Reseña del libro “Corazón giratorio”, de Donal Ryan
Lo peor de todo es que usted y yo sabemos que el relato que quedará para siempre en la memoria de la mayoría de la gente sobre la salvaje crisis económica del 2008, será poco más que una especie de resumen, de sinopsis (tragicómica, por supuesto), sobre lo que muestren los libros de Historia o de Ciencia Económica escritos hasta la fecha sobre el asunto. Una reducida secuencia. Un cortometraje memorístico sobre la base de esa visión particular, incompleta, sesgada (e interesada) que ofrecen habitualmente estos ensayos históricos sobre cualquier realidad. Y ya ni le cuento lo que pueda quedar en Internet… (véase, por ejemplo: Es el vecino el que elige el alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde)
Entonces, sobre estos mimbres, alguien citará a Goldman Sachs. Por decir uno. Y a sus engominados pistoleros micropenes. Esos que luego llegaron incluso a dirigir un país, casi a destruir otro, y se inventaron el rollo macabeo de las subprime (que, por desgracia, no es el maravilloso grupo soul sesentero de Diana Ross). Habrá alguno que llegue a preguntarse, incluso, quiénes formaban parte de la guerrilla anti-social que fue (¿es?) la troika (¡Heil!) y por qué tuvieron (¿tienen?) tanto poder. Y los más cabrones harán chistes con la prima (soltera) de riesgo, o les pondrán a sus nietos, como le decía antes, algún video en Youtube con imágenes impactantes de la época. Ese Rodrigo Rato tocando aquella campanita, o algún audio animado del Bigotes diciendo “te quiero mucho, mi amol” (esto último lo añado yo, que también soy muy cabrón). Y de fondo, como el incesante sonido de un grillo en la noche, un alegre y macabro clinc-clinc-clinc.
Sin embargo, usted y yo sabemos que esta no es la Verdad. Que la historia real de los acontecimientos que cambian el mundo (la que importa), para bien o para mal, la escribe otro tipo de gente (y a otros niveles de estratificación social). Esa gente que Charlie Kaufman llama en su monumental novela sobre el sinsentido surrealista de la contemporaneidad “los no visibles”, (que no los invisibles). Sí, ya sabe: esos que se quedaron sin trabajo de la noche a la mañana o los que tuvieron que cerrar sus negocios porque sus clientes (entre ellos, la propia administración) no les pagaba por sus servicios o productos. Esos que perdieron hasta su casa porque en este juego perverso y pervertido la banca nunca pierde ni un billete falso. O esos que, a la desesperada, pegaron fuego a la suya porque muerto el perro, se acabó la rabia. Todos esos.
¿No me diga que es usted uno de ellos?
Pues debe saber que Corazón giratorio, la extraordinaria novela del escritor irlandés Donal Ryan (¡madre mía, Irlanda está que se sale!) y que ha aparecido en todas las listas como uno de los mejores libros del año 2020 habla, seguramente, de usted. Y de mí, claro. Y sepa también que Corazón giratorio (la buena literatura, vamos) pone, siempre, y para siempre, las cosas en su sitio. Porque Corazón giratorio sí que sabe centrar el tiro. Porque desde una ficción se nos puede contar mucho mejor la historia más real (e inverosímil a la vez) del mundo. La de los no visibles, sí, pero esa historia imprescindible. Porque si alguna vez queremos explicar a nuestros nietos (si es que nos miran a la cara sin desprecio) este período tan oscuro del neoliberalismo que empezó en los ochenta y que todavía hoy colea, tendremos que, irremediablemente, dejarles/comprarles (no por Amazon, ¿ok?) este formidable libro.
Corazón giratorio es, entre otras cosas, una historia en mayúsculas y sin medias tintas. La de un pequeño pueblo de la Irlanda más profunda contada (en un lenguaje directo, sencillo y ágil) desde varios puntos de vista (¡creo que son más de veinte monólogos absolutamente geniales!) y cómo las consecuencias de la crisis económica y, más concretamente, del sector de la construcción, han dado al traste, de una forma o de otra, con la vida y los sueños de sus habitantes.
¿A qué cree que huele esta mierda tan reciente? ¡Exacto, ya veo que se acuerda todavía!
Pero la cosa no se queda ahí, aunque yo le haya insistido con el bonito decorado de la catástrofe. De ser así, solo estaríamos ante una muy buena novela, pero Corazón giratorio es algo más. Porque si a esta tramoya, tan reconocible y tan bien presentada por Ryan, con ese estilo realista y sombrío que suelen tener las buenas novelas de olor noir, usted le suma el asesinato de un anciano malas pulgas y el secuestro de un niño, entonces lo que tiene es un novelón de primera categoría (que los amigos de Sajalín ya llevan por la segunda edición y las que les quedan). Caviar, que dicen los futboleros.
Sin ninguna duda, Corazón giratorio ha sido una de las tres mejores novelas que he leído en este año I d. Covid-19. Y aunque esto a usted le pueda dar exactamente igual y con razón, quizás, si lo piensa, no haya mejor forma de sobrevivir en un mundo tan feroz e inhumano como este, que reconociéndose en las miserias de los demás y, de paso, cagándose con furia en los putos fenicios, como decía mi tío.
(Aunque sea en bajito)
(Y con un libro en la mano).