Aparte de un frenesí y una ilusión, la vida puede definirse como una colección de momentos. La naturaleza humana, sobre todo cuando uno alcanza cierta edad, tiende a colgar en la pared, junto a la foto de la comunión del sobrino, los mejores de esos momentos, y enviar nuestros desengaños y vergüenzas al cuarto de los ratones de la memoria. Pero no todo el mundo tiene la misma naturaleza. Por cada Leoncio León que ruge risueño por el mundo hay un Tristón que gime y se lamenta de que su vida sea un patinazo seguido de un coscorrón seguido de una infidelidad seguido de la revelación de nuestra insignificancia… Y gracias a eso, gracias a esos pobres desgraciados que ven la vida como el conjunto de esos momentos que los demás preferimos olvidar, existe la literatura.
Daniel Clowes no es un autor alegre, como veíamos hace un tiempo con motivo de Como un guante de seda forjado en hierro, uno de los libros más deprimentes y espeluznantes que he leído jamás. En Caricatura, su última entrega, no llega a esos niveles de horror, sino que nos muestra algo aún peor y que a nuestro autor se le da muy bien: las miserias cotidianas de nuestra existencia.
Caricatura es una colección de nueve historias en las que conocemos a personajes como Mal Rosen, de profesión, sus retratos. Mal se gana la vida recorriendo el circuito de ferias de arte y vendiendo las caricaturas que hace de la gente. Es capaz de retratar en cuatro trazos una vida o una personalidad, pero nunca se ha adentrado en la suya propia. La entrada en escena de Theda, una adolescente esquiva y enigmática, ferviente admiradora suya, va a poner patas arriba el pequeño mundo de Mal, y le va a obligar a enfrentarse a su propio retrato. Esta extraordinaria historia que abre el libro marca perfectamente el tono de las que vienen a continuación.
Las historias de Caricatura atrapan un momento determinado en la vida de sus personajes. Ese momento puede abarcar cuatro días, como acabamos de ver, o todo un verano, como sucede con Rodger Young, protagonista de dos de las historias. En “Como un tallo de hierba, Joe”, Rodger se ve obligado a pasar las vacaciones con sus abuelos, en una cabaña junto a un lago, donde no hay nada que hacer para un chaval en esa odiosa edad en que ya no quieres jugar con coches pero aún no te afeitas. Por allí veranea también una chica con sus padres, a la que Rodger espía por la noche a través de la ventana y con la nariz pegada a su bikini tendido.
Otra de las grandes historias de este libro es “Inmortal, invisible”, donde acompañamos a David Carmichael en su halloweeniana ruta de truco o trato. David también está en esa edad en que la mente se desarrolla más rápido que el cuerpo, y sabe que esta es su última oportunidad de agarrarse a su infancia. Y es que el mundo de los adultos que descubre esa noche llamando de puerta en puerta le da a uno ganas de dejarse la careta puesta. Que por cierta es esa que veis en la portada.
Podría seguir ofreciéndoos bocaditos de muestra, pero es mejor que lo descubráis por vosotros mismos. Porque este libro nos trae de nuevo al mejor Clowes, al que nos muestra lo que somos, lo que queremos olvidar, lo que intentamos ocultar con nuestro instagram y nuestros canales de streaming: que la vida es una puta caricatura.
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