Crónica de viaje, de Jorge Carrión
Dice Jorge Carrión que todas las búsquedas de nuestra época, también las que tienen que ver con la identidad personal, pasan por Google. A tenor de la edición que tengo entre manos, algo de verdad tiene que tener, cuando observamos los retazos de una migración, en una edición, en una forma de contar las cosas, que nos recuerda al buscador donde los recuerdos y vivencias de todos nosotros. Pero aunque hablaré, en su momento, del diseño y el medio por el que este libro marca una diferencia sustancial en la edición en este país – en una edición que huele a vanagloria y rancio en ocasiones flagrantes -, debo ceñirme a un inicio, a una primera palabra o idea sobre lo que Crónica de viaje nos cuenta, para que en esta introducción uno no piense que el autor se ha ido de madre y se ha puesto a divagar con excusas baratas, en una especie de diatriba sin sentido sobre lo que el mundo editorial genera o, si se me permite, degenera. ¿Qué se cuenta? Un viaje, un camino a ciertas raíces, en una suerte de migración mediatizada por las búsquedas que se hacen en el buscador más famoso del planeta y que logra unir los pedazos y la historia de un autor que es familia pero también persona, que es eslabón de una cadena de mujeres y hombres que viajaron a otras tierras y abandonaron lo que tuvieron. Seres migrantes, como pájaros que ahora se convierten en cibernéticos, en imágenes que son ese recuerdo y ese reencuentro de una tierra que, como bien dice una de las implicadas en el proyecto, no habíamos vuelto desde 1958, Jorge, cincuenta años, ni más ni menos, que se dice pronto. Y el pronto se convirtió en esto que ahora reseño, que es un paso más en todo este entramado de letras que supone un paso más en la forma de narrar unos hechos.
Decía Oscar Wilde que el único deber que tenemos con la historia es reescribirla. Supongamos, pues, que estamos aquí, en esta Crónica de viaje ante un pasado que vuelve, que se escribe de nuevo, pero de una forma diferente a lo que estamos acostumbrados. Presuponiendo dos cosas antes de empezar mi discurso, a saber: alabo siempre el gusto de Jorge Carrión en lo que escribe, y me siento un devoto de Aristas Martínez a los que rindo la pleitesía más elaborada que pueda rendir, uno se dará cuenta en seguida que no voy a ser todo lo objetivo que debiera darse, teniendo en cuenta además que en una reseña uno nunca es objetivo y sí tremendamente subjetivo. Partiendo de esa base, encuentro aquí algo que no me había encontrado hasta ahora más que en ediciones diseminadas de una forma estratégica en las librerías, y casi siempre escondidas a la vista del público, y es una experiencia distinta que recorre la vida del lector mientras las páginas se van sucediendo. Algo de esa experiencia nueva se da aquí por varios motivos: el medio en el que se nos presenta este libro se asemeja a un ordenador portátil, enfatizando esa sensación de movilidad que el texto nos advierte. Este es un viaje, y como tal debemos vivirlo. Moverlo, transportarlo, y teclearlo, cuando una palabra se queda incrustada en el cerebro y debemos buscarla. Así, el medio sirve a un fin determinado, que es enseñarnos la vida de una familia que migró y ha vuelto a los orígenes, a los años en los que el mundo se veía patas arriba, o simplemente removido por los terremotos que la Historia, esta vez sí con mayúsculas, vertebró el pasado de muchos de los que hoy ya son los mayores, los de otra generación.
De este modo, con Crónica de viaje se consigue trasladar una historia pasada a una nueva era tecnológica en la que todo se encuentra en un solo buscador, en el santo grial de las informaciones no secretas, uniendo a ambas generaciones a través de la pantalla y de las palabras, que aquí aparecen unidas, como si ver fuera lo mismo que poder examinar, que poder traducir, que poder, en cierta forma, parar el tiempo y clavar con las palabras aquello que vivimos hace tiempo. Jorge Carrión consigue el propósito que se propuso con este proyecto y que, en sus palabras fue, buscar mi voz. Una voz, en cualquier caso, que parece sacada de las narraciones antiguas, en su edición más clásica, pero que consigue tener una nueva vida gracias a esta nueva edición. Reconozcamos, pues, que a través del medio, se consigue el fin, y que si uno acaba este libro consigue trazar un viaje que supuso conocer la vida de una familia que migró y abandonó lo que tuvieron, y que, como en un paisaje al que no sabemos ponerle un nombre determinado, se mantuvieron en silencio hasta que alguien supo darles forma para seguir adelante.