Os tengo que reconocer que una de mis películas favoritas de cuando tenía unos trece años era Una Cenicienta moderna. Una cursilada de película donde Hilary Duff se enamoraba de un chico de su instituto pero que no sabía exactamente quién era. Es decir, ellos se mensajeaban a través del ordenador y ambos ocultaban su identidad, de manera que estaban seguros de que se habían visto en el instituto pero no sabían con certeza quién era quién. Y luego hay una escena súper ridícula en la que quedan en un baile típico americano en el que hay que ir disfrazado. Ella va con un antifaz ¡un puñetero antifaz!, pero él no es capaz de reconocerla. En fin, Hollywood…
Con amor, Simon, me ha recordado inevitablemente a esa etapa oscura de mi vida. Y esto se debe a que en este libro conocemos a Simon, que es gay pero todavía no ha salido del armario. Y sea como sea, conoce a un chico de su instituto a través de internet (y que no tiene la menor idea de quién puede ser) y al final acaba enamorándose de él tras innumerables mensajes que se mandan bajo un alias. Ya veis que la trama es más que parecida, pero las similitudes se quedan ahí. El libro del que vengo a hablar hoy, escrito por Becky Albertally y editado por Puck, va más allá. Al poco de empezar a leerlo conoceremos a Martin, el típico abusón de instituto, que descubre que Simon es gay ya que este se deja el correo abierto en un ordenador de la biblioteca (¡hay que ser estúpido, Simon!) y entonces decide extorsionarle pidiéndole un favor a cambio de no desvelar “ese oscuro secreto”.
Entonces veremos cómo Simon se tiene que enfrentar a la disyuntiva de ceder ante ese chantaje o plantarle cara a Martin y zanjar todo el asunto. Evidentemente, si hubiera ocurrido esta segunda opción, no habría novela, ya que se hubiera terminado en el primer capítulo. Pero bueno, aun así, nosotros veremos cómo se encara a ese dilema y las consecuencias que ello le va a traer a lo largo de todo el libro.
Becky Albertalli tiene una forma de escribir muy peculiar y es que esta novela está narrada en primera persona. Al ser así, ella adopta el lenguaje de un chico de dieciséis años, es decir, un lenguaje repleto de muletillas y frases hechas. Y leerlo es muy divertido, ya que el lector se puede imaginar perfectamente que es Simon el que le está contando la historia directamente a él, sin intermediarios. Esto hace que quien lo lee se sienta todavía más unido al personaje, considerando al protagonista como un viejo amigo al que se le quiere aconsejar al ver que la está cagando. Esto me recuerda a cuando mi abuela le habla a la telenovela y yo me río. Pues eso. Igualitas.
Me ha gustado especialmente que los personajes secundarios estuvieran muy cuidados. Estos evolucionan a la vez que los hace el protagonista, ya que ellos también tienen sus problemas, sus idas y venidas. En concreto, me ha gustado mucho el papel de Leah, ya que en ella se puede ver muy bien el hecho de que cada uno lleva dentro su propio infierno personal. No solo el protagonista lo pasa mal, no solo Simon tiene problemas, sino que cada uno de ellos está luchando sus propias batallas.
Y aunque ya, en pleno año 2018, no deba decir esto, lo voy a decir igualmente: me gusta que haya libros que tengan personajes gays. Me gusta que su relación gay sea lo principal de la historia. Me gusta que no sea chico chica. Y no debería decirlo porque ya no debería ser motivo de mención. Es decir, debería ser más que normal leer una historia de gays, lesbianas, trans o lo que sea, sin necesidad de decir “ah sí, esa novela en la que el prota es gay”. Cuando leo un libro de John Green nadie me dice “ah, sí, esa novela de heteros”. Pues eso. No sé si me estoy explicando o no, la verdad es que en mí cabeza esto está más claro, pero creo que el mensaje que quería dar lo he transmitido.
Así que nada, para terminar diré que igual la comparación que he hecho al principio no le hace justicia a este libro. Bueno, igual no. No le hace justicia. Pero no me digáis que la relación no es más que evidente. Y dado que todavía no puedo ver la adaptación de Con amor, Simon, creo que me conformaré viendo está noche a mi querida Hilary Duff y su vestido de Cenicienta.
Parece muy interesante y seguro que una gran historia.