¿Cómo clasificar este libro de Lucía Lijtmaer? ¿Es un libro de viajes, una biografía, autoficción, una novela? El editor del libro, Enrique Murillo, en la presentación que se hizo en Barcelona, era el único que lo tenía claro: para él, Casi nada que ponerte es una novela.
Pero la pregunta (¿qué es este libro, en qué género lo clasifico?) es pertinente porque pese a su brevedad, apenas 200 páginas, Casi nada que ponerte se las arregla para ser al mismo tiempo una crónica de Argentina desde los ojos de una mujer que se reconoce y al mismo tiempo no se reconoce en el país, una road movie por la Pampa, la biografía teatralizada de una pareja de genios que salió del fango y acabó viviendo en un palacio de mármol (¡y sin matar a nadie!)… Y, por supuesto, una historia, simplemente una buena historia que se lee con una sonrisa en los labios desde la primera hasta la última página.
Casi nada que ponerte apela al lector y lo hace de una manera amable pero rotunda. Porque esta novela habla, sobre todo, de los relatos que creamos sobre nuestra propia vida, las diversas narraciones del yo que se transforman en recuerdos y, con el paso del tiempo, se convierten en nuestro único patrimonio. Lo hace a través de tres personajes: Mario y Roberto, una pareja de visionarios que construye en los años 70, 80 y 90 un imperio de la moda en Buenos Aires; y la propia autora, Lucía Lijtmaer, que intercala en la historia de los modistos su propia experiencia como hija de argentinos criada en Barcelona y cuenta, con muchísimo humor pero también con rigor, como este hecho la ha empujado a crear diversas narrativas sobre sí misma.
El proceso de creación de Casi nada que ponerte ayuda a entender en gran parte la estructura caótica e impecable del libro. Mario y Roberto, la pareja de genios extravagantes, forman parte de los vagos recuerdos de la infancia de una Lucía niña. Son viejos amigos de sus padres y en los numerosos viajes Barcelona-Buenos Aires-Santa Fe que la narradora hizo cuando era pequeña, siempre queda pendiente una visita a los modistos y empresarios. Años después, cuando Lucía ya es adulta, empieza a ser más consciente de la historia de estos dos personajes, una historia que la atrapa: ¿cómo dos hombres nacidos en pueblos perdidos en medio de la nada, sin apenas oportunidades, han logrado, gracias a su talento y cultura, ganar millones de dólares vendiendo ropa?
La narradora ve en la vida de Mario y Roberto una historia que tiene que contar y logra vendérsela a un editor que le da un adelanto con el que viaja a Buenos Aires. Allí empieza a entrevistar a la pareja, a sus colaboradoras, a sus clientas… Pero enseguida se da cuenta de que Mario, su principal contacto, está preparándole un bonito decorado, le cuenta lo que cree que ella quiere oír o lo que él quiere que el mundo sepa.
Este hecho hace reflexionar a Lucía sobre su propio pasado y sobre las narraciones que ella ha inventado para explicarse a los demás y a ella misma. Y, de paso, nos hace reflexionar a nosotros, los lectores, sobre la narración de nuestra propia vida, esa que estamos creando en todo momento y que acabará formando parte de nuestros recuerdos, de nosotros mismos.
Las partes que más me han gustado de Casi nada que ponerte, sin desmerecer para nada al resto del libro, son aquellas en las que la protagonista es la misma autora y nos cuenta, con un humor desternillante, las ventajas y desventajas de tener “el pueblo” (¿quién no tiene un pueblo?) a 14.000 km de su residencia habitual, de hablar dos variedades de la misma lengua, una en casa y otra en un ámbito social, de mezclar tradiciones, léxico, costumbres y realidades.
Todo esto Lucía Lijtmaer lo cuenta con una lengua divertida, cercana y al mismo tiempo rica, en capítulos cortos, con frecuentes saltos temporales, y, no me cansaré de decirlo, con un gran sentido del humor.
Casi nada que ponerte es una novela, hagamos caso a su editor, que se lee de un tirón, en un par de tardes, pero que te acompaña durante semanas y deja poso. También es una novela que amplía tu visión del mundo, que te asoma a la Argentina de hoy y a la de la segunda mitad del siglo XX, y también, como todas las buenas historias, te acerca un poco más a ti mismo.
Laura Gomara @lauraromea