecer a aquellas mujeres que llegan de otros lugares, con otras tradiciones, mujeres que no pueden discernir entre lo que es sumisión y sus verdaderos derechos para ser seres tan libres como ellos, ofrecer finales felices o por lo menos finales esperanzadores. Y es por eso que importa tener unos buenos servicios sociales, pero es imprescindible que tengan una visión de género, como la debe tener la sociedad en general.
La política de igualdad no puede mezclarse con otras cosas que nos hagan perder la perspectiva de lo mucho que nos jugamos todavía en este difícil camino. La sanidad y la educación deben ser también puntales para la igualdad y para la detección de problemas de malos tratos, desigualdades o desequilibrios entre las parejas y los hijos en cuestión de género.
Eso es lo que vemos en el libro, Filiz arriesga mucho, por ella y por sus tres hijos, pero arriesga porque hay alguien que no solo mira el mundo, sino que ve a las personas y se preocupa por ellas. Hay gente que en su día a día aplica la visión morada…
Nunca lo había pensado así, pero “Cárdeno adorno” me ha hecho pensar en si hablamos de visión morada por ser el resultado de los golpes recibidos por tantas y tantas mujeres… Como dice la autora, no podemos mirar a Filiz como a una víctima, ¿cuántas veces hemos debatido sobre esto?, quien arriesga y sale se convierte en la heroína de la historia. Así hay que ver a todas y cada una de las mujeres que dan ese paso, y ahí debemos estar el resto para facilitarles el camino.
Hace poco reflexionaba sobre el hecho de que muchas mujeres del primer mundo que han sobresalido o están sobresaliendo en el mundo de las ciencias, las artes, la política, la economía, son mujeres que no tienen hijos. No digo que esto pase de forma reflexiva, pero ahí están los datos de muchas mujeres a las que yo misma admiro por su obra. La renuncia a la maternidad no puede ser la solución, nos lo están demostrando las mujeres que vienen con tremendas cargas y son capaces de salir adelante siempre y cuando tengan las ayudas precisas por parte de quien corresponda. La corresponsabilidad en la crianza a niveles efectivos es un sueño aun, pero ahí debe estar el sistema, para llegar al nivel de prestación que cualquier mujer necesite para avanzar en su vida y en su carrera personal y profesional.
Como les decía Winkler reconoce que no podría haber escrito este libro si no hubiese tenido un final feliz. La entiendo. Tras años de maltrato, Filiz se divorció de Yunus y se quedó en Austria con sus tres niños. Él regresó a Turquía, y ella se convirtió en cocinera y más tarde en psiquiatra social. Y es que la autora nos está contando una historia real. Y poco importa que yo les cuente esto para lo que ustedes van a leer.
Pero yo no les contaría todo esto si no fuera porque lo importante de un libro debe ser siempre tener una buena historia y relatarla de forma conmovedora, a través de buena literatura, y yo diría que estamos ante una muy buena literaria, un libro capaz, no solo de no dejar indiferente al lector, eso que con tanta ligereza decimos en muchas ocasiones de libros que olvidamos pasadas unas cuantas lecturas, sino que es un libro que puede trasformar al lector haciéndolo más abierto, más acogedor, más amable, más comprensivo, pero sobre todo más justo con la realidad de cada cual.
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