Clásicos infantiles 8
¿Quién, de todos vosotros, podría explicarme qué es exactamente para él un clásico infantil? Palabras, palabras que significan para muchos de nosotros todo lo que fue la infancia, como si estuviéramos viendo desde lejos aquello que nos hizo sentir que éramos únicos porque los personajes que aparecían en los libros parecían hablarnos desde las páginas. Pero en el fondo esas palabras no dejaban de ser ensoñaciones, meras descripciones de algo a lo que no sabemos muy bien definir, pero que está ahí, que siempre lo ha estado, y que ha pasado de generación en generación para hacernos entender que el mundo sin la literatura no sería mundo, quizá otra cosa, pero desde luego no el mundo que todos conocemos. Será por eso que yo me encuentro aquí, en esta sección de Clásicos infantiles para enseñar una de esas colecciones que, de vez en cuando, nos regala una editorial, nos enseña a través de sus ilustraciones, de su edición perfectamente cuidada y llena de todas aquellas historias con las que los niños crecieron, con las que los niños sintieron, con las que los niños se hicieron fuertes y faltos de miedo, y con las que los niños, ya adultos, volvieron a aparecer para impregnarlo todo con una sonrisa, con una voz de ingenuidad y unos ojos de noctámbulo que miraban con ansia aquello de lo que estaban hechos aquellos cuentos: los sueños.
Quizá sea atrevido por mi parte hacer ver a la gente que esta es la colección definitiva. Quizá aquellos de vosotros que me leáis contéis en vuestro haber con otra selección de cuentos clásicos con la que habéis crecido, con la que habéis reunido noches en vela, noches de diversión, y días de ensoñaciones con los ojos abiertos, mientras pensabais en todas la aventuras que habíais vivido horas antes. Pero estos “Cuentos para cada momento” es una de esas maravillas, en pequeño formato, con las que no sólo los niños pueden disfrutar. Si no me creéis, yo soy una prueba viviente de ello. Porque hace tiempo esta colección apareció en mi vida por arte y gracia de una persona que, sin conocerme, sin saber muy bien quién era yo, simplemente un humilde reseñista que intentaba impregnar sus escritos con la pasión que sentía por la literatura, me los regaló e hizo de mí un hombre mucho mejor, un cuenta – cuentos perfecto para las noches de tormenta, para los días soleados que se convierten en nublados, o para aquellos días en los que la tristeza y la alegría se alternan para combatir en un duelo sin igual. Y agradezco a esa persona su regalo, no sólo porque con él he conseguido entender que los cuentos siempre formarán parte de mi vida, sino que, además, agradezco su regalo por el simple hecho de haberme hecho renunciar por un momento a las obligaciones de la vida adulta y verme inmerso en aquellas historias donde los personajes de mis cuentos favoritos iban desfilando uno por uno.
Los que no sepáis de su existencia, estáis en un craso error. Macmillan editó este libro, estos libros, esta selección de cuentos, para que todos aquellos que vivían la infancia en sus propias carnes, esos pequeñitos que lo son todo para nosotros, supieran divertirse con las historias que allí se cuentan. Porque, ¿qué hay mejor, qué puede haber mejor, para iniciarnos en la lectura, que una selección de algunos de los 72 mejores cuentos, leyendas y fábulas que han ido apareciendo a lo largo de la historia de la literatura? Y acompañando a las letras, acompañando al conjunto de caracteres que, como bailarines en una danza ya conocida se mueven al compás de nuestros ojos, aparecen algunas de las ilustraciones más cuidadas, más vivas, que yo haya podido encontrar (con permiso de otros ilustradores que, para mí, son maestros en lo suyo). Y es que de eso se trata cuando hablamos de clásicos infantiles: saber encontrar un equilibrio entre la historia y sus imágenes, porque en ellas, en sus colores, en sus trazos delimitados, conoceremos mucho mejor a aquellos personajes que vienen para quedarse, para convertir nuestro mundo en algo sorprendente, en algo donde posar nuestros ojos por siempre para no dejarlos pasar nunca más.
Mi infancia fue una de esas infancias en las que los libros aparecían en las estanterías sin saber muy bien cómo lo habían hecho. Para mí, aquellos libros que se dibujaban a lo lejos, eran como un tesoro que debía ser abierto, que debía ser encontrado y que jamás se perdería porque mi vigilancia era sublime. Me encantaba mirar desde lejos como aquellas historias permanecían, se quedaban a vivir conmigo en el mundo real, para poder visitar el mundo fantástico siempre que quisiera. Y hoy, cuando mis ojeras por el trabajo, cuando mi cuerpo está un tanto más ajado por el paso del tiempo, me encuentro aquí, hablando de estos “Cuentos para cada momento” donde reposar lo aprendido, donde encontrarme seguro y a salvo de las inclemencias de un tiempo que ya no se puede mirar sólo a través de la ventana, pero también abrazado por unos miembros fuertes que me resguarden del frío, de la tristeza, de la melancolía, porque esta selección de cuentos no es sólo eso, sino que es una invitación para todos aquellos que vivan, que sientan la literatura como yo la vivo, con esa pasión que se pone a las cosas que de verdad importan, que son las esenciales para que, nosotros, existamos de la mejor de las maneras posibles.
Y eso, queridos lectores, es algo tan bello, que es imposible no tenerlo en cuenta.
Tentadores todos!!! Ays, qué ruina…
Besotes!!!
Lo bueno es que en una misma caja vienen todos juntos Margari!! Y el precio tampoco es demasiado elevado, porque 26 euros tienes una barbaridad de cuentos para leer y leer y leer