Tengo una amiga que adora la película Big Fish, dirigida por Tim Burton y protagonizada por Ewan McGregor. De verdad que le encanta. Se puede pasar horas hablando de ella. Y yo no termino de entenderlo. A ver, está bien, pero ya. Ella dice que tiene un aura circense que hace que se teletransporte y yo no entendía a qué se refería hasta que no he leído la novela de la que vengo a hablaros hoy.
Se trata de Circo, la troupe del bosque marchito, escrito por J. J. Tapia Menéndez. Lo primero que llama la atención de este libro es su portada: en ella podemos ver un montón de personajes muy diferentes entre sí. Todos ellos nos desvelan que forman parte del mundo del espectáculo. Y es que todo empieza cuando un meteorito destroza un bosque repleto de elfos y otros seres fantásticos. Los que sobreviven tienen que buscar un sitio donde pasar los días hasta que puedan volver a su bosque, así que varios de ellos terminan en un circo, el sitio perfecto para pasar desapercibidos y vivir tranquilamente.
A su vez conocemos a Ariadna, la protagonista de esta historia. Por unos motivos que ya descubriréis cuando leáis el libro, su madre la manda al circo de su abuelo para pasar el verano. Allí descubrirá quién es su padre —al que no conoce y del que a penas sabe nada—. Pero ese verano no solamente se encontrará con su pasado, sino también con su futuro. Conocerá a seres increíbles que le descubrirán un mundo nuevo y le enseñarán que todo es posible.
Este libro, como ya habréis podido deducir por mis palabras, está cargado de fantasía. Pero fantasía de la buena, de esa que hace que tu mente viaje a miles de kilómetros mientras tu cuerpo está inmóvil en el sofá incapaz de hacer otra cosa que no sea leer esta historia creada por J. J. Tapia Menéndez.
Una de las cosas que más me ha gustado es el desarrollo de los personajes, sobre todo el de Ariadna. Y me ha gustado que, a pesar de que hay muchísimos personajes y todos tienen su protagonismo a su manera, todos ellos son necesarios para la historia. Lo primero que me llamó la atención fue la poca empatía que demostró la madre de Ariadna al mandarla a un circo donde no conocía a nadie. Imagínate: tener que pasar el verano entero en un sitio donde nunca has estado y donde la normalidad brilla por su ausencia… Pero luego lo cierto es que llegué a comprender los motivos de la madre. Al igual que la historia del padre —del que no quiero hablar mucho para no estropearos la historia—, que al principio me generó un montón de prejuicios que después se fueron disipando con las páginas.
También hay una cosa que me ha gustado mucho y es la amistad que se fragua entre Ariadna y Antoine, un chico que es acróbata y que acaba por enseñarle unos cuantos trucos a la chica. Esa amistad, será por la edad similar que tienen o por lo parecidos que son en realidad, se intuye como algo irrompible y fuerte que durará más allá de esta páginas. Y esto es precioso, porque la historia de amistad que se genera entre los dos es tan bonita que traspasa el papel y llega al lector como una flecha directa al pecho.
En cuanto a la narración, encontramos una voz en tercera persona que le da a este libro un halo de misterio y, también, un poquito de cuento. Como aquellos que contaban las abuelas. Este tipo de narración nos permite viajar de un personaje a otro, dándole la oportunidad al lector de conocer un poco más a todos aquellos que viven en el circo y que tienen tanto que aportar y que contar. Además, la extensión de los capítulos —tirando a corta— es ideal para aquel que quiera engancharse al libro. Como reflexión personal, siempre he creído que es mucho más fácil que esto ocurra cuando los capítulos no son extensos en exceso, pues siempre permite aquello de «un capítulo más» que lleva al inevitable insomnio por no querer o no poder parar de leer.
Pero lo que más me ha gustado no son los personajes ni las historias que hay detrás de ellos, sino que lo que me ha tenido en vilo todo el tiempo ha sido la ambientación. No solamente la relativa al bosque y todo lo que ocurre con el meteorito, sino también la concerniente al circo en sí. Como he dicho al principio, yo nunca he sido mucho de circos, aunque sí de historias fantásticas, pero no comprendía eso que decía mi amiga del «aura circense». Ahora lo entiendo muy bien. Hay una magia muy especial que se respira no solamente en la arena, sino también entre bambalinas. Y vale que el circo no es un circo al uso, ya que la magia que se respira en su interior es real y no únicamente una alucinación provocada por juegos de manos y purpurina, pero aun así uno consigue volver a esos momentos de la niñez en los que el «cómo están ustedes» hacía que la tele se convirtiera por unos momentos en la mejor amiga que uno podría tener.
En definitiva, Circo, la troupe del bosque marchito, ha sido un gran descubrimiento. Una novela que te encantará si estás buscando fantasía a raudales y si todavía sientes que tu niño interior merece salir de vez en cuando. Ahora, si me lo permitís, o tengo que hacer una llamada porque acabo de comprender aquella frase de «nunca hablábamos de lo que no hablábamos».