Con el agua al cuello, de Petros Márkaris
Segundo libro que leo del griego Márkaris, (el primero, Suicidio perfecto, también fue reseñado en Libros y Literatura) y segunda vez que me quedo pegado a sus hojas.
Tiene este griego, entre otras, la virtud de saber enmarcar sus novelas negras en un escenario de plena actualidad, sacudiendo a todos sus personajes en el convulso y presente clima de crisis y recortes en una Grecia siempre calurosa y extrañamente hermanada con España (curiosos y graciosos son algunos fragmentos del libro, como aquellos en los que en la final del Mundial de fútbol entre La Roja y Holanda, los griegos van con nosotros; que el protagonista, el comisario Kostas Jaritos, a la hora de comprar un coche nuevo se decante por un Seat porque, según su yerno, es español y “entre nosotros tenemos que ayudarnos”…) No en vano Con el agua al cuello es el primer libro de su Trilogía de la Crisis.
La trama es de esas en las que, tras leer la sinopsis de la contraportada, no puedes evitar soltar unas lágrimas y exclamar: “¡Joder! ¡Qué bonito, qué bonito!”
Directores de banco decapitados, una campaña anónima que insta a los ciudadanos a dejar de pagar las hipotecas, las tarjetas y otras deudas… Si es que me emociono recordándolo…
Dentro del cuerpo policial, cuyos miembros también sufren los recortes de la crisis, hay división de opiniones: algunos afirman que se trata de un grupo terrorista, pero nuestro hombre, Jaritos, cree que se trata de un asesino en serie.
Así comenzará la investigación. Una investigación que no será nada fácil, en la que se llegará a varios puntos muertos que impedirán su avance; una investigación en la que, por si fuera poco, la policía se verá presionada por otra clase de “troika” para que resuelva cuanto antes la situación…
En fin. Kostas Jaritos no tiene ningún trauma como el Wallander de Mankell o el Charlie Parker de John Connolly. Aunque parezca mentira, no todos los detectives/comisarios/policías tienen que tener una familia destrozada en su pasado o una adicción al alcohol. A algunos les basta con sobrevivir con un sueldo con el que pagar la boda de su hija, hacer equilibrios para llegar a fin de mes en un país tocadísimo por la crisis y los mal llamados “ajustes”; sortear el insoportable tráfico de una ciudad bochornosa con calles -con nombres tan evocadores como Sófocles, Eurípides y Atenea- cortadas día sí y día también por manifestaciones; y consultar su querido diccionario Dimitrakos…
La trama, bonita como ella sola, repito, se lee con mucha facilidad y atrapa desde el principio, -con un inicio que a mi me ha recordado a El Padrino y los nervios propios de los momentos inmediatamente anteriores a una boda, los de la hija de Jaritos-. Si incluso podríamos decir que Márkaris logra crear una novela costumbrista con algún que otro asesinato enturbiando la vida, fijaos lo que os digo…
Jaritos investigará, con bastantes trabas, su teoría y seremos testigos de cómo la madeja se va desenredando poco a poco gracias a una serie lógica de pasos. No digo que Márkaris haya creado a un Sherlock Holmes, sino que el devenir de acciones que toma el comisario para esclarecer los asesinatos se nos presenta de una manera tan ordenada y clara, que, por lógica sólo cabe esa forma de llevar la investigación.
Márkaris nos conduce por la senda de lo cotidiano y de la intriga al mismo tiempo, de un modo aparentemente sencillo y con una prosa asequible y ligera consigue sumergirnos en una historia que le sirve para reflejar cruda y fielmente los tiempos que estamos atravesando.
Como pega, es mi opinión, la rocambolesca explicación de el/la/los/las asesino/a/os/as (hay que andar con pies de plomo), para la comisión de los crímenes. Pero aún así, es una lectura muy muy disfrutable.
Con el agua al cuello hará las delicias de cualquier aficionado a la novela negra, y enganchará a muchos a un autor que sabe construir buenas historias y que además, las construye bien, que son dos cosas distintas.