Una de las cosas que más me gusta es la de poner banda sonora a cosas que no la tienen. De la misma manera que en una película se introducen canciones en mitad de distintas escenas para darles un valor añadido —con resultados muy dispares—, creo que otras situaciones cotidianas como tomar un vaso de vino, dar un paseo por el monte o, sobre todo, leer una buena novela, se pueden llevar a otra dimensión si las acompañamos de lamúsica apropiada. En el caso de Cómo dejar de escribir el hecho de vincularla a un tipo de música concreta ha sido obligado, dado que el estilo narrativo de Esther García Llovet es profundamente melódico. Esta novela suena a música canalla: a los primeros discos de Extremoduro, a Eskorbuto, a los Chichos, a El Coleta… De hecho, creo que en este caso es incluso más comparable su estilo con una referencia cinematográfica: Cómo dejar de escribir es cine quinqui puro, aunque situado en nuestra década, con todos los cambios sociales y culturales que ello implica.
Se nos cuenta la historia de Renfo, el hijo de Ronaldo, un popular escritor sudamericano fallecido recientemente. El joven tiene en mente la idea de escribir una biografía de su padre y asume como necesaria la tarea de encontrar un manuscrito perdido, que contenía textos de su progenitor que aún no habían sido publicados. Durante su búsqueda, que tiene mucho de espiritual, de conocer a un padre que nunca había ejercido como tal, el protagonista se introduce en un Madrid esperpéntico plagado de personajes excéntricos y bohemios, de fiestas cutres organizadas por anfitriones almidonados, de relaciones familiares sin apenas vínculo afectivo, de enormes dificultades para relacionarse con el resto.
La autora fascina con la forma tan gráfica con la que describe los ambientes madrileños. Su estilo, directo y sencillo, se mueve siempre en el marco de lo terrenal, con muy poquitas florituras y mucha fijación en los detalles más mundanos, en las conversaciones más insulsas y en los escenarios menos sugerentes y excitantes, lo cual ayuda a construir un escenario fuertemente realista e identificable por todos aquellos que no vivimos en el país de Nunca Jamás. El Madrid de García Llovet es otro hijo bastardo del capitalismo más inhumano y del aislamiento de la sociedad 3.0.
Este es, en definitiva, uno de esos relatos que se lee de una sentada. Tanto la brevedad de su texto como el ritmo que impone, con diálogos numerosos y frases cortas, consiguieron tenerme atrapado durante toda una tarde. Suelo dar prioridad a las historias antes que a los ambientes en mis lecturas, pero en este caso lo que más me ha impresionado ha sido la capacidad de García Llovet para volcar en papel escenarios de nuestro día a día tan alejados del ideal que nos imponen las revistas y las películas hollywoodienses.
Lo bueno de la literatura es que uno no tiene por qué elegir un género concreto al que dedicar sus días, sino que puede disfrutar con lecturas muy heterogéneas. Cómo dejar de escribir es una novela rara, mucho, pero también es enormemente refrescante y llamativa, un viaje a toda velocidad, con decenas de derrapes y de salidas de pista, por un Madrid en plena crisis existencial.