No tardaré demasiado en conocer personalmente a Marta Sanz y no había leído nada de ella. A pesar de que tengo compañeras, como Victoria Mera, que como habrán comprobado, ya la han reseñado aquí mismo, y amigas que han leído toda su obra, he preferido que no me digan por cual debería empezar. Ya sé que lo lógico sería empezar por sus primeros libros para analizar su progresión bla bla bla… Pero yo no soy una persona lógica y además tengo la sensación de que a esta mujer hay que leerla por puro instinto, ya saben, de forma intuitiva, y como ya conocen que elijo mis lecturas por cosas tan surrealistas como las portadas, el diseño, el volumen, el nombre de la autora o autor, por las referencias de otros lectores o por falta de ellas… Hoy he decidido tomar un par de sus libros y leer sus primeros párrafos para elegir.
Siempre me parece interesante ver como empieza un libro, y tras iniciar la lectura de este decido no parar cuando ya estoy más allá de la página 20, así que continúo con Clavícula, un libro que empieza así:
“Voy a contar lo que me ha pasado y lo que no me ha pasado.
La posibilidad de que no me haya pasado nada es la que más me estremece.
¿Cuándo empieza el dolor?, ¿el primer síntoma? Quizá yo puedo fijar el mío mientras sobrevuelo el océano Atlántico rumbo a San Juan de Puerto Rico. Aunque ese sería más bien el exótico o cosmopolita comienzo de una novela que tendría que firmar alguien que no soy yo…”
Algunas personas tenemos la capacidad de escuchar y sentir todas y cada una de las partes de nuestro cuerpo, de tal manera que podemos incluso, no solo notar, sino oír, el paso de la sangre por nuestras arterías. Así que si esta señora me va a hablar del dolor ahí estaré yo para atender a todo lo que me quiera contar… Y es más que probable que para comparar.
No se trata de ser más o menos hipocondríaca, porque como me decía no hace muchos días la mujer más importante de mi vida, ser hipocondríaca también es estar enferma…, y claro, ante esto, mi silencio y mi asentimiento total.
Me ha gustado el libro, es como la vida de diario, hablando de esas cosas de las que no solemos hablar. Lo que me duele, cuanto gano y en qué lo gasto; qué, cómo y cuando escribo, como selecciono mis temas… Está claro que he acertado en la lectura porque ahora tengo como un millón de preguntas que hacerle, además creo que es su penúltimo libro y seguro que es unos de sus libros más personales.
Leyéndolo he pensado en Carmen Laforet, no puedo evitarlo cada vez que leo un libro de este estilo, como cuando leí hace no mucho Maternidad, de Sheila Het, siempre pienso en Laforet, y en lo mucho que nos robó quien la condenó a no escribir literatura “experiencial”, real o aparente. Escribir sobre escribir y sobre quien escribe.
Pero volvamos al dolor. Me gusta que haya mujeres que escriban sobre el dolor, porque el dolor siempre ha tenido una mirada muy masculina, ya saben, antes los síntomas del infarto solo se detallaban desde la perspectiva masculina, dolor intenso en el brazo que se irradia hacia la espalda y el pecho… Pues bien, lees a estas mujeres y te das cuenta de que hay dolores que no son ni histéricos, ni irreales, ni espirituales… Hay dolores que nacen de la sensibilidad verdadera, y yo estoy segura de ello, como lo está la autora, y eso nos lleva una y otra vez al fisioterapeuta, y como dice Marta Sanz, esa sensibilidad extrema “se convierte en medicamentosa o se confunde con el mal carácter o con el no saber vivir en paz…”
Pues ya ven, he leído un libro sobre el dolor del cuerpo y sobre el dolor del alma y sobre cómo escribir es importante, no para calmar el dolor, pero sí para que otros sepan que su dolor es importante, es creíble, es real y cierto… He leído sobre el dolor de esta mujer que escribe, y ya había leído yo mucho sobre quienes escriben para vivir ¿Qué le importa al lector el dolor ajeno cuando solo es un camino de salvación personal? Hay que escribir para que otros vivan, esa es la diferencia que he visto en Marta Sanz, ella escribe sobre un dolor personal que trasciende a lo general, escribe en primera persona como recurso literario, o eso espero, porque lo que hace Sanz en Clavícula, es lo que me gusta creer que venimos llamando literatura.
Lo sé, lo sé, la reseña es extraña, quizá poco he dicho sobre el libro o quizás he contado más de lo necesario. En cualquier caso lean Clavícula y lean a Marta Sanz. Yo ya me pongo con el siguiente.