Casi genial, de Benedict Wells
Orígenes. Las entrañas de lo fuimos y en lo que nos hemos de convertir. El punto inicial en el que abrimos los ojos, lloramos por primera vez, vinimos al mundo. El kilómetro cero de un viaje que no sabemos cuando tendrá un final, cuando habrá un camino sin salida, un atajo que nos llevará a aquello que siempre habíamos soñado. Así vamos por el mundo. Tejiendo y destejiendo la vida, intentando no salirnos de aquellos orígenes que nos marcaron y que pusieron una equis en el centro de nuestro propio cuerpo. Por ello, ¿qué sucedería si desconociéramos de dónde venimos? ¿Y qué supondría enterarse de que los genes, aquellos que se encuentran intrínsecos en nosotros, que nos moldean y nos unen a ciertas personas, que compartimos con dos personas que se supone quisieron, son los de un genio? Benedict Wells nos hunde en todas esas preguntas para encontrar un lugar, para encontrar una persona, para encontrarse uno mismo, respondiendo preguntas que habían permanecido silenciadas durante muchísimo tiempo. ¿Quiénes somos? ¿Quiénes son aquellos que unieron sus vidas y nos crearon? Y por último, ¿es posible que no nos guste de dónde venimos?
Francis no sabe quién es su padre. Para colmo, su madre está internada en una clínica por su depresión. Pero Francis encuentra tiene un buen amigo, y acaba de enamorarse de una chica internada en la misma clínica que su madre. Justo en el momento en que su madre le revela la verdad: su padre es un genio que participó en un experimento para crear a genios por todo el mundo. Será entonces cuando empiece un viaje para conocer al padre que le dio la vida y para saber que si él es un genio, ¿por qué ha tenido tan mala suerte en la vida?
Los viajes en la literatura, siempre lo he dicho, mantienen un paralelismo increíble con esa necesidad del ser humano de querer encontrarse, incluso de huida de todo aquello que conocemos. Por eso a mí me apasionan tanto las historias que, en su argumento, promueven los viajes con un objetivo en el que nos encontramos por el camino con nosotros mismos. Casi genial recuerda en ciertas ocasiones al viaje de un apático Holden Caulfied, pero en realidad su protagonista es todo lo contrario. Y es que en momentos puntuales, cuando una lectura te hace vibrar, es indiscutible que nos entren los recuerdos de otras historias que te hicieron sentir lo mismo. Leer, al fin y al cabo, es un gran viaje que a todos nos proporciona un nuevo conocimiento, nuevos puntos de vista, nuevas emociones a las que, quizás, no sabíamos poner un nombre concreto. Ser adolescente, el primer amor que siempre deja de serlo, la familia y sus disfuncionalidades, la amistad a cualquier precio, saber quiénes somos, dónde queremos ir, de dónde procedemos. Todos estos conceptos son característicos de la novela de Benedict Wells, y todos ellos se ensamblan perfectamente en una carrera por la verdad, por una verdad que a lo mejor no nos guste, por dura y por sincera, pero que desde luego nos hará vivir mucho más libres.
La historia del banco de semen de genios, aunque parezca una invención del autor, no lo es. Sorprende cómo investigando, uno se entera de las excentricidades que la ciencia y ciertas personas provocaron y aún siguen provocando. Pero, afortunadamente, tenemos una historia como Casi genial, que desmitifica la genialidad, que promueve la capacidad de ser uno mismo, de luchar por lo que queremos, de abrazar a la suerte, de buscarla a cualquier precio, de enfrentarnos al destino que creemos fijado, pero que no lo está tanto. Porque todo puede volar con un simple beso, con una simple caricia, en un visto y no visto, mientras cerramos los ojos y pensamos de nuevo en quiénes somos, en qué nos ha traído hasta donde estamos, qué camino hemos recorrido después de tantos años. Miramos atrás, siempre lo hacemos, y hacemos balance de aquello que hemos vivido y llegamos a una conclusión. Quizá no la que queramos, pero sí una que se ajuste a nuestra realidad. Y así seguimos viajando, como nos cuenta Benedict Wells, preguntándonos si seremos capaces de ir más allá, de avanzar a pesar de las zancadillas de la realidad, abriendo mucho los ojos, respirando el aire que nos faltaba, agarrando la mano de un amor por el que hemos batallado, y soltando una pequeña lágrima, esa que resbala en los mejores momentos, y que significa una sola cosa: que, a pesar de todo, al final del camino, seremos felices con aquello que sabemos que tenemos. Eso es ser un genio, y nadie puede decir lo contrario.