Reseña del libro “Con los pies por delante”, de Carles Canals
Si hay algo que me aburre, que me da pereza, que aborrezco hasta los límites de lo más aborrecible es tener que repetir las cosas. Contar el relato de un suceso normal y sin mayor trascendencia a unos primero, luego a otros y después a otros más… me repatea las tripas de un modo que la gente no puede llegar a imaginar.
Imaginad lo que sería para alguien tener que repetir a toda la familia (padres, hermanos, tíos, primos,…) por turnos los resultados nada favorables de unas pruebas médicas. Por eso Carles Canals decidió no dar explicaciones a nadie, “no tener que repetir por teléfono las últimas noticias sobre su enfermedad, los funestos partes médicos, las nada esperanzadoras perspectivas que se le ofrecían…” Decidió contarlo en un blog, “voy a hacer un blog contando que me estoy muriendo”, y más tarde la editorial Sloper publicó el libro con los posts de ese blog.
No sé el motivo, pero me gustan los libros en los que se abordan las despedidas definitivas. Los libros en los que el autor desgrana poco a poco su vida, donde dice lo que le ha gustado, la gente a la que ha querido, la gente a la que va a dejar, los dolores y sufrimientos que ha tenido y está teniendo…
“Recuerdo haber vertido una sola lágrima durante todo este tiempo, y fue al entreabrir los ojos para encontrar los de mi madre, llorosos y desencajados. Después, sólo los dolores físicos han logrado arrancarme algo parecido al llanto.”
Canals aborda su enfermedad sin paños calientes pero sin regodearse en ella ni caer en lo morboso. Nos cuenta, casi como si de un diario se tratara que el peor momento del día es el de entrar en la cama, los efectos secundarios de las veintidós pastillas que llegó a tener que tomar más alguna inyección, las renuncias a tocar el piano o la guitarra, el no saber valorar la presión que las manos ejercen sobre los objetos (las tazas de café caídas al suelo), las reflexiones sobre todo lo que dejamos que hagan a nuestros cuerpos (que nos perforen, corten, inyecten, cosan,…) el dolor que vuelve cuando parecía haberse ido, el efecto místico de algún narcótico y los temidos y odiados trámites con la Administración y Seguridad Social.
Y todo ello sin dejar de vivir todo lo posible la vida: “No voy a dejar que la muerte me amargue la vida” ni abandonar el humor negro “para adelgazar no hay nada como un buen cáncer”.
Recuerda también los buenos momentos. Los veranos al sol, el olor de la leña, el sabor del aceite y la sal sobre el pan tostado, el amor carnal o espiritual, las salivas entremezcladas… Y como cambia la gente a su alrededor, intentando hacer inolvidables los últimos momentos que pasen con él y atesorarlos para siempre.
Con los pies por delante es un relato conmovedor que debe leerse sin prisa, un relato demasiado breve aunque intenso al mismo tiempo, que se disfruta a pesar de lo que cuentan sus hojas.