Cowboy de medianoche

Reseña del libro “Cowboy de medianoche”, de James Leo Herlihy

Cowboy de medianoche

Hay títulos que hablan por sí solos, que nos evocan imágenes o sensaciones apetecibles y sugerentes. Cowboy de medianoche es, sin ninguna duda, uno de esos libros. Novelas clásicas, historias, paisajes, diálogos, escenas o personajes inolvidables. Y obviemos que existe una película (que ganó 3 Oscars pero que, para mí, es bastante recatada) de por medio. (Y si no lo digo, reviento: no cometa el mismo error que cometí yo hace unos cuantos años. No vea la película antes de leer este libro. De hecho, hágame caso: directamente, no vea la película. Y punto).

Bien.

Pues después, una vez que tenemos en las manos una obra a la que le presumimos algún tipo aura especial, de leyenda, de cierta fama alrededor o, incluso, de esa etiqueta tan snob y lamentable: “novela de culto”, uno abre el libro con el deseo de desaparecer en él de verdad. De verse atrapado de algún modo y cuanto antes. De que algo o alguien le introduzca en su mundo y le saque durante unas horas o unos días del suyo. De compartir las dudas, los problemas, las aventuras, los peligros, la tristeza, el amor o la alegría de aquel o aquella a quién leemos.

Cowboy de medianoche es justamente eso.

Kiko Amat, en el fantástico prólogo de esta impecable edición de los amigos de Bunker Books, lo define a la perfección: esta es una historia, estos son unos personajes que se salen de las páginas del libro de lo reales que son, que te llevan cabalgando a través de ellas de lo verosímiles que resultan. Dos tipos de los que te enamoras sin remedio en cuanto los ves aparecer.

Porque aquí estamos, sin ninguna duda, ante dos de los personajes más inolvidables de la literatura norteamericana del S.XX. Una de las relaciones de amistad más divertidas, emocionantes y bellas que jamás encontrará en una novela. Dos verdaderos cowboys en la noche de la gran ciudad: solos y sin saber muy bien a dónde dirigirse. Con la única compañía del desconocido, del nuevo amigo que llevan al lado, de su instinto de supervivencia y de su deseo de alcanzar, de una vez por todas, el maldito horizonte, signifique eso lo que signifique.

(Y ahora ponga un poco de soul o de funky setentero al asunto, y estará delante de una escena de pop mítica y eterna por lo siglos de los siglos y amén).

Ah: y no puedo dejar de mencionarlo. El final. Joder, ¡qué final! Y hasta aquí.

En serio, hágame caso que ya nos conocemos: ¡no puede perderse este libro!

Y ahora les presento y ya nos vamos: Estos son Joe Buck y Ratso Rizzo.

Dos personajes que nadie hubiera puesto juntos jamás. Uno es alto, el del sombrero y las botas de cuero. Tan guapo como ingenuo. Tan fuerte como cándido. Otro es bajito, el ladronzuelo. Muy poca cosa él. Cojo y enfermo, además. Un buscavidas. Prácticamente un indigente.

Buck, es nuestro cowboy, por supuesto.

Buck viaja a Nueva York en busca de la fortuna que la vida le ha negado.

Buck huye de una infancia de abandono rodeado de peligros, de golfos y putas, de algunos desencantos amorosos, de Jesucristo y del ejército, de la violencia, la pobreza y, principalmente, de la soledad.

Para Buck Nueva York es la ciudad de las oportunidades, y representa en la novela la esperanza del futuro, pero también la cruda realidad de la vida, con sus desengaños, sus trampas, su violencia y su inexplicable sentido.

Ratso, por su parte, representa el elemento lumpen que hay en la novela y la complejidad de su personaje le fascinará. Ladrón de poca monta quiere ser el conseguidor, el chulo de Buck.

Pero Ratso solo intenta sobrevivir porque también está solo y, aunque quiere cuidar de su amigo en la Gran Manzana, encontrará en él a la persona que necesita para que lo proteja.

Buck y Ratso. Menudos dos.

Dos caras de la misma moneda.

La de los perdedores, la de los excluídos, la de los que están alienados, la de los que sobreviven y luchan contra todo y contra sí mismos por seguir un día más de pie hasta que pase el tren que les lleva, definitivamente, hasta la felicidad o la muerte.

Cawboy de medianoche es una maravilla. James Leo Herlihy la escribió con honestidad y sencillez hasta que la fama de la novela le devoró por completo, porque algunas partes de este libro son de una belleza narrativa única e irrepetible.

Disfrútela, saboréela, y luego si quiere búsquela en Filmin.

O no.

Y feliz Navidad y tal.

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