Arrastrar las uñas por una pizarra, o mejor, por una pared echada a perder por el gotelé; morder el palo sin querer cuando a mitad del polo, masticar un trozo de papel de plata, el simple sonido del torno del dentista, las limas para las uñas, ver a un bebé manoseando con sus rechonchos dedos una hoja de afeitar… ¿Da grima, verdad? Un escalofrío recorre la espalda y llega hasta los hombros. A veces incluso llega hasta el cuello.
Pero pese a ese breve intervalo de tiempo de malestar, en ocasiones te sorprendes regodeándote recordando, imaginando o recreando ese acto insano para volver a sentir esa sensación. Porque eres así, y no lo puedes evitar, como el escorpión de la desgastadísima fábula.
Eres así, somos así, y Alberto Hontoria lo sabe y te lo escupe a la cara sin ningún problema. Porque si te tiene que contar algo, te lo va a contar te guste o no. Porque él también es como es.
Y es cierto lo que cuenta la contraportada. No es esta una lectura amable. Es una jodida radiografía del individuo y del colectivo, del yo y de todos en esta jodida actualidad que nos ha tocado vivir. Un espejo parecido al espejo negro de Black Mirror, pero sin la presencia constante e inspiradora de escenarios apocalípticos a los que nos lleva la neotecnología (aunque también hay algún capítulo dedicado de una u otra manera a las redes sociales y otros avances). Un espejo cuyo reflejo devuelve lo peor de nosotros, pero curiosamente, lo peor de nuestro interior no es la maldad, no. No somos tan sencillos. Los peor de cada uno son otras muchas cosas.
Cena con espectáculo está compuesto por dieciocho… ¿relatos? ¿Reflexiones? ¿Cuentos? Vamos a llamarlos historias o cuentos, pese a que muchos de ellos no tengan la típica estructura introducción-nudo-desenlace, sino que son una retahíla de descripciones de conductas, enumeraciones de vicios humanos o un inventario de situaciones cotidianas que hacemos ya mecánicamente. No obstante, a pesar de esa estructura, los relatos funcionan como un reloj. Como un Swatch, que es un reloj con un 25% menos de piezas que un reloj normal, o no-Swatch.
La atracción por la repulsa, accidentes de tráfico, malformaciones, cojeras; los centros comerciales convertidos en auténticas metrópolis-templos (o al menos lugares de peregrinación casi forzosa) y el dinero en nuestra religión; la esclavitud de la belleza, las operaciones de estética, las tetas como las de Scarlett Johansson, el culo como el de Sofía Vergara; las residencias para ancianos; las patatas calientes que, desde casi lo más alto se intentan resolver o que simplemente van pasando de escalafón en escalafón en situaciones de crisis; lo anestesiados que estamos ante la repetición de las mismas noticias de mierda a la hora de sentarnos a comer/cenar; la tiranía de las innumerables dietas existentes, la dictadura de la báscula y el conteo de calorías; el diagnóstico de una enfermedad; el inconformismo, el querer siempre lo que no tenemos y cansarnos de lo que acabamos de conseguir; un cuento gracioso sobre la apariencia ambientado en una librería; la pasividad de la gente ante una injusticia que sucede públicamente y ante sus ojos; los centros de rehabilitación, las sectas y los vendehúmos con mantras y frases hechas; una historia de maltrato; otra historia de telebasura y buitrerío radical que bien podría ser el reflejo del programa de Ana Rosa, por ejemplo; la dependencia casi absoluta de las redes y de los “amigos” que se añaden y ya no se hacen; y la pereza de hacer cualquier cosa por uno mismo pudiendo pagar a alguien para que haga todo o casi todo por ti…
Eso es, y mucho más, lo que encontraremos en este libro que, aunque no sea una “lectura amable” sí que se lee con gusto, con voracidad, con gula y ansia viva este catálogo de miseria humana. Y aunque tal vez dicho así no incite a su lectura, lo cierto es que Hontoria, doctorado diseccionador, da en el clavo en todas estas historias del culto a uno mismo, del reflejo del adiós al sálvese quien pueda al hola al más salvaje sálveme primero yo y segundo yo también. Retrata fielmente la condición y comportamiento de nuestra especie y lo hace con un estilo fresco, ágil, claro, preciso y directísimo, que hace que leerle sea una experiencia que te rompa el cerebro y que desees que la paliza que te está dando no acabe.
Cena con espectáculo es un libro para pararse y reconocerse a uno mismo en la mayoría de las historias. Un puñetazo en el estómago, una advertencia de a dónde estamos llegando y, en definitiva, un gran libro con apariencia de formato pequeño.