El año pasado el Museo Nacional d’Art de Catalunya acogió una exposición de Osamu Tezuka. Durante un tiempo que apenas sobrepasó los dos meses, el Dios del manga compartió edificio con grandes como El Greco, Velázquez o Picasso. La exposición se celebró con motivo del 25 aniversario del Manga Barcelona. Tuve la suerte de poder asistir. Tuve la suerte de poder disfrutar de más de 200 originales que, enmarcados, colgaban de las paredes como lo que eran: obras maestras. Mientras me perdía en aquellos dibujos de Astroboy y Dororo, en las ilustraciones a todo color de La princesa caballero y en el proceso creativo de Fénix, no pude evitar quedar embelesado con todas aquellas páginas sueltas de obras que todavía no habíamos tenido la suerte de disfrutar en nuestro país.
Por fortuna, la editorial Planeta Cómic parece resuelta a publicar todo lo que surgió de la fértil mente de Osamu Tezuka. No en vano crearon la colección Biblioteca Tezuka, que de momento ha acogido algunas obras tan relevantes como Fénix, MW, Black Jack o Adolf, además de una antología que recoge cuatro de las mejores obras autoconclusivas del autor. Lo último que nos llega es Cráter: obra que recopila dieciocho historias cortas. Cuentos independientes que van desde el género de horror y misterio al de la ciencia ficción. Toda la genialidad de Tezuka comprimida en pequeñas cápsulas que, de la misma forma que la voz en off advertía al inicio de cada capítulo de la serie The Twilight Zone, nos harán viajar por otra dimensión.
En Cráter Osamu Tezuka se gusta. Se gusta tanto que hizo lo que le dio la real gana. Utilizó estas historias como laboratorio. A lo largo de las dieciocho historias el autor prueba técnicas y experimenta enfoques arriesgados como si no hubiera un mañana. Porque mientras la mayoría de dibujantes de su época veían las viñetas como celdas en las que capturar momentos y retener personajes, Tezuka vio puertas y ventanas por las que hacer circular la historia. Un gran ejemplo se halla en la historia titulada Dos dramas. Un relato en el que la tragedia y la locura se dan la mano. Una mezcla entre West Side Story y Your Name con un final sorprendente. Es en este relato, en la página 294, en una página que podría parecer anodina, donde Tezuka muestra como un personaje cambia de escenario abandonando una viñeta, acercándose al lector, para luego alejarse y entrar en otra. Un travelling de tinta. Una transición fluida y perfectamente cinematográfica.
La aleación entre manga y cine que Tezuka exploró en Cráter va mucho más allá de las técnicas de narración. A lo largo de las dieciocho historias descubriremos que el personaje protagonista es siempre el mismo, pero nunca interpreta el mismo papel. A veces se llama Okuchin, otras Ryuichi Okuno. Variaciones de un mismo nombre pero siempre de sonoridad similar. En ocasiones el personaje, que podríamos definir como actor, llega incluso a cambiar de raza o sexo. En Los tres invasores, por ejemplo, interpreta a una chica que, junto a su hermano y su abuela, deberá hacer frente a tres tipos que no son trigo limpio. En Serpiente Bicéfala es un muchacho negro criado en las calles que se enfrentará a los prejuicios raciales y a la mafia. Un personaje más del star system de Tezuka, de la misma forma que lo es el tipo calvo de bigotes largos y blancos o el propio dibujante. De hecho, son varios los cuentos en los que la caricatura de Osamu Tezuka se convierte en una excusa para que la narración avance. En La máscara de Tomoe, en un macabro juego de metaficción, Tezuka acaba convirtiéndose en el tipo que deberá transformar una terrible maldición en merchandising para la industria juguetera.
La envidia, el remordimiento, la redención, la amistad, el amor, las segundas oportunidades, son solo algunos de los temas que Osamu Tezuka trata a lo largo de las más de 550 páginas del tomo. Todas envueltas por un sutil velo de irrealidad y misterio al principio. Viajes en el tiempo, realidades paralelas, invasiones extraterrestres, maldiciones, fantasmas… Todas con un final que deja sabor de moraleja. Un mensaje que se revela tras un último plot twist. En ocasiones (la mayoría) esa vuelta de tuerca final es acertada, inesperada y muy ocurrente, en otras resulta algo floja y abrupta, un deus ex machina en toda regla. Pero aunque la enseñanza llega tras un final que puede ser de índole trágico o dichoso, Tezuka explora la condición humana desde el mismo inicio de cada relato. Para ello llega a valerse de coyunturas históricas. En el cuento de horror El hombre derretido las revueltas estudiantiles de finales de los años 60 son mostradas por el autor de una forma desenfadada, dándole incluso un tono de humor. Y es que el humor está muy presente en toda la obra de Tezuka, así que Cráter no podía ser menos. En Los Bem morados se contrapone lo moderno con lo tradicional. Lo moderno viene del espacio. Lo tradicional resulta ser uno de los cuentos más famosos de Japón: Momotaro. El resultado es una de las historias más descacharrantes del compendio.
En definitiva, Cráter reúne dieciocho cuentos cortos tan intensos y agudos como cualquiera de las obras largas del Dios del manga. De género variado, y con el objetivo de dejar un mensaje sobre la condición humana, cada uno de los cuentos es un dechado de imaginación, drama, humor y aventuras, además de una firme alianza entre el cine y el cómic.