Clásicos infantiles 25
Lo reconozco. Una de las mejores cosas que tiene escribir en un blog – y más, hacerlo en esta sección infantil – es la posibilidad de hablar de ciertos clásicos infantiles que, más tarde o más temprano, vuelven a aparecer para llenar las estanterías y hacerme recordar muchas vivencias de cuando era pequeño. Y todo eso, además, se enlaza con la posibilidad de hacérselo ver al pequeño, a ese sobrino que se pasea a veces por estas reseñas, para que descubra a personajes que hoy parecen olvidados por las nuevas generaciones, y que no debieran perderse nunca. El libro que traigo hoy no es sólo un libro infantil, sino un regalo en toda regla, porque no hay nada mejor que ver reeditados, en una edición preciosa, algunas de las historias que más te han gustado.
La historia – la más reciente, la otra me la guardo para mí – pasa por ir paseando por la librería, observando el mundo de libros infantiles que me rodeaba y encontrando ahí, colocado en una estantería, un lomo rojo con letras blancas que empezaba así Mumin: la colección completa… y casi llegando al paro cardíaco cuando vi esta edición. Puede que mis reacciones no sean muy normales a ojos de alguien que no tenga esa pasión por los libros que tenga yo, pero reencontrarme con Mumin de nuevo me hizo recordar, hizo que me sintiera como un niño de nuevo y que aquellas noches en las que descubría alguna historia nueva de este personaje, volvieran de nuevo y fuera como si las estuviera viviendo en ese mismo momento, ahí, detenido el tiempo y yo acariciando el libro entre mis manos. La consecuencia lógica es la que todos esperáis: me lo llevé a casa, me senté en mi sillón de orejas, y empecé a leerlo, pensando una y otra vez en aquellos días, en esos momentos en los que una imagen, un simple personaje, me hacían soñar con otros mundos y me hacían reír como si no hubiera otra cosa en el mundo que hacer precisamente eso: reír.
Hay que decir una obviedad llegado el momento: la edición de Cocobooks es de las que enamoran a aquellos que vemos reediciones cada día y – algunas – mal construidas. Pero la historia de Mumin: la colección completa de cómics de Tove Jansson merecería páginas enteras que hablaran de su personaje principal, Mumin, un ser amable y bondadoso, pero que tiene un humor que cambia demasiado, o de Sniff, su amigo que intenta hacerse rico a toda costa, o los padres de Mumin que reaparecen para hacer ¿más fácil? la vida de Mumin, y otros muchos personajes que aparecen en las viñetas que la autora creó hace un tiempo y que ya se convirtieron en clásicos para aquellos que nos topábamos con ellos, o que los mirábamos únicamente en algún dibujo furtivo que hemos visto en algún viaje, o que recordamos por esos atajos que tiene la memoria y que te llevan a sitios que no te esperabas. Pero es que las historias de Mumin son fabulosas, son perfectas para todos los niños – aunque haya escenas que a lo mejor no entiendan esas mentes tan pequeñas – porque disfrutarán de un humor gamberro y de ideas surrealistas, todo ello, aderezado con un mundo que hoy ya no se ve, porque la sencillez ya no se lleva y parece que cuanto más artificio haya, mucho mejor será la historia. Aquí no veremos eso, aquí estaremos ante los trazos exquisitos de una historia que con unos pequeños movimientos y con una historia que va entrelazando las viñetas, nos cuenta pequeños cuentos convertidos en uno sólo gracias a esta bella edición.
Muchas veces uno se pregunta si los libros que se catalogan como infantiles, son realmente para niños. Si no son los adultos los que al final acaban disfrutándolos mucho más. Mumin: la colección completa de cómics de Tove Jansson puede que lo disfruten los adultos – o mejor, sin el puede, lo digo toda seguridad – pero eso no excluye que los niños, y ahí entra de nuevo mi sobrino, ese que ha permanecido agazapado en las sombras de estas letras, disfruten como el que más de una historia que merece la pena ser descubierta. Porque como todo tesoro, no vale para nada que se quede bajo tierra. Lo importante es sacarlo a la luz y que lo disfrute el mundo.