Coral Glynn, de Peter Cameron
Las personas podemos ser lugares. Donde perdernos, donde exiliarnos del sufrimiento, donde resguardarnos del frío e incluso del calor más agobiante. Somos lugares donde caer y levantarse, donde hablar y crear relaciones, enlazando palabras con el paisaje, con nuestro propio paisaje, y después echándolas al exterior para que todos aquellos que nos rodean sepan descifrarnos. Somos paisajes, crepusculares o directamente nocturnos, que descansan en los brazos de otros. Por ello a veces nos perdemos, no vemos el fondo, sólo el paisaje, como si fuéramos ilusiones ópticas que engañan a los ojos y que no nos permiten avanzar lo suficiente. Coral Glynn es una persona, una mujer que deja su pasado y comienza una nueva vida, pero también es un lugar, un lugar en el que entran personas mientras las puertas se abren silenciosamente, casi sin ruido, pero que dejan escapar el aire a través de las ventanas. Porque suele decirse que en el dolor y en el amor, las líneas que los dividen son demasiado sutiles como para poder observarlas. Quizá sea una palabra, quizá una situación determinada, o incluso un simple gesto que haga que todo explote. Y es que de lo que aquí hablamos es de eso, del amor y el dolor, de la tristeza y la alegría, de estancarte y seguir tu camino… de la vida que se crea y que, a veces, se destruye. Eso y más es Coral Glynn y estáis a punto de descubrirlo con vuestros propios ojos.
Cuando Peter Cameron irrumpió en el panorama literario nacional, lo hizo con una historia emotiva que tocó el corazón de muchos lectores. Así lo reflejó mi compañero Roberto en su reseña sobre su anterior libro. Fue entonces cuando supe que, con una necesidad fuera de lo común, debía leer lo siguiente que apareciera publicado. Así es como Coral Glynn entró en mi vida para quedarse. Y resulta curioso que ahora escriba una reseña sobre él por una sencilla razón: ¿cómo se escribe sobre algo que no se sabe cómo nombrar adecuadamente? Uno pasea sus ojos por las letras de este libro como el que ve una vida ante sus ojos que se pierde y se encuentra continuamente y que, a través de los malentendidos que nos da la realidad, acaba deparando un exilio relativo, esa clase de exilio que nadie entiende muy bien cómo fue, por qué se dio, y que contiene los ingredientes necesarios para revelarse como la vida de todos nosotros. Estamos ante una novela que golpea, pero lo hace en forma de caricia, como si fuera un guante de acero que surca nuestra piel y nos deja marca, sin entender muy bien cómo hemos llegado hasta allí, si nos habremos movido demasiado del sitio, encontrando que en el camino una piedra que no hemos acabado de esquivar de una forma decidida, como se presupone que hay que tomarnos la vida. Al menos ese es mi viaje con este libro, un viaje a un lugar, a esa persona que es la protagonista y que contiene en su pequeño cuerpo la belleza frágil de las personas que lo han perdido todo en la vida y no están acostumbradas a ganar nada.
El motivo principal por el que esta novela es de obligada lectura es sencillo: su escritura es como las balsas que llegan a puerto después de una dura tormenta. No podría describirlo de otra forma. Coral Glynn es amor y dolor en un mismo cuerpo, es alegría y tristeza por las calles de un pequeño pueblo, es conocimiento e ignorancia de nuestros propios sentimientos, y ahí, alejado del mundanal ruido, se encuentra ese oasis que Peter Cameron describe como si fuera una de esas personas que tejen hilos, casi invisibles, que nos unen a todos a través de las palabras, de los silencios, de las miradas que buscan de reojo una sonrisa y que tiemblan cuando una mano se posa en la cara. Vuelvo al tema de las caricias porque eso es lo que sucede con este libro. Nos posa con una fuerza tranquila su mano, para llevarnos de la mano a ese lugar que es ella, la Coral Glynn del título, que busca desesperadamente su lugar, sin encontrarlo, posando sus delicados pies en las estancias de una gran casa, abriendo sus puertas al amor, a un amor que parece imposible ya desde el principio, y que el tiempo se encarga de desbaratar, de remover como si estuviera en una batidora, mezclando los ingredientes de cualquier forma. Porque suele decirse que la vida no es fácil, que la vida nos trae sinsabores, tremendos desencuentros, pero de vez en cuando, como si fuera una conjunción de astros extraña, nos presenta la calidez de esta novela que hacen que el cuerpo de cada lector sume experiencias diferentes, sume tranquilidad, sume el nervio que implica cada lectura, para dejarnos reposar que, a veces, las historias de amor no son como en los cuentos de hadas, pero que hay que vivirlas. Hay que vivirlas, por encima de todo.