Cuando yo era pequeña vivía con mi madre y con mi tío. A pesar de no tener hermanos, mi tío se encargó de convertirse en uno, en lo bueno y en lo malo. Lo bueno: siempre se quedaba en casa cuidando de mí cuando mi madre trabajaba, jugábamos a la Play día sí y día también, me llevaba al cine a ver Harry Potter (aunque siempre se quedara dormido) y me protegía como si yo estuviera hecha de cristal. Lo malo: todos los días acabábamos peleados por alguna que otra tontería, lo echaba tremendamente de menos cuando se iba con sus amigos y no pasaba la tarde conmigo y me daba un pánico horrible saber en lo que trabajaba. Mi tío era paracaidista.
Por aquel entonces, teniendo yo unos seis años, en la tele nada más que se hablaba de una guerra en un sitio llamado Kósovo. Yo no tenía ni idea de lo que era, pero en casa el ambiente se enrarecía cada vez que alguna noticia relacionada salía en la televisión. Y todo tenía sentido: era probable que a mi tío lo tuvieran que mandar allí. Yo no sabía lo que significaba aquello, pero desde luego no era nada bueno.
Fue en ese instante en el que me di cuenta de lo valiente que era mi tío.
Por suerte, el tiempo pasó, los ánimos se calmaron y él se quedó en mi casa unos cuantos años más. Años que invirtió en una única cosa: prepararse las oposiciones para convertirse en guardia civil. Yo lo veía estudiar día y noche e ir al gimnasio como si no hubiera mañana. Recuerdo que iba con los apuntes de la oposición a todas partes, cualquier momento era bueno para darle un repaso. Fueron unos años muy largos en los que tuvo que sacrificar muchas cosas para poder llegar a ser lo que es hoy en día. No fue fácil, desde luego, sobre todo al ver que los años iban pasando y que, a pesar de aprobar los exámenes y las pruebas físicas, al final terminaba cayendo. Pero lo consiguió y hoy puede decir que es la persona que siempre quiso ser.
Al leer el libro de Olga Maeso, Confesiones de una policía, no he podido evitar acordarme de él todo el tiempo, ya que este libro cuenta la historia real de su autora y de cómo, después de mucho esfuerzo, consiguió trabajar de lo que siempre había querido: policía.
Olga lo tenía claro, ella quería ser policía, costara lo que costara. Ya le venía de familia, pues su padre también lo era, pero cuando se lo comentó a su madre, a esta se le cayó el alma a los pies. Y es normal, porque me imagino que las madres quieren tener a sus hijos sanos y salvos para siempre. ¡Con la de trabajos que hay! ¿No podría haber escogido ser administrativa y estar en una oficina segura y sin pistolas de por medio? Pero Olga lo tenía claro, iba a estudiar (muchísimo), se iba a preparar físicamente para las duras pruebas que tendría que pasar en breve e iba a conseguir la plaza que tanto tiempo había añorado.
Leer su experiencia personal es algo que me ha encantado. No os miento si os digo que me leí el libro de una sentada. Ya desde el principio quedé prendada de la historia, de la sinceridad con que Olga la cuenta. Sentí la frustración que ella debió sentir cuando suspendió por primera vez la oposición y (lo que fue mucho más bonito) la alegría de aprobar. Por supuesto, la presión de estar en la academia, la ilusión por conocer el primer destino y la adrenalina que nace al patrullar la ciudad y no saber qué te vas a encontrar ese día. También la tristeza de vivir casos difíciles, como el de un suicidio o la impotencia al tratar un caso de violencia de género.
La autora nos cuenta todo esto desde su propia perspectiva, siendo sincera y hablando al lector de tú a tú. Yo creo que esto es muy importante para el lector, ya que desde el primer momento siente la cercanía inmediata con ella y es eso precisamente lo que hace que no pueda parar de leer. Además, considero que conocer esta profesión desde dentro es algo imprescindible para todos. Todos deberíamos entender cuál es el proceso selectivo, cuáles son las inquietudes que hacen que una persona se quiera dedicar a este trabajo, a qué presiones está sometida y qué labores hace por los ciudadanos.
Es cierto que este libro, Confesiones de una policía, no contiene gran calidad literaria. Hay alguna que otra falta de ortografía y error en la maquetación que hace este libro no sea perfecto. Pero entiendo que lo que busca la escritora es contar su historia, simplemente. Hacer llegar su profesión a la mayor cantidad de gente posible, contando su experiencia en primera persona. Así como si fuera un diario. Y, como decía en el párrafo anterior, esa cercanía es lo que hace que este libro sea algo especial. Normalmente le doy muchísima importancia a la redacción y no me gusta encontrar errores en ella, pero la verdad es que al leer este libro he conseguido olvidarme de esos fallos, porque la historia de Olga me tenía tan atrapada que lo demás me daba igual. Recomendaría a su autora que, para las siguientes ediciones, se revisaran estos pequeños fallos para así tener un libro redondo.
Os confesaré que, mientras escribo estas líneas, no paro de pensar que tengo la segunda parte de este libro aquí a mi lado (Confesiones de una policía 2) y que ya me está empezando a costar concentrarme en la reseña porque tengo unas ganas tremendas de ponerme ahora mismo con ella. Pero antes de hacerlo, voy a llamar a mi tío y le voy a decir que haga hueco en su agenda porque tiene que leerse un libro que le voy a recomendar. Seguro que le encanta.
Pues me parece interesante, si lo veo cerca lo leeré…gracias