Claraboya, de José Saramago
Cuando me enteré de aquella terrible noticia mi vena egoísta se hizo presente automáticamente y en lugar de pensar en el dolor que significaba para su esposa y el mundo cultural, lo primero que atiné a decir fue “Ya no habrá más novelas de él” Y eso me golpeó mucho, porque su extensa biografía ya había desfilado por mis ojos, porque inconscientemente pensaba leer cada año, hasta el fin de mis días, un libro de Saramago.
Sin embargo, como fabulador que era, el autor de “Ensayo sobre la lucidez“ y “El evangelio según Jesucristo“ nos tenía reservada una sorpresa, que además guardaba en sí mismo una historia digna de ser contada. Es que como un círculo que se cierra, como una especie de engaño a la muerte, la primera de sus novelas aparece ahora como la última en salir publicada. Su origen literario llega en el fin de sus días, sus primeras mágicas palabras son las últimas en brillar. Y entonces uno siente que el genio portugués se fue, es verdad, pero no tanto.
¿Qué ocurrió para que se dé esto? Muy simple: aquél joven escritor de menos de treinta años envió ilusionado el manuscrito de Claraboya a una editorial que, como ocurre muchas veces, jamás le contestó si publicaría su obra. Triste, decepcionado, Saramago entró en un silencio que duró veinte años, hasta que la popularidad internacional le llegó en 1982 con la publicación de Memorial del convento, a la que siguieron libros geniales como La balsa de piedra e Historia del cerco de Lisboa.
Cuando desde la editorial lo llamaron para decirle que habían encontrado el original de Claraboya y que sería un honor publicar la novela, un no rencoroso pero sí memorioso Saramago dijo “No” y aseguró que mientras siguiera vivo esa historia no se publicaría. Todavía seguía ofendido.
Para alegría de todos sus fanáticos, entonces, su primer libro finalmente ha salido a la venta y paso a contarles todo lo que me ocurrió al leerlo:
Lo primero que me llamó la atención es que la estructura es totalmente diferente; quienes lo leímos tanto estamos acostumbrados a esa literatura continuada, sin puntos ni mayúsculas que asemeja a un pensamiento interior interminable. Claraboya es todo lo contrario: abundan las estructuras de diálogos, los puntos apartes y las mayúsculas.
Admito que me asusté: pensé que no me gustaría.
Me equivoqué, y mucho: porque solo es necesario leer cinco páginas para saber que su voz, aunque varíe la estructura, está ahí, presente, clara, lúcida, con sus ironías finas, sus divagaciones profundas, sus personajes de siempre, esos hombres solitarios y silenciosos al que el amor siempre los salva, esas mujeres sufridas, golpeadas por la vida, pero con una fuerza interior que mueve montañas.
Me equivoqué y mucho, porque pese a haber sido escrito hace ya tantos años, la novela destila actualidad y entonces vemos a esas sociedades amantes del cotilleo, de vidas cotidianas y explotadas, de poderes políticos corruptos, de egoísmo por doquier, de soledad y desasosiego.
Estamos a mediados del siglo XX en Lisboa y vemos pasar los días a través de una claraboya: ella permite ver lo que ocurre en una serie de vidas que habitan un edificio en común. Silvestre, un humilde pero profundo zapatero, saluda a una vecina y cuando nos queremos dar cuenta ya estamos conociéndola, y con ella a la pareja de arriba y a través de esta última, como una especie de hilo conductor, a los distintos personajes que habitan el piso. Capítulo a capítulo vamos abriendo una vez más cada una de las puertas y conociendo más en detalle todo lo que ocurre dentro (no solo de las habitaciones, sino de las mentes de quienes las habitan)
Y así, en lo que para mí es un excelente y real mosaico de lo que ocurre cotidianamente en la sociedad portuguesa y en gran parte de Galicia, aparecen ante nosotros una serie de historias entre las que destaco sobre todas la vida de tres mujeres costureras que conviven con el dolor de no poder lograr sus sueños y tener que conformarse con coser para sobrevivir y escuchar la música de Beethoven como único placer. Sin embargo, cada historia es inolvidable, porque ¿Cómo olvidar a Justina, esa mujer agobiada que se odia cada día por haber cometido el error de casarse con un marido cruel? ¿Cómo no mencionar a Abel, el inquilino del zapatero, quien anda por el mundo buscándole el sentido a la vida, cual Fernando Pessoa? ¿Cómo dejar de lado a Lidia, que vive mantenida por un empresario y a la vez mantiene a su interesada madre? ¡Cómo no querer releer ya esta serie de vidas que a la vez representan a una sociedad entera, tacaña, egoísta y que no ve horizonte con el que soñar!
Resulta impactante que en Claraboya el estilo Saramago está tan presente como en sus últimas novelas, lo que por otro lado no hace menos que confirmar el talento de este portugués mundial, mente crítica y comprometida con aquellos que nada tienen, pero que a la vez tanto tienen para decir.
Recomiendo Claraboya a todos los lectores del mundo. Aquellos que jamás lo leyeron encontrarán una novela divertida y lúcida y la puerta de entrada a un universo literario extenso y digno de haber recibido el Nobel de literatura. Quienes tuvieron la suerte de disfrutar de todas sus novelas posteriores, encontrarán aquí las raíces firmes y concretas de un inolvidable escritor que ya desde su juventud tenía bien claro lo que quería decir con cada uno de sus libros.
Pues la verdad es, Roberto, que no pensaba leer este libro, me molesta profundamente que cuando uno fallece se publiquen cosas que él en vida no quiso publicar. Cierto es que, como dices, este no se lo quisieron publicar cuadno era joven, pero tiempo tuvo para poder publicarlo si ese hubiese sido su deseo… Claro que ya que he leído todas sus novelas, será difícil que no caiga en la tentación de acercarme a ella, y más después de leer tu reseña.
Un abrazo!
Fantástica reseña! Y desde luego animas mucho a leer esta novela. Y mira que no estaba entre mis próximas lecturas de Saramago, que aún me queda mucho por leer del autor. Pero has conseguido que intente hacerle hueco.
Besotes!!!
Yo hasta ahora he leído dos libros de Saramago (Ensayo sobre la Ceguera y Las intermitencias de la muerte). Ese estilo único de unir historia tras historia es único. Nadie como Saramago. Ahora me he quedado con ganas de leer Claraboya. Excelente Reseña!