Muchas veces me he preguntado a mí misma si creo en el destino. El destino es un tema muy recurrente y sale en infinidad de conversaciones. Y también en películas y libros. En casi todas las películas americanas, hay unos minutos dedicados a dilucidar sobre el destino y los personajes saben a la perfección si creen en él o no. Yo, no lo sé. Por una parte, me gustaría pensar que sí que existe, en tanto que todo lo que hacemos lo hacemos por un motivo. Pensar que estamos predestinados a algo también es ser muy egoísta, ya que todo lo que nos pase en la vida será culpa del destino, por lo que nuestros errores no tendrían nada que ver y podríamos actuar indistintamente y sin remordimientos porque el destino que nos aguarda ya está escrito. Da igual si hacemos las cosas de manera correcta o no, porque vamos a acabar donde tenemos que acabar. Pero, por otra parte, a veces me gusta pensar que no existe, que cada uno elige su propio camino y que con las acciones que uno realiza día a día conseguirá vivir de una manera u otra en el futuro, labrándose su propia historia.
El destino es el tema principal en Como hielo en el fuego. Y al leerlo he tenido claro de qué tipo de destino hablaba: del primero. Luz Gabás, autora aragonesa, nos trae una historia en la que el destino está escrito. El sino de los personajes principales, Attua y Cristela, es estar juntos, pase lo que pase. Pero para que esto tenga un poco de sentido, os voy a contar brevemente la historia de estos dos protagonistas:
Attua vive en Madrid a finales del siglo XIX. Tuvo que mudarse hasta el centro del país para poder estudiar y labrarse un futuro. Desde que vive allí no ha parado de pensar en Cristela, su futura mujer y que le aguarda en la zona de los Pirineos. Pero cuando Attua vuelve a su pueblo natal, Albort, descubre que su padre ha sido brutalmente asesinado y que las termas que regentaba se han quedado sin dueño, por lo que Attua debe coger el mando de las termas para que el negocio familiar no se vaya a pique. Mientras tanto, una guerra carlista estallaba irrefrenablemente, amenazando con romper el futuro y la vida de todo aquel que pille a su paso. Entre ellos, el destino de Attua y Cristela, que verán truncada su idea de vivir juntos para siempre.
Como hielo en el fuego es también una historia sobre fronteras y guerras. Sobre personas que, estando muy cerca, se sienten a millones de kilómetros de distancia. Una lejanía entorpecida por los Montes Malditos que parecen ser un trecho inexpugnable.
Pero al final, el amor es eso. Atravesar obstáculos, pero sentir que el destino los pone ahí por algún motivo. Si todo se supera, al final la relación será fuerte y eso llevará a que el futuro por fin traiga consigo todo aquello que aguardaba.
Luz Gabás vuelve a enamorarnos, como ya lo hizo con Palmeras en la nieve y Regreso a tu piel. Esta escritora tiene la capacidad de darnos historias de amor que nada tienen que ver con las típicas novelas rosa en las que todo parece más que mascado. Luz Gabás escribe delicadamente, con pasión y paciencia, haciendo que el lector quiera avanzar en la trama, pero a la vez no llegar al final. Porque llegar al final de una historia que te atrapa y te deja sin aliento siempre es algo difícil. Pero, queremos o no, el final tiene que llegar. Y eso, ni más ni menos, es el destino.