El enorme talento de músicos de la talla de Mozart, Beethoven, Haydn, Puccini y un largo etcétera, y todo cuanto nos han legado, parece obra de hombres que no pueden ser sino de otro mundo. Casi divinidades. Una suerte de mitos modernos que, desde finales del siglo XVIII y hasta el siglo XX, han dejado su huella en la historia universal de la música a través de unas composiciones geniales. Pero todas estas obras, en realidad, pertenecen a hombres profanos, hombres con miedos, alegrías, inseguridades, caprichos. Hombres terrenales que, tras las puertas de sus dormitorios, se desnudaron en cuerpo y alma hacia un sentimiento, este sí, divino: el amor.
Cartas de amor de músicos, editada por el musicólogo Kurt Pahlen, recoge entre sus páginas la correspondencia que mantuvieron estos músicos con sus amadas, muchas de ellas, inspiradoras de sus enormes creaciones musicales. Un elaboradísimo trabajo de documentación en la que el autor nos transporta a la época de cada uno de los músicos y nos abre esas puertas de sus dormitorios para encontrar al hombre temeroso, enamoradizo o lleno de celos que se esconde tras las notas de los pentagramas. En cada una de las cartas o fragmentos de diarios personales descubrimos la personalidad de cada uno de ellos y el tipo de relación que mantenían con su correspondiente amada. Así, en Mozart se aprecia la ingenuidad y la siempre buena actitud, aun en momentos de enfermedad, que demostraba hacia su querida Konstanze. Entre su correspondencia nunca faltaban palabras llenas de cariño infantil, reflejo de su amabilísima personalidad, con ingenuos juegos léxicos que entre ellos inventaban:
«Pesca por el aire… vuelan 2.999 besitos y medio míos que esperan ser cazados. […] y abrimos y cerramos los morros, cada vez más y más para acabar diciendo: es por Plumpi-Strumpi».
Frente a las críticas siempre escrutadas hacia la joven Konstanze por muchos historiadores, Kurt Pahlen defiende su persona por ser, en gran medida, la causante del buen estado de ánimo de Mozart y aquella que le propició crear sus grandes obras como Las bodas de Fígaro o Don Giovanni.
En este repaso epistolar por la historia de la música, el autor nos presenta la situación personal de cada músico y de este modo contextualiza tanto el tiempo que viven como la relación mantenida con la amada. Con una amena introducción para ponernos en situación, Kurt Pahlen nos da las claves de cada músico y nos hace conocer su biografía y la época que les tocó vivir. Nos menciona el modo en cómo llegaron a conocerse las felices parejas y nos acompaña, casi a hurtadillas, hacia los rincones íntimos donde el músico escribía bajo la luz de una lámpara. A través de sus escritos podemos apreciar la impronta que dejó en ellos el Romanticismo, de ahí que sus cartas llegaran a poseer un carácter literario muy elevado y exaltado en figuras como la de Carl María von Weber, en las que en sus primeras misivas queda patente su profundo amor juvenil hacia su querida Karoline, mientras que en las últimas se refleja la tragedia y la desesperación del músico por regresar junto a los suyos.
Mención aparte merece la correspondencia de Beethoven. Es, sin duda, el relato del amor más elevado y distinguido entre sus homólogos. De una profunda emoción, sus palabras están llenas de sentimiento. Se desconoce la identidad de la destinataria, aunque Kurt Pahlen intenta esbozar, contrastando datos, fechas y localizaciones, la persona a quien el genial músico de Bonn dedicó las más emotivas palabras de amor recogidas en esta antología. Ella, su amada, recibe la sonora denominación de «amante inmortal», un noble título que no puede más que engrandecerse aún más con el arranque de tan romántica carta: «Mi ángel, mi todo, mi yo…».
Se trata de una carta triple, o tres cartas simultáneas, en las que el músico declara su leal amor por ella y, siendo un hombre tumultuoso de carácter, su creciente temor y desazón que le provoca el sentir que pueda perderla. Una suerte de Goethe se adivina en sus palabras. Tras la lectura de esta carta, uno se pregunta si todavía existe alguien que, llevado por la emoción del amor, escribe así. Me encantaría pensar que la respuesta es un sí rotundo, si no, ¿qué sentido tiene enamorarse?
«Solo puedo vivir o enteramente contigo o por completo sin ti. ¡Ninguna otra poseerá nunca mi corazón, nunca, nunca! ¡Oh, Dios, por qué hay que alejarse de lo que tanto se ama?
Si en Beethoven se refleja el influjo romántico de Goethe, en Héctor Berlioz destaca la figura del primer amor platónico que sintiera Dante hacia Beatrice. En el caso del músico, su pasión le conduce siempre hacia su primer amor, Stella Montis. Otras mujeres pasaron por su vida, pero siempre en sus pensamientos y su corazón late la esencia del regreso a ella. Es en su vejez donde consiguen reencontrarse y a través de la correspondencia mantenida. Otra de los grandes capítulos de este libro es el que recoge las cartas del músico español Enrique Granados, siempre dirigidas a su mujer y madre de sus seis hijos. El tono infantil recuerda a Mozart y en algunas de sus cortas temporadas de separación es donde el músico le escribe con enamoradizo fervor:
«Recibirás la carta el martes y el miércoles en vez de carta tendrás a tu Quique al ladito para decirte cosas ricas».
Cartas de amor de músicos es un romántico repaso por la historia musical de los más grandes compositores que sirve para conocer su psique, sus profundos anhelos y donde, al margen de estar dedicado en exclusiva a las cartas de ellos, también se aprecia el poder y fuerza de algunas mujeres que se convirtieron en reflejo de modernidad ante su época —léanse los capítulos dedicados a las amadas de Chopin o Franz Liszt— y que, en definitiva, el amor hacia ellas inspiraron sus grandes piezas musicales.