El miedo a la oscuridad es el clásico miedo que tenemos y hemos tenido todos los niños. Esa sensación de quedarnos solos en nuestra habitación, sin ruido, solos con el silencio, porque ya es la hora de dormir. Únicamente el tictac del reloj o el baile del viento es lo que escuchamos esperando que el sueño llegue. Pero no, no llega porque nuestro corazón late rápido, esperando que de repente algo ocurra, un ruido extraño, unos pasos desconocidos, una sombra…
Pues con ese miedo a la oscuridad nos topamos en Cazando estrellas, de David Mateo. Solo que en esta historia para pequeños muy pequeños y grandes muy grandes, la protagonista y su familia son un tanto… especiales. ¡Son vampiros! Pero vampiros buenos, que conste. El problema que tiene la pequeña Clara es que cuando llega el día y tiene que meterse en su ataúd para dormir, ¡le es imposible! El pánico hace acto de presencia y ese miedo a la oscuridad absoluta le impide conciliar el sueño. Sus papás no saben qué hacer. Intentan mil cosas pero nada funciona. Se desesperan. Hasta que una noche al papá de Clara se le enciende una bombilla y encuentra la solución perfecta.
Perfecta es esta historia, que me llamó la atención desde el primer momento. ¡Lo que me gustan a mí los vampiros! Y más si combinamos, como en este caso, niños y vampiros. Yo, gran lectora de El pequeño vampiro, no tuve dudas cuando me enteré de la existencia de este cuento.
Y es que en él, para mi sorpresa, he encontrado unas ilustraciones magníficas, expresivas, enternecedoras y llenas de color creadas por Ferrán Cabezas. Además, me ha hecho mucha gracia que Clarita sea una vampira pelirroja con grandes ojos verdes —acostumbrada a vampiros con cabello negro azabache, Clarita es un soplo de aire fresco que se asemeja más a una humana… si no fuera por los colmillos—, y que entre sus muñecos tenga un lobo-momia, un osito con capa de vampiro, y otro oso con tornillos y partes cosidas cual monstruo de Frankenstein. Dibujos originales a rabiar, sin duda.
Por otro lado, debo decir que David Mateo ha dado en el clavo con esta historia, gracias a la cual los mayores nos vamos a sentir muy identificados con los padres de Clara de forma rápida y sencilla, y de la misma manera los niños con la pequeñaja. Esto es así debido a que, a pesar de ser vampiros, Clara y los suyos son como cualquier familia de nuestra sociedad. Unos papás con una niña que llora cada vez que se acerca la hora de dormir. Y aunque los pobres idean mil cosas para ayudar a su hija a que sea capaz de vencer ese miedo, todo les sale mal y nada funciona. Clarita llora y llora.
Desesperante, ¿verdad? Pues así nos sentimos muchos padres, por no decir todos. Te ves en una situación difícil. Tu hijo sufre y tú mismo sufres. Y no encuentras la solución por mucho que le des al coco. Y, sin embargo, ¿sabéis cómo es posible lograr vencer ese obstáculo? La respuesta a esa pregunta la encontraréis entre las páginas de Cazando estrellas.
Precioso relato que nos transmite un mensaje coherente y lleno de sabiduría, a través del cual el autor nos hace comprender que la solución la tenemos los propios padres más cerca de lo que pensamos. ¿Qué le gusta a mi hijo? ¿Dinosaurios? ¿Aviones? ¿Fútbol? ¿O tal vez… estrellas?
No os daré más detalles porque cuando leáis este precioso cuento comprenderéis el significado del título y lo que conlleva. Y es que hasta unos personajes tan terroríficos como los vampiros tienen sus propios miedos. Mejor dicho, tienen los mismos miedos que nosotros, los humanos. Por lo que dejemos los prejuicios a un lado y seamos sensatos.
Os lo digo así porque esta historia nos enseña muchas cosas, y una de ellas es que en realidad una niña vampira como Clara no es tan distinta de una niña humana.