Al periodismo, también conocido como el Cuarto Poder, tal vez se lo debería rebautizar. En este mundo híper conectado, el poder de los medios de comunicación es tal que para bien o para mal, con buenas o malas intenciones, tumba gobiernos, desprestigia personas, sube y baja la bolsa de valores y, sobre todo, crea opinión y le da un producto listo para ser consumido y repetido a todos aquellos que toman la decisión de no pensar por propia cuenta. Más que Cuarto Poder, en muchas ocasiones el periodismo es El Poder.
El mismo autor de Cinco Esquinas, Mario Vargas Llosa, debió sufrir la persecución de la versión más pobre del periodismo (que tiene versiones muy dignas), la denominada prensa amarilla o del corazón, en relación con su nueva relación con Isabel Preysler, tras su separación. Y justamente el Premio Nobel de Literatura acabó de escribir su libro mientras la prensa se regocijaba con todas las historias personales relacionadas con su nueva situación sentimental.
Es que, en Cinco Esquinas, la prensa amarilla peruana de los años en los que la Dictadura de Alberto Fujimori gobernaba, juega un papel principal; y no porque Vargas Llosa haya querido crear una novela de color para evitar hablar de la Dictadura, sino todo lo contrario, porque la misma Dictadura fue original al utilizar a la prensa de sociales como arma para atacar, desprestigiar y hundir en los abismos a aquellas personas que no se mostraban afines al Poder impuesto.
Rolando Garro, periodista del semanario Destapes, aparece como uno de los principales personajes y a través de él podremos ver la influencia que genera en la sociedad el desprestigio (real o inventado) hacia diversas personas y cómo la prensa se deja sobornar por el poder en una relación sucia en las que ambos sectores salen beneficiados; uno porque vende más y el otro porque aísla a los adversarios políticos o a aquellos que aparecen como una piedra en el zapato de, en este caso, la Dictadura reinante.
Alberto Fujimori, presidente de Perú en aquél entonces, aparece como uno de los protagonistas secundarios, aunque el que más presencia tiene es el que por aquél entonces era su asesor del Servicio de Inteligencia Nacional, Vladimiro Montesinos Torres, quien insólitamente, era la sombra detrás del poder y el que marcaba hasta los titulares de las exclusivas de “destapes” y quien dirigía y financiaba la edición, además de, por supuesto, marcar a dedo a quién o quienes debía desprestigiar la prensa. Y lo más increíble de todo, es que ocurrió de verdad.
Cinco Esquinas no es una novela compleja, sino todo lo contrario; sus 22 capítulos cortos se leen de forma amena y no requieren del esfuerzo mental que sí requerían sus novelas más famosas; es, hay que decirlo, una novela divertida, fácil y que nos mantendrá divertidos, pero no es ni de lejos una de sus obras maestras. Pero, como siempre ocurre con el escritor peruano, la estructura es sólida y hace que el resultado final sea el de una novela que cumple con su cometido. La historia de la Retaquita, una de las periodistas del semanario “Destapes” y la relación erótica entre dos mujeres (Marisa y Chabela), junto con el abanico de historias que demuestran las diferencias entre las clases sociales y los sufrimientos por los que deben pasar ambos sectores, son alicientes que, junto a la historia principal, hacen de cinco Esquinas una novela interesante.
Algo pasa con Mario…será la costumbre de recordar sus obras anteriores durante años, pero en esta ocasión, una vez la leí…fue a la estanteria sin más pena que gloria.