William Shakespeare es una de las figuras –si no la figura–, más populares y leídas de la literatura universal. Su leyenda es enorme y sus obras se han traducidos a todos los idiomas y las han leído personas de todas las épocas y continentes. Es también el autor que más ha influido en escritores posteriores y sus obras las más reinterpretadas. En 2016 se cumplían cuatrocientos años de su muerte y con ocasión de este cuarto centenario surgía «The Hogarth Shakespeare», un proyecto internacional que ha elegido a algunos de los mejores escritores contemporáneos para revivir la obra del genio inglés. Los libros resultantes del proyecto se publicarán en veinte países, entre ellos el nuestro, cortesía de la editorial Lumen. El primero en llegarnos fue El hueco del tiempo, de Jeanette Winterson, una peculiar revisita de Cuento de invierno y ahora es el turno de Corazón de Vinagre, escrito por Anne Tyler, autora de una veintena de libros –entre ellos: Ejercicios respiratorios, El turista accidental o Reunión en el restaurante nostalgia–, miembro de la Academia de las Letras Americanas y galardonada con un Premio Pulitzer y un National Book Award.
En cuanto leí los nombres de William Shakespeare y Anne Tyler en la misma frase, supe que tenía que hacerme con ese libro. Por si esto fuera poco, la obra que reinterpreta la autora norteamericana es La fierecilla domada, una de las obras más polémicas del Bardo debido al carácter misógino que muchos han visto en la historia ya desde su publicación. Era, por tanto, un proyecto bastante complicado el que tenía Anne Tyler entre manos; reescribir la famosa obra del británico quitándole ese tufillo machista pero sin perder su esencia. Tengo que decir que lo logra de calle porque Corazón de vinagre vale tanto como reversión como nuevo libro. Anne Tyler nos cuenta la historia de Kate Battista, una mujer distinta y con carácter que se hace cargo de su familia, formada por su excéntrico padre científico y su caprichosa hermana pequeña. Kate camina por la vida a su ritmo pero agachando la cabeza ante los demás consciente de que no es lo suficientemente dulce, delicada y femenina que creen que debe ser. El libro comienza cuando el padre de Kate propicia su visita al laboratorio en el que trabaja para presentarle a su joven ayudante extranjero, Pioter Cherbakov –o Piotr Shcherbakov–. Enseguida descubrimos que el padre de Kate quiere que se case con él ante la inminente caducidad de su visado en Estados Unidos para no perder a su mejor colaborador.
Tacto, contención, diplomacia. ¿Qué diferencia había entre tacto y diplomacia? A lo mejor «tacto» era decir las cosas con educación y «diplomacia» no decir nada. Aunque ¿no sería eso «contención»? ¿No equivalía «contención» a las tres cosas? Kate había reparado en que la gente tendía a ser pródiga con el lenguaje. Utilizaba muchas más palabras de las necesarias.
La obra es una sucesión de cómicos encuentros entre los dos jóvenes propiciados por el padre, salpimentados por unos diálogos ágiles, ácidos y brillantes, marca de la casa. Y es que una de las señas de identidad de la autora son sus diálogos ingeniosos y naturales que hacen que todo lo que cuenta, todos los personajes que crea, resulten tan reales como cualquiera de nosotros. Anne Tyler hace todo fácil y real sin grandes aspavientos. No le hace falta. Mientras muchos autores destacan por un lenguaje único y casi poético, ella destaca precisamente por la falta de él. Por ser capaz de impactar, enganchar y camelar al lector de una manera sencilla, casi sin que éste se de cuenta. Este estilo franco y pragmático es el que le ha valido el reconocimiento de público y crítica, reflejado en ventas y premios.
No me puedo imaginar una elección mejor para actualizar esta obra de Shakespeare. En Corazón de vinagre tenemos a las dos hermanas y al padre con el deseo de casar a la mayor y aquí se acaban las similitudes con la obra original porque Anne Tyler, hábilmente, introduce la historia del pretendiente extranjero al que se le acaba el visado y la obra se convierte en la historia de dos personas independientes y con carácter que buscan su lugar en el mundo sin perder su identidad. Ella, una mujer diferente que quiere encajar en el mundo y ser feliz sin perderse por el camino; y él un inmigrante que desea aprender la cultura del país en el que trabaja y vive, pero sin perder las costumbres de su país de origen. De este modo, los personajes ya obsoletos de la historia de Shakespeare, se convierten en dos protagonistas que reúnen muchos de los conflictos a los que nos enfrentamos las personas hoy en día, en una época incierta pero llena de posibilidades.
–¿Qué es eso?–preguntó Kate, corriendo a bajar el fuego.
Bunny se apartó.
–No te pongas hecha una furia, por el amor de Dios –dijo. Sostuvo la espátula como si fuera un matamoscas–. ¿Es tofu?
–¡Tofu!
–¿Me voy a hacer vegetariana?
–Estás de broma –dijo Kate.
–En este país seiscientos sesenta mil animales mueren cada hora todos los días por nuestra culpa.
–¿Cómo lo sabes?
–Me lo ha dicho Edward.
–¿Edward Mintz?
–¿No come cosas que tengan cara? Así que, a partir de la semana que viene, necesito que prepares el puré de carne sin ternera.
–Quieres un puré de carne sin carne.
–Así será más sano. Ni te imaginas la cantidad de toxinas que nos metemos en el cuerpo.
–¿Por qué no ingresas en una secta? –le preguntó Kate.
–¡Sabía que no lo entenderías!
–¡Oh!, ve poner a la mesa –dijo cansada Kate. Abrió la nevera y sacó la olla de puré de carne.
Corazón de vinagre es un libro breve –poco más de 200 páginas– que desde la primera hoja te engancha de la manera más sencilla, sin grandes alardes, con unos personajes interesantes, carismáticos y bien perfilados que hacen de la historia un bonito cuento, una dulce anécdota que te dibuja una sonrisa desde que abres el libro hasta que lo cierras y eres consciente de que has leído algo muy simple y muy complejo a la vez, como la vida misma.