Chéjov comentado

Chéjov comentado, de Antón Pavlovich Chéjov

Chejov comentado

Sentado como cada tarde en el jardín de aquella casa triste de provincias, el anciano Akim Efímovich dejaba pasar las horas abrazado a un pequeño libro cerrado del que jamás se separaba, pero que ya nunca abría dado lo avanzado de su pérdida de visión. Sin embargo le hacía compañía y, a diferencia de todo lo demás que se la había hecho en el pasado, no le había abandonado. Pasaba las tardes abrazado a su libro cerrado y mirando todas las cosas que ya no estaban, miraba las alegres reuniones, las partidas de cartas, el samovar, los partidos de lawn tennis, en fin, la vida que había en el jardín cuando el jardín estaba vivo y le visitaba alguien más que Iván Antonovich, el anciano médico que cada tarde pasaba por allí y, sentado en el tocón del cerezo que hacía las veces de lápida y notario de la difunta alegría de otros tiempos, demostraba que la edad había despojado su concepto de la compañía de todo accesorio diferente del vodka.

Marfa, la doncella, tenía la tarde libre, de forma que en aquel lugar donde se veían cosas invisibles, no hubo nadie que viera lo visible, el brazo inerte caído a un lado de la silla, el libro en el suelo, la desgracia que anunció la tormenta ni la segunda muerte que provocó el agua en las hojas abiertas por las que se escapó con la corriente el último latido de aquellos recuerdos.

 

En una época en la que sus contemporáneos destacaron por pretender (y conseguir) retratar la vida mediante los más fastuosos y abigarrados murales jamás escritos, Chéjov se empeñó en regalarnos pinceladas, pequeños esbozos que en lugar de plasmar toda la vida, apenas insinuaran alguna pequeña escena. Pero esas escenas gozaron de tal profundidad psicológica que al final el resultado fue el mismo en ambos casos, la vida en el papel y en los ojos del lector, si es que ambas cosas no son lo mismo, con todo su esplendor, sus bondades y sus miserias. Por eso, por la contención que caracterizó al Chéjov cuentista, a priori bien podría uno encontrar inapropiada una edición comentada de sus cuentos, uno podría cuestionarse si es legítimo hablar sus silencios, esos que él quiso que tomaran forma en el alma de sus lectores y no en el papel, pero esta edición se encarga de demostrar que no sólo es perfectamente legítimo, sino que además es todo un regalo hacerlo. Si en los cuentos en general y en los de Chéjov en particular no cabe nada que no sea lo imprescindible, alrededor de ellos cabe cuanto se desee, siempre que se haga con el gusto y el buen criterio que han manifestado la mayor parte de los muchos y muy brillantes comentaristas elegidos para la ocasión.

La selección de los relatos es muy personal, no se hace con el objetivo de reunir los mejores y por lo tanto no es discutible y, además, constituye uno de los principales aciertos de Sergi Bellver en tanto que editor y responsable del volumen. Sobre los cuentos, poco hay que decir, hasta leer esta edición pensaba que poco se podía decir sobre ellos que no se hubiese dicho ya, pero este libro se encarga de demostrar lo contrario y probablemente sea porque se dice más de los cuentos leídos que de los escritos. Casi todos los textos son interesantísimos, sólo hay uno que no sólo no me ha gustado sino que me ha parecido que estaba en abierta contradicción con el espíritu del cuento que comentaba, pero en general el disfrute que como amante de Chéjov me ha provocado este libro es tal que sólo tengo palabras de agradecimiento por tan magnífica labor editorial. Y aunque en la extensa nómina de comentaristas se encuentran dos de mis autores predilectos, Hipólito G, Navarro (quien si no él, para mi gran satisfacción, podría reivindicar al primer, precipitado, alimenticio y humorístico Chéjov/Chejonté) y Ricardo Menéndez Salmón, es de justicia destacar que el texto que más me ha emocionado es el de Eloy Tizón:

Nada nuevo y sin embargo un milagro, tocado por la gracia, un cuento escrito ayer, hace ciento catorce años (1896), y cuya tinta aún esta fresca y se corre. Un relato perfecto, a mi entender, menos escrito que suspirado, hecho de esa levadura triste y eslava procedente del polvo del camino, de ese polen que huye de todo énfasis y cuya frugalidad podría confundirse con inapetencia, con antiestilo, lo cual le valió a Chéjov la temprana reprimenda de un crítico que se quejó de un libro suyo definiéndolo como “un limón exprimido que se pudre a los pies de un muro”.

