Parece mentira, pero desde que se editó por primera vez en Japón en 1988 nunca se había publicado en España el manga que hoy nos ocupa. Tal vez sea un signo de los tiempos y las tendencias, tal vez alguien se haya dado cuenta del error, o tal vez, simplemente, quieran hacer caja.
Sea como sea, siempre es bienvenida cualquier obra de Jiro Taniguchi. Cualquiera. Acostumbrado(s) como estoy (¿estamos?) a historias intimistas, familiares, nostálgicas, emotivas, románticas e incluso gastronómicas, pero historias que siempre tocan la patata del lector, sorprende ver a este autor en una aventura de ciencia ficción. (No acabo de encuadrar Un barrio lejano ni Cielos radiantes dentro de ese género por mucho que uno trate de un viaje al pasado, al propio cuerpo adolescente manteniendo la mente de adulto, y otro nos cuente el intercambio de conciencias entre dos personas a raíz de un accidente de tráfico).
Así pues, en esas estamos. Taniguchi se lanza a lo gordo. Parece que se diga a si mismo: si voy a hacer ci-fi que sea a lo gordo, ko-pon! (ko-pón! en español significa más o menos, ¡copón!). Y vaya si lo consigue. En algún pasaje me ha recordado a Mad Max, pero en opuesto. (Si hasta inventa nombres de animales: turogrey, fokker, urs, creks, kanpsa). En las cintas de George Miller no vemos más que desierto. Colores naranjas, ocres, tierra y arena. Aquí, pese a ser un dibujo en blanco y negro, vemos también desiertos, pero de hielo y sentimos el frío en los rostros y en los cuerpos de los intrépidos protagonistas.
Y es que estamos en un futuro de esos que tanto nos gusta apellidar de apocalíptico. El mundo se enfrenta a su octava glaciación y parece que el invierno que se avecina va a ser el más crudo de todos los que se han vivido.
La acción primera transcurre bajo el hielo, en la Base de Extracción de carbón Tarpa. Una base en la que cada dos por tres hay que andar parcheando y arreglando averías por aquí y por allá hasta que una explosión provoca que el director de la mina deje al mando muy a su pesar, al joven y hastiado Takeru, el hijo del presidente, y le entregue un extraño brazalete de plata que perteneció a su madre.
Unos valores meteorológicos anómalos y una atmósfera terrestre que ha empezado a experimentar súbitos cambios provocarían que la estación minera se quede totalmente aislada y sin suministros. Si quieren sobrevivir tendrán que salir al exterior a luchar por su vida y a enfrentarse al clima, y a cuantos otros peligros les esperarán.
Hasta ahí puedo contar. Este es el primero de los dos números en los que Planeta ha dividido la obra y ya espero con ganas el segundo. Takeru no sabe muy bien a dónde ir pero lo cierto es que, aunque tampoco era consciente de su valía, tiene madera de líder.
Crónicas de la era glacial es un manga de aventuras, en cierto modo un canto a las fuerzas vivas y brutas de la naturaleza; una advertencia también de que la Tierra, donde las da las toma y hacia al final vemos también el inicio de una mitología inventada por Taniguchi que, sin duda, se ampliará en el segundo tomo.
Nunca había visto a Jiro Taniguchi poner en boca de sus dibujos expresiones soeces o insultos ni le había visto desnudos y me ha chocado, sobre todo porque uno espera eso cuando ya tiene cierta experiencia y en este caso es al revés, en una de sus primeras obras.
El dibujo es reconocible en los rostros y muy realista en animales y paisajes, con un trazo limpio y esmerado. Es Taniguchi, con eso creo que se dice todo.
Gustará a los que quieran disfrutar de una aventura helada y es indispensable para los fans del autor japonés.
@palati77
Autor de Valeria y El diablo da las llaves del cielo
Comentar que este primer tomo se publicó entre 1995 y 1996 en la revista Shonen Mangazine, editada por Planeta DeAgostini Comics, bajo el título “Sobrevivir en la Nueva Era Glaciar”, un placer poder leer finalmente su desenlace!