La mitología clásica tiene algo que engancha. Lo he dicho en más de una ocasión en las reseñas de otros libros que he leído y que se adentran en estas historias entre dioses, héroes y mortales. Son historias llenas de magia y fantasía que, evidentemente, hoy en día tan solo vemos como relatos ficticios, a pesar de que hace muchos siglos los habitantes de la Grecia antigua creyeran en todos ellos y fueran sus “ídolos”, tal y como en la actualidad para nosotros pueden serlo deportistas, cantantes, actores y actrices. Mucho ha llovido desde aquellos tiempos y muchos son los libros que, como gotas de agua, nos han empapado poco a poco sobre las historias de todos estos personajes míticos. Sin embargo, a pesar de la gran cantidad de libros que se adentran en estos personajes, muchos son todavía grandes desconocidos frente a los más populares como Aquiles, Heracles, Odiseo, Zeus, Afrodita, Apolo, Ares, Poseidón… A estos héroes y dioses tan famosos y conocidos por todos, hay que sumarles otros menos conocidos, que aparecen en los libros casi de puntillas, pero que detrás tienen historias tan fascinantes como ellos. Este es el caso de Circe, una diosa hechicera hija de Helios, el titán del Sol, y de la náyade Perséi, conocida por convertir a los hombres en cerdos. Tanto el mundo del arte —liderado por pintores como Waterhouse— como el de la literatura, siempre han retratado a esta diosa y bruja griega como una mujer envidiosa, celosa, caprichosa y vengativa. Pocas veces se han adentrado en el porqué de sus actitudes, algo que Madeline Miller ha venido a remediar.
Cuando nací, no había palabra para lo que yo era. Me llamaron ninfa, suponiendo que sería como mi madre, mis tías y mil primas. Las últimas de las diosas menores: nuestros poderes eran tan modestos que apenas nos garantizaban la eternidad. Hablábamos con los peces y alimentábamos a las flores, extraíamos agua de las nubes y sal de las olas. Esa palabra, ninfa, marcaba el alcance y la envergadura de nuestros futuros. En nuestra lengua no solo significa ‘diosa’, sino también ‘novia’.
La Circe de Madeline Miller es todo eso y mucho más, porque la autora se adentra de verdad es este maravilloso personaje femenino antiguo, llenándolo también de humanidad. Porque sí, es una diosa y es una hechicera, pero, al igual que otros dioses antiguos, tiene mucho de humana en sus sentimientos. El libro nos narra la vida de Circe en primera persona desde el mismo día de su nacimiento. Así, crece con nosotros el sentimiento de rechazo y soledad que ella percibe a su alrededor por parte de sus padres, hermanos y demás familiares y dioses con los que convive. Los primeros capítulos los pasamos con Circe en el palacio de su padre Helios conociendo a los distintos titanes y dioses que por allí deambulan. Rechazada y humillada por su aspecto, menos hermoso y brillante que el del resto de su familia y por una voz antinatural y chirriante para el resto de su estirpe, Circe dirige su vista hacia abajo, interesándose por los mortales y sus asuntos. Esto le llevará a descubrir sus poderes y a ponerlos en práctica, ganándose el exilio a la isla de Eea como castigo impuesto por Zeus. Allí conocerá y desarrollará sus capacidades mientras míticos príncipes y héroes como Jasón u Odiseo desembarcan en su isla.
La autora ha sabido introducir a la perfección estos mitos y personajes increíbles y conjugarlos con la manera franca y real con la que dibuja a su protagonista. Si bien en los libros antiguos, Circe era un personaje anecdótico, una parada más en los viajes que los héroes iniciaban para ganarse el honor y la fama, en este libro cambian las tornas y ellos serán los secundarios. Circe es una protagonista potente, llena de matices, imperfecta, con sentimientos buenos y malos, humana y real, que a pesar de su gran poder tiene dudas e inseguridades como todos. La evolución del personaje es lo más destacado y el mayor acierto del libro, pero no es el único. Para los amantes de la mitología, es una delicia reencontrarse con personajes como Odiseo y su hijo Telémaco, Ariadna y su medio hermano el minotauro, Jonás y Medea, Dédalo y su hijo Ícaro, Prometeo, Hermes… pero es todavía más mágico leer la historia de una Circe feminista y empoderada que, como todos, aprende de sus errores y lucha consigo misma para convertirse en su mejor versión.
No obstante, a pesar de que la Circe de Miller es una mujer feminista —es algo que subyace en el propio libro, la historia y el personaje—, el obstáculo al que se enfrenta durante todo el libro es a su inmortalidad. Durante toda la novela Circe está entre dos mundos, el de los dioses inmortales a los que realmente pertenece y el de los humanos, unos seres insignificantes, prescindibles y que son un mero entretenimiento para los dioses, además de una fuente de regocijo que engorda su ego a través de las ofrendas y la veneración. Pero Circe no es así, Circe ama y se preocupa por los humanos y siente verdadero desasosiego ante su muerte, al igual que ante su propia imposibilidad para seguir el mismo camino. Tendrá que aprender también a vivir con ello, al igual que con el rechazo, la violencia, el desamor y el largo etcétera de adversidades que se irá encontrando.
Ícaro, Dédalo, Ariadna. Todos se habían marchado a los campos oscuros en los que las manos no pueden trabajar más que el aire, donde los pies ya no se posan nunca más en el suelo. Si hubiera estado allí…, pensé. ¿Qué hubiera cambiado? Hermes tenía razón. A todas horas se producen fallecimientos de mortales, por naufragios de barcos, por heridas de espada, por ataques de fieras salvajes y hombres violentos, por enfermedades, por descuido o por la edad. Era su destino, como me dijo Prometeo, la condición que todos ellos tenían en común. Por vitales o brillantes que fuesen en vida, por muchas maravillas que fueran capaces de obrar, terminaban convirtiéndose en polvo y humo, mientras que los dioses, incluso los más pequeños e inútiles, seguirían aspirando el aire resplandeciente hasta que las estrellas se apagaran.
Es evidente en Circe el gran trabajo de documentación y de imaginación que ha desarrollado la autora para contar historias populares, completando los flecos y dándole su toque personal. Es algo que sólo se consigue sintiendo verdadera pasión por el tema y eso se nota. Se nota el cariño y el esfuerzo que Madeline Miller ha puesto en este trabajo. Por todo esto, no puedo más que recomendar esta maravillosa obra tanto para los amantes de la mitología clásica, que disfrutarán del reencuentro con viejos mitos y de cómo Miller le ha insuflado vida a esta diosa hechicera, como para los neófitos que no tengan ni idea y quieran acercarse al tema y al personaje por primera vez. No obstante, un aviso a navegantes. El libro trata sobre una mujer, compleja y poderosa, pero una mujer con las limitaciones que tenían en aquella época fueran diosas o mortales, por lo que no esperéis grandes aventuras ni batallas; eso era territorio masculino y, por lo tanto, se queda fuera de este libro.
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