Cásate conmigo, de Dan Rhodes
¡Oh, el amor! ¡Oh, l´amour! Se dice que el amor, en estos días que se acerca una fecha señalada, es uno de esos sentimientos que aflora y que lo inunda todo. Y lo inunda de tal forma que oigan, sí, ustedes, los que se encuentran al otro lado de la pantalla, a mí me parece que ya basta. Que si un corazón por aquí, que si un ramo de flores por allí, que si dime que me quieres y que nunca me vas a abandonar, que si hay que ver lo poco que has cambiado en todo este tiempo y me encanta. ¿Dónde están esos seres humanos que no celebran San Valentín? De acuerdo, sí, soy una persona soltera, pero no lo he sido siempre. Y recuerdo allá por el pleistoceno que yo no lo celebraba, que qué sé yo, a lo mejor era un espécimen raro de la raza humana, pero decir te quiero me parecía mucho más importante en otro días que en este. Por eso leo a veces cosas como las que traigo hoy. Porque mi vena irónica, cínica y sarcástica (como si fuera un pack de tres por uno) requiere de esas pequeñas dosis de antiamor, que no sé si será beneficioso para la salud, pero no vean lo importante que es reírse de estas cosas. Así que aquí estoy, intentando esquivar los corazones y las flechas de Cupido, leyendo Cásate conmigo como si fuera bella poesía, porque en esta vida, tan bueno es sentirse enamorado como saber que sin tener pareja uno puede pasarlo igual de bien o, si me apuran, mucho mejor.
En el fondo yo, que siempre reniego de estas cosas, soy un romántico empedernido. Sí, es cierto, se lo diré por si no lo habían descubierto ya: me encanta el amor. ¡Oigan, pero no se vayan! ¡Tengan fe que esto va a ser bueno de verdad! Se dice que el día cumbre en la vida de toda pareja es el día de la boda. Yo cuando lo dicen me río mucho, porque no he visto nunca un día tan agobiante como éste. Cásate conmigo es el polo opuesto al amor. Sí, verán, si ustedes leen este conjunto de relatos breves no sólo verán la vida como realmente es, sino que además verán que el amor, dentro de la desgracia que puede suponer para algunos, tiene agazapado en su interior un conjunto de carcajadas tales que no podrán dejar de leer hasta que lo acaben. Les pongo en situación para que me crean: yo, en una sala de ambulatorio, mi fiebre subiendo como la espuma, y yo riéndome a mandíbula batiente mientras el humor de Dan Rhodes iba calando hondo. No hace falta decir que la gente a mi alrededor me miraba con esa cara que miran las personas que no entienden nada. Pero yo lo estaba entendiendo todo: me reía por esa absurdez del amor de toda la vida, me reía de mí mismo por haber creído siempre en ideales de caballero con armadura y princesas a rescatar, me reía por aquello de “en las alegrías y en las penas…”, me reía por un mundo lleno de amor que de tanto amor ha conseguido convertirse en una película cursi y edulcorada.
Pertenezco a una generación que no necesita de una pareja para ser feliz. Esa generación que vive sus días sin la losa o la espada de Damocles encima que les dice que estar solteros es como convertirlos en parias de la sociedad. Bien, queridos, Cásate conmigo es vuestro libro por varias razones: porque aunque estéis enamorados hasta las trancas hay que saber lo que hay ahí fuera siempre, porque si no lo estáis y renegáis del amor os reiréis a gusto con estas sátiras en pequeñas dosis, relatos tan breves que parecen un suspiro, pero que resumen con tal precisión lo que a veces el amor provoca que es imposible no pensar eso de “va a ser que mejor solo que mal acompañado, ¿no crees?. Tenemos la obligación, en esta vida, de reírnos de nosotros mismos todo lo que podamos, y no hacerlo debiera ser catalogado como delito. Así que no hay mejor oportunidad que esta para regalarse la prosa de Dan Rhodes para entender que en el amor no todo es lo que aparece en las películas románticas, que la realidad puede superara a la ficción, que las bodas no tienen por qué ser de blanca y radiante va la novia, y que a pesar de lo que digamos, seamos sinceros, a veces nos cagamos en el amor como lo hacemos en muchas de las cosas que viajan en nuestro día a día. Así que yo me repito por si no había quedado lo suficientemente claro: ríanse, con este libro, con Cásate conmigo, apúntenlo bien, y después comprenderán, como yo lo hecho, que esto del amor es como un juego contra la banca en el que, casi siempre, acabamos esquilmados. Sepan reírse del amor, de sus consecuencias, de las rupturas que te dejan sin aliento, y del aliento que se pierde peleando por la costumbre del día a día. Les dejo, voy a ver si en mi próxima ruptura soy capaz de reírme tanto, aunque creo que eso no será del todo posible.