Está claro que desde el estreno de la nefasta (y me quedo corto, pero no es el momento) Escuadrón Suicida el personaje de Harley Quinn, lo único salvable de dicha cinta, ha experimentado un protagonismo espectacular y se han editado cómics, estampado tazas, camisetas y parido todo tipo de cosas en las que se pudiera imprimir el rostro de la payasa a cascoporro. Esto ha servido para dar a conocer a mucha gente a un personaje ingenioso, rebelde, gracioso y alocado a quien simplemente se le etiquetaba como “novia del Joker”, pero también hay quien cree que se ha sobreexplotado al personaje y que ya poco nuevo tiene que decir.
Sin embargo, Harley Quinn tiene muchas buenas historias en solitario, tanto antes como después de estar con el Príncipe Payaso del crímen, y para muestra este Cristales rotos, con el que la editorial Hidra inaugura su línea de comics juveniles de DC (aunque este cómic yo diría que se dirige también a un público adulto) y no podía haberse estrenado mejor.
En esta ocasión será una historia de replanteo de los orígenes. Una recreación, revisitación o reinvención (¡sí, hay palabras alternativas en castellano a los putos anglicismos que quedan tan cool como reboot!) en donde se nos va recontar el origen de la popular antiheroína de una forma muy original e innovadora, cambiando los esquemas y percepciones o rellenando huecos de su biografía, pero sin perder las características propias del personaje que le han hecho ser lo que es.
Narrada como suele hacer Masacre —rompiendo la cuarta pared al dirigirse directamente a ti, lector— Harley nos cuenta la historia de una jovencita de quince años, de la clase de las que solo tienen una mochila y cinco pavos pero de las que a la vez también se le da muy bien ser de esa clase de personas. Como si fuera Caperucita, se dirige a casa de su abuelita a Gotham, “la ciudad elegante en donde viven un montón de criminales infames y hay edificios a cascoporro”, pero será Mamá y su tropa de drags queens quien la acoja.
Mariko elabora una Harley totalmente nueva y desconocida (manteniendo, como ya he dicho al principio, su esencia fresca y reconocible) y la mete en una trama llena de denuncia social (la especulación inmobiliaria, gentrificación, clasismo, homofobia…) que va a marcar su desarrollo hacia la madurez, va a inocularle el inconformismo ante la injusticia y a hacerle descubrir sus habilidades para hacerles frente.
Pero para esta lucha Harley tiene que elegir. ¿Seguirá la vía pacífica de su nueva y mejor amiga Ivy o seguirá al desconocido que bajo una máscara planea arrasar todas las corporaciones de Gotham y que se hace llamar… Joker?
Cristales rotos es una historia potente y desenfadada que se lee con curiosidad y alegría. Desde la primera hoja, con el retrato a toda página de Harley, el dibujo es lo que te atrapa y ya no te suelta. Un trazo limpio, ágil y primoroso, que no escatima en detalles, acompañado de unos colores sombríos (azules, blancos y negros principalmente) con rojos y colores más intensos en momentos clave, acaban por redondear este pedazo de cómic.
Una más que entretenida y recomendable lectura (nominada al Eisner) que no puede saltarse ningún incondicional de las buenas historias de Harley. Un argumento solvente, un aspecto visual espectacular, unos personajes magnéticos y un final que te deja con ganas de más.
Repito lo que ya he dicho: Harley aún tiene mucha miga que contar e Hidra no ha podido empezar mejor esta andadura.
¡Hail Hidra!