Hace unos días reseñé Confesiones de una policía, un libro escrito por Olga Maeso que habla de su experiencia personal. En esa reseña dije que intenté dosificarme a la hora de leer el libro, pero que fui incapaz. También comenté que tenía preparada la segunda parte, Confesiones de una policía 2, y que iba a ponerme con ella inmediatamente, justo después de escribir esas líneas.
Pero me dije a mí misma: “Ana, para. No puedes devorarte estos libros de una sentada así como así. Aprovecha que te vas de viaje a Madrid para llevarte otro libro y cuando vuelvas sigues con la historia de Olga, porque si no te vas a hartar de tanta aventurita policial y no vas a disfrutarlo como deberías”. Entonces yo me hice caso, cosa que no acostumbro a hacer demasiado. Así que dejé aquí en casa la segunda parte de esa bilogía y me llevé a Madrid otro libro que no tenía nada que ver. Y, ¿sabéis lo que pasó? Efectivamente: lo que tenía que pasar. Que estuve todo el viaje arrepintiéndome por no haberme llevado el libro de Olga. Por lo que, en cuanto llegué a mi casa y me recuperé lo suficiente como para poder leer más de dos hojas seguidas sin que el sueño hiciera acto de presencia, me puse a leer la segunda parte que tanto prometía.
Si en el primer libro de Olga Maeso nos poníamos en la piel de una estudiante que está opositando a policía y conocíamos los primeros casos que le fueron asignados, en esta segunda parte nos remontaremos, principalmente, al pasado. Conoceremos un poco más a Olga: una chica con complejos, insegura, a la que su físico le atormentaba. Entenderemos qué es sufrir por no ser como los demás quieren que seamos. Viviremos la frustración de mudarnos fuera, a un país cuyo idioma es desconocido para nosotros y fracasar en la búsqueda de trabajo una y otra vez. Sentiremos en nuestras carnes la testarudez de quien dice valerse por sí mismo, aunque en el fondo sepa que no hay ningún sitio como el que llaman hogar. La seguridad al saber a qué queremos dedicarnos el resto de nuestros días y los cosquilleos al conocer el primer amor. Todo eso condensado en un libro finito, que no llega a las doscientas páginas. Así que, ¿cómo no iba a devorarlo con tantas cosas sucediéndose así, tan deprisa, delante de mis ojos?
Tengo que decir que, después de terminar la carrera, me aventuré a meterme en eso que llaman “la vida del opositor”. Me decanté por prepararme unas oposiciones para la Administración Local. Iba a la academia dos veces por semana y luego estudiaba todas las demás tardes en mi casa, cuando el trabajo me lo permitía. Llevaba un ritmo de vida frenético, ya que no dejé de lado el resto de mis aficiones, como era leer, escribir y andar. Eso me llevó a un callejón sin salida. Estaba agotada, no podía con mi vida. En el trabajo no me concentraba, en las clases me dormía, en casa era incapaz de entender un solo artículo, al leer se me cerraban los ojos y, al escribir, no me llegaba la inspiración. Un desastre. Así que me lo replantee todo: ¿de verdad quería esa vida?, ¿de verdad quería ser funcionaria?, ¿estaba dispuesta a sacrificarlo todo durante unos años para conseguir eso? La respuesta estaba clara: no, no y no. Así que lo dejé. Me dediqué a lo que realmente me gustaba. No sé si era la opción correcta pero, sinceramente, ahora mismo me da igual. Soy feliz. Y esa es la meta más importante que podría haber alcanzado.
Por eso, al leer las palabras de Olga no podía evitar sentir una tremenda fascinación. Porque, vale, al principio estuvo dando botes de aquí para allá, sin saber muy bien a qué dedicarse o qué hacer con su vida. Pero de repente un día se despertó sabiendo lo que quería ser el resto de sus días: policía. Y se puso a ello. Trabajó duro, esforzándose al máximo como solo se esfuerzan las personas que quieren llegar a la meta sí o sí y obtuvo lo que había venido a buscar: su plaza.
Cuando reseñé la primera parte mencioné que me hubiera gustado encontrarme con menos errores ortográficos y de edición. No sé si es que Confesiones de una policía 2 se ha madurado más pero el hecho es que no tiene nada que ver con el anterior en este aspecto. Creo que son unos libros muy interesantes, sobre todo para aquellas personas que estén pensando en prepararse unas oposiciones a policía o a alguna rama de la seguridad, y es una pena encontrar en ellos fallos de este tipo. Al mejorar esto, me he encontrado muy cómoda leyéndolo y dejándome llevar por todo lo que Olga me quería contar. Y, sinceramente, después de haber pasado ya tantos ratos con ella, me parece que ahora mismo estoy hablando de una amiga. Os aseguro que sé menos de la vida de muchos amigos míos que de la de Olga. ¡Qué bonito es leer!
Termino ya esta reseña con la certeza de que el tiempo que he invertido en leer estos libros no ha sido en vano. Me han enseñado que debo luchar por lo que yo quiera (pero lo que yo quiera de verdad, eso que me haga despertarme cada mañana con una sonrisa en la cara y con ganas de comerme el mundo). Y que debo luchar con todas las armas posibles, ya que solo así conseguiré alcanzar el objetivo deseado, como bien hizo Olga.