Como el poeta, uno intenta ser, en el buen sentido de la palabra, bueno. Separamos la basura, damos las gracias al camarero que nos sirve el café, no cruzamos con el semáforo en rojo si hay un niño cerca y borramos ipso facto nuestros tuits más impulsivos. Pero parece que no basta, que nuestra conciencia nunca se queda tranquila. Esa vocecita, que puede ser chirriante como la de una suegra o edulcorada como la de un telepredicador, se empeña en acusarnos y en decir eres malo, eres egoísta, eres insolidario.
Algo parecido le pasa a Ulli, la autora y protagonista de Cómo traté de ser una buena persona. Ulli, que fue una adolescente rebelde y sedienta de experiencias, es hoy una madre soltera y sin saciar que tiene a su hijo aparcado con los abuelos. Sale con Georg, un hombre unos cuantos años mayor que ella, con quien mantiene una relación sentimental genuina, es decir, una relación con sentimientos a gogó y nada de sexo. Pero a los dos ya les va bien así. Georg, actor de teatro, vive en las alturas de su arte, no necesita sexo, y es un firme partidario de la libertad en las relaciones. Ulli, por su parte, sí necesita sexo, y mucho, y por eso la solución de tener una relación abierta, sincera y de plena libertad, le permite dar rienda suelta a su sed de sexo y, de paso le ayuda a acallar esa vocecita incordiante.
En esta gran novela autobiográfica, la autora nos ofrece un retrato de sí misma sin ningún tipo de tapujos que, por o pese a ello, quizá no será del agrado de aquellas personas que dicen odiar los tapujos. Y el que quiera entender, que entienda. Ulli es, en cualquier caso, un personaje real, contradictorio y rebosante de vida, y está perfectamente acompañada en estas páginas por otros personajes igual de reales e interesantes, en especial los que forman el trío central, a saber, Ulli, Georg y Kimata. Este último es un inmigrante de origen africano a quien Ulli conoce una noche en que sale a por todas (o más bien a por cualquiera), y cuyo cuerpo y proezas sexuales socavan una y otra vez la determinación de Ulli de poner fin a una relación que cada día será más tóxica.
La historia, en la que nos zambullimos desde la primera página, está narrada a través de unas ilustraciones sencillas, efectivas y divertidas, con tres únicos colores, y sólo en las escenas de sexo se permite la autora dar rienda suelta a toda su creatividad. Hay que decir que Cómo traté de ser una buena persona es quizá un título algo engañoso, pues nos hace pensar en un plan o un proyecto más o menos meditado, cuando nada hay más lejos de la realidad. Se puede acusar a Ulli de muchas cosas, pero no de ser calculadora y carente de espontaneidad. Como cualquiera de nosotros, Ulli lidia lo mejor que puede con sus imperfecciones e intenta pasarlo bien en un mundo donde no es fácil entregarse al despiporre con la conciencia tranquila. Por eso en todas y cada una de las decisiones que toma, intenta poner en la balanza bondad y placer. Todos hemos hecho algo malo que da gustito, pero no es tan fácil hacer algo bueno sabiendo que nos va a dar problemas, y ese es el continuo problema de la vida de Ulli.
Ulli Lust nos habla, en definitiva, de cuestiones como el sexo sin amor, el amor sin sexo, el egoísmo, el sacrificio, el racismo o las relaciones familiares, y lo hace huyendo de lugares comunes y con una excelente novela, tan amena como provocadora.
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