A menudo, si alguien nos pregunta sobre el último libro que hemos leído solemos responder con un escueto resumen de la trama. Algo así como: Me he leído un libro que trata sobre el joven heredero a la corona de Dinamarca, que está triste por la muerte de su padre y cabreado con su madre por haberse casado con su tío. Un día, se le presenta el espíritu de su difunto padre y le pide que vengue su muerte porque ha sido asesinado. Para comprobar si es un engaño o no, el protagonista decide montar una obra teatral que escenifique el asesinato y así descubrir al asesino.
Si tienes suerte de que tu interlocutor resulta ser una persona versada y curiosa, y decide saber más acerca del libro para convencerse e ir a buscarlo a la biblioteca, como mucho le daremos los detalles más llamativos acerca del protagonista. Esto sería algo como: El protagonista se muestra durante toda la obra melancólico. Quiere conocer la verdad para vengar a su padre, saber qué tiene que hacer, pero a la vez parece disfrutar de ese estado de melancolía romántica poniéndose mil excusas para no actuar.
Espero que esto no ponga en tela de juicio mi gusto literario ni mi capacidad de síntesis; Hamlet es una de mis obras favoritas y este ejercicio tan solo era un ejemplo de posible conversación coloquial. Pero nos sirve para llegar donde me interesa, que no es más que a este entretenido ensayo de Cómo leer literatura, de Terry Eagleton.
El crítico inglés desmenuza en este libro las claves para acercarnos a la lectura de las obras literarias de un modo más profundo, además de poder servir como manual para escritores, ya que analiza los vicios que suelen cometer muchos autores. Incluso los más grandes. Shakespeare, no, por supuesto. Shakespeare no tiene ni un pero.
Terry Eagleton considera que las obras literarias son creaciones retóricas, además de simples relatos. Rechaza la lectura superficial de un texto y aboga por una especial atención a los detalles que se consideran forma: el discurso narrativo, la estructura gramatical y sintáctica, las ambigüedades, el tono, el ritmo, el estado de ánimo… Defiende una lectura minuciosa, close reading como bautizaron los críticos de la escuela de la Nueva Crítica que surgió en la década de 1930, y va a buscar en cada detalle un significado que consigue sugerir el texto. Este tipo de lectura pretende diferenciar las obras literarias de aquellas que no lo son, es decir, definir la literariedad, y con el análisis crítico decidir qué obras son buenas y cuáles, malas.
Para ello, se va a valer de grandes títulos, en su mayoría anglosajones, para destacar en ellos diferentes aspectos. Entre ellos, los comienzos. Es el momento en el que el autor se siente en su momento óptimo, donde intentará poner todas sus herramientas para conquistar al lector y conseguir en él una conexión que despierte su interés. Analiza, entre otras, el comienzo de Pasaje a la India, de E. M. Foster, donde destaca la estructura sintáctica elegida por el autor. Se trata de una descripción paisajista y el autor ha decidido construir la oración de tal modo que el elemento principal se postergue en el discurso, creando con ello mayor interés en el lector. Este tipo de construcciones se aprecian con una lectura detenida y atenta, así como sucede en el inicio de Macbeth; Shakespeare arranca la obra con tres preguntas que efectúan las tres arpías. Las preguntas hacen que el lector sospeche, que sienta el deseo de responderlas, además, por el tono ambiguo de las expresiones, se pueden sacar conclusiones acerca del papel que representan esas figuras.
El capítulo dedicado a los personajes puede ayudar a muchos escritores noveles a la hora de desarrollar los suyos propios. Como creaciones ficticias que son, Eagleton sostiene que se mantenga una distancia prudencial de identificación y empatía entre el lector y el personaje con el fin de poder analizar en su conjunto todas sus posibilidades, que no serán pocas. Muchas veces llaman la atención los personajes más excéntricos: Sherlock Holmes, Hamlet, pero los que no lo son tanto pueden originar una serie de cuestiones acerca de la obra bastante interesantes. Es el caso del personaje de la obra epistolar Clarisse, de Samuel Richardson, una mujer que es engañada por un hombre despechado y que la somete a una tortura psicológica que culmina en una violación. Clarisse fue considerada por la (mala) crítica como una mujer sosa, mojigata, dramática y morbosa, sin profundizar en que el trasfondo de ese personaje, a priori anodino, se relacionaba estrechamente con la posición que le había establecido la sociedad y el entorno en el que se desarrolla.
La narrativa también será analizada en el capítulo correspondiente, así como la interpretación y el valor de una obra. Es capital el interés que muestra Eagleton en que lo importante de las obras literarias no es que tengan significado, sino que sean capaces de generarlo. A lo largo de la historia, la crítica literaria ha intentado encontrar la fórmula para decidir qué es lo que hace de una obra que sea buena o mala, y en Cómo leer literatura se proponen varios elementos que pueden ayudar a esclarecer las dudas. ¿Será la originalidad? Para los románticos sí, pero los neoclasicistas no defendían tanto los cambios. Entonces, ¿la profundidad será el ingrediente básico? En los poemas de William Blake puede que sí, pero las comedias no destacan por su profundidad y son consideradas clásicos. ¿La elocuencia? Con Hamlet desde luego que funciona, pero también lo hace con Hemingway o George Orwell.
Podría alargarme varias páginas para seguir hablando y argumentando de este Cómo leer literatura de Terry Eagleton, porque la verdad es que he disfrutado muchísimo con su fluida lectura. Al leer pasamos por alto tantas cosas, claro que Eagleton tiene una capacidad para ver detalles y fantasear sobre ellos inconcebible a cualquier vulgar lector, pero ahí reside su genialidad, en enseñar una forma nueva de leer. De una manera llana y sencilla consigue hacer que la lectura minuciosa y analítica de un texto literario no sea tedioso en absoluto además de ofrecer un horizonte de expectativas mayor a la hora de acercarse a cualquier libro. Muy probablemente, cuando alguien me pregunte sobre el último libro que he leído, conseguiré destacar de ello detalles más allá de «de qué va el libro»; leeré lo que se dice en función de cómo se dice.
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