Aunque resulta difícil destacar alguno de entre estos magníficos cuentos, sí quiero comentar no un cuento, sino una situación, que ejemplifica a la perfección como en un efímero instante se puede concentrar tanta esencia literaria que bastaría por sí misma para llenar océanos de tinta, el punto de partida del cuento “Enemigos” en el que llaman a la puerta de la casa del médico, a quien se le acaba de morir su único hijo y que para atender al visitante que viene a pedirle auxilio para salvar la vida de su esposa, debe dejar a su propia mujer con sola con su dolor y el cuerpo de su hijo. Sólo tratar de entrar en la mente del médico obligado a elegir entre el dolor propio y el ajeno encierra tal potencial dramático que probablemente sería imposible de dibujar en su totalidad, pero sí se puede insinuar y ese esbozo, incluso en esta época de altas definiciones y terceras dimensiones, es infinitamente más efectivo que la fotografía.

El propio Tolstoi, quien en su narrativaa no se destacó por su concisión y brevedad, hablaba en sus diarios de la dificultad de lograr la sencillez y citaba a Joseph de Maestre, quien en 1812 escribió una carta al rey de Cerdeña que terminó diciendo: ruego a Vuestra Majestad que disculpe la extensión de esta carta. No tengo tiempo de hacerla más corta. Chéjov, afortunadamente, sí tuvo tiempo, conquistó la sencillez, y nos demostró lo compleja que es.

Se ha acusado a Chéjov en muchas ocasiones de falta de compromiso, de frialdad, y uno a veces piensa si quien es capaz de decir algo así ha leído alguna vez a este autor o se limita a repetir opiniones alguna vez escuchadas previamente al estilo del intelectual que tan bien retrata el propio escritor en el relato “En Moscú”, porque a mí los cuentos de Chéjov me resultan profundamente humanos. Y es cierto que él no nos dice lo que debemos pensar y huye de las moralejas, pero esa es una de las múltiples facetas del talento. Él mismo dijo, en contestación a una crítica especialmente feroz de una revista, que Nunca he sido un escritor sin principios o, lo que sería igual, un pícaro. Es verdad que toda mi actividad literaria está cargada de faltas, muchas de ellas graves. Ello se explica por las limitaciones de mis capacidades, pero no por mi calidad de hombre honesto o malvado. Nunca he practicado el chantaje, ni he sido libelista, ni denunciante, ni adulador de nadie, tampoco he insultado y tampoco he mentido; en fin, destruiría por su inutilidad muchos de mis textos, pero no hay una sola línea de la que tenga que avergonzarme… Y yo no puedo sino admirar a quien dice algo así

Dice Tizón: “Un verano y un jardín: aquí está todo Chéjov”, y estoy de acuerdo, de ahí el texto inicial de esta reseña, que también habría cabido en un verano y un jardín aunque finalmente se haya dado un paseo por los alrededores, como ocurre con la propia vida cuando es Chéjov quien nos la cuenta.

P.S: Cuando un familiar me regaló este libro, apenas había oído hablar de la editorial (imperdonable por mi parte, debo añadir), pero la edición es tan cuidada (incluso original) que sentí curiosidad por ella y visité su web. Debo decir que por poco no se me saltaron las lágrimas ante un catálogo que parecía diseñado especialmente para que se me saltaran las lágrimas. De ilusión. Creo que uno no debe pasar la oportunidad de agradecer públicamente un trabajo bien hecho y una labor editorial con la literatura rusa tan magnífica, y por eso añado estas breves palabras en ese sentido.

Andrés Barrero

 

andresbarrero@vodafone.es

 

 

1 comentario en «Chéjov comentado»

  1. Nunca leí nada sobre literatura rusa y se que es un error garrafal, pero esta reseña y ese link a esa editorial pueden ser un buen comienzo! Saludos!

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