Reseña del libro “Conde Cero”, de William Gibson
Cuando leo un clásico de ciencia ficción me gusta escudriñar cada página para descubrir cuántas de las profecías que realizó el autor sobre el futuro lejano, y que ahora es nuestro presente, se han hecho realidad. Neuromante, de William Gibson, construyendo el concepto de internet cuando era apenas una idea borrosa y seminal atrapada en la cabeza de algunos, ha sido una de esas predicciones que se llevan la palma. Tan revolucionario fue su planteamiento que llegó a acuñar términos que ahora mismo forman parte de nuestro vocabulario del día a día. Conde Cero es la continuación de esa obra y segunda parte de la Trilogía del Ensanche (Sprawl en su versión original). La editorial encargada de recuperar estos clásicos en una flamante edición es Minotauro dentro de su colección Minotauro Esenciales.
Con Conde Cero volvemos al mismo mundo que Gibson nos planteó en Neuromante. Un lugar siniestro y falto de esperanza donde el humano es adicto a la tecnología y prisionero de los caprichos de las grandes multinacionales. Tan poderosas son esas empresas que dos de ellas se enfrentan por la dominación mundial. Y ello pasa por controlar uno de los activos más valiosos: un diseñador jefe con una idea revolucionaria que podría cambiar la concepción del ciberespacio. El diseñador en cuestión ha decidido desertar de su empresa y hacer llegar sus ideas a la competencia. Lo que en nuestro mundo se solucionaría pasando por un juicio por violar la cláusula de confidencialidad de un contrato, en la distopía creada por William Gibson son los grupos de mercenarios los que toman cartas en el asunto. Turner es uno de los mejores en este tipo de misiones. Sacar al hombre del punto A y llevarlo al punto B sano y salvo, pero como en toda buena historia y gozando de un ritmo frenético a la altura de los mejores thrillers, el asunto se complicará hasta límites insospechados. Conocer a Turner (un tipo al que es imposible no imaginar como el típico héroe de acción de los 90), su vida más íntima, sus miedos, cómo de letal puede llegar a ser y cómo de frágil es, será solo el principio de una trama que se muestra compleja y que pide la máxima atención del lector.
William Gibson es obsesivo y minucioso a la hora de realizar las descripciones, un arma de doble filo que puede agotar al lector pero que a su vez lo embarca en una experiencia inmersiva difícil de conseguir en la literatura. En esta edición de Conde Cero contamos con una nueva traducción realizada por David Tejera Expósito que con su trabajo consigue que la tecno jerga no se nos haga tan pesada, además de actualizar locuciones que se habían quedado algo obsoletas. Gracias a ello entrar en la Matriz, atisbar todo ese mundo conceptual, se convertirá en algo asequible. Y aquí es donde entra Bobby Newmark, alias Conde Cero. Un vaquero novato del ciberespacio que es salvado de morir por algo misterioso cuando intentaba realizar un pirateo. Con Bobby entramos en los barrios obreros masificados, en los lugares donde el paro abunda y la única forma de vida es el trapicheo. La visión de William Gibson de un futuro que nos alcanza es meridiana: filtros de belleza para el teléfono, la gasolina como combustible agotado o prohibido y grandes centros comerciales en ruinas que son el mausoleo de una economía híper capitalista regida por negocios ubicados en el ciberespacio. Entra en escena qué significa creer, la religión y la fe del ser humano que se aboca hacia una nueva era. Los dioses vudú se cuelan en la red así como los ángeles. La búsqueda de qué significan esos seres que se mueven con total libertad por la red llevará a Conde Cero a entablar extrañas alianzas y al lector a visitar una Matriz que se muestra más repleta de incógnitas que en Neuromante.
“En los océanos había sirenas y todas esas cosas, y ahora nosotros tenemos un mar de silicio.”
La obsesión de los superricos en la búsqueda de la inmortalidad fue un tema que Gibson trató en Neuromante. La ética quedaba subyugada por el dinero y la práctica de la clonación sin control planteaba no pocos debates morales y éticos. En Conde Cero la gran fortuna tiene nombre y apellidos: Josef Virek. Y el tipo, al que le sale el dinero por las orejas y vive postrado por una enfermedad incurable, contrata a Marly, una galerista de arte caída en desgracia con el fin de que busque al creador de unas extrañas cajas que contienen curiosos objetos. El género neo noir se abre camino con una trama donde abundan las traiciones, los secretos, los dobles juegos y las conspiraciones. Marly se convertirá sin saberlo en el cebo de una gran operación con el fin de lograr un objetivo mucho más ambicioso.
Con Conde Cero vuelve el cyberpunk con tintes de noir y de gran carga filosófica y hasta teológica. Como todo libro puente Conde Cero es algo complejo y deja algunos flecos sueltos. Si lo acontecido en el primer libro fue un terremoto, en Conde Cero podemos observar en la lejanía una gran ola que se muestra como un tsunami brutal del que no tendremos noticias de sus consecuencias hasta Mona Lisa Acelerada: última entrega de la trilogía y con publicación prevista para mediados de este mismo año.
“Hay cambios que uno tiene que decidir por sí mismo. Imaginarse que algo mejor le espera en alguna parte…”