Voy a empezar la reseña con una pregunta: ¿coleccionáis algo? Yo llevo un rato dándole vueltas a la pregunta y he llegado a la conclusión de que no, que no colecciono nada. Todos mis intentos de llevar alguna colección se han quedado en eso, en intentos. No sé si coleccionar libros vale como respuesta, pero entonces sí. Además, tendría que añadir que, dentro de los libros, me gusta coleccionar el libro Rayuela, de Julio Cortázar. Lo tengo en varias ediciones y en varios idiomas. Pero ya os digo, el tema de los libros me parece un mundo aparte y no existe esa dedicación y ese hallazgo fortuito que suele ocurrir con el resto de las colecciones. Os hago esta pregunta porque la autora de este libro tiene una colección muy clara: Jazmina Barrera colecciona faros. Es algo difícil de explicar, porque no es que coleccione simplemente figuritas de faros o postales y ya, es que Jazmina Barrera disfruta viajando y conociendo personalmente todos los faros que puede para añadirlos a su colección. Ese amor por estas construcciones es lo que le ha llevado a escribir este libro.
Cuaderno de faros es, pues, una especie de almanaque o diario que recoge algunos de los viajes que la autora realizó en busca de los faros que tanto le gusta coleccionar. Narrado en primera persona, la autora nos lleva de la mano a conocer los momentos de su vida en que viajó, con esa enfermiza obsesión del que tiene que poseer, al menos por un instante, aquello que tanto desea, a los lugares más recónditos para encontrarse, cara a cara, con los faros. Así, viajaremos a Portland, Nueva York, Montauk, Francia o España. En todos esos lugares, como os decía, el destino último es siempre reconocer y conocer al faro. Es como presentar tus credenciales ante la figura que te obsesiona y dejarte llevar, por un rato, por la historia que encierra esas singulares construcciones.
Además del viaje en sí, la autora va intercalando datos y curiosidades sobre los faros. En la literatura, los faros siempre han estado muy presentes: Virginia Woolf, Lawrence Durrell, Homero, James Joyce, Herman Melville o Luis Cernuda. Pero también en la pintura y en cine. Junto a estas rememoraciones, Jazmina Barrera nos habla de su historia, de sus propios recuerdos, de la solitaria vida que llevan, cada vez menos, los fareros del mundo.
Cuaderno de faros es un libro extraño, pero tiene algo de adictivo. Sin necesidad de ser nosotros unos apasionados de los faros como la propia autora, esta crónica de viajes en torno a un único motivo, es capaz de transmitirnos toda la pasión y, con todos esos apuntes y datos, consigue engancharnos de una manera insólita. Al menos es algo que ha conseguido conmigo.
No recuerdo los nombres de los faros que he visitado en mi vida, pero sí sé que han sido unos cuantos. Ahora, sin duda, prestaré mucha más atención a estas maravillosas construcciones que esconden secretos y mucha historia.
Vi la portada de ese libro en una librería de Blanes, una tarde de lluvia de este invierno. Una librería pequeñita, de esas que nuevas que hay decoradas con buen gusto. El ambiente era relajante, con música clásica a bajo volumen y una luz cálida que contrastaba con la oscuridad y la lluvia del exterior. No necesité mucho tiempo para hacerme con el libro. Fue una sorpresa que al leer los primeros párrafos descubriera un alma gemela que también coleccionara faros. Y no solo faros, y no solo colecciones…
Esperé hasta ayer para leerlo. Cogí el tren en Málaga y la lectura del libro me ha llevado todo el trayecto hasta Coruña. No he podido parar más que para hacer los transbordos en Madrid y Ourense.
A cada capítulo, Jazmina iba sajando con sumo cuidado esa parte de la piel bajo la cuál se esconden algunas de las respuestas a preguntas que siempre estaban ahí, desde que me senté junto a un faro por vez primera.
Yo también fracasé en el intento de escribir un diario. A veces le hice esperar demasiado, otras le traicioné igualmente al ocultar ciertas cosas que quería solo para mí, y otras fui demasiado sincero con él y me traicioné a mi mismo al desvelarle ciertos secretos. Así que pensé que lo mejor era escribir trazos sueltos en hojas de cualquier tipo no menos sueltas. O simplemente, no escribir. Solamente mirar.
Orchilla, Finisterre, Roque Bermejo, San Vicente, Cabo de Palos, Tiñoso, Águilas, Trafalgar, Cabo de Gata, Berbería, Formentor, Sóller, San Antonio, La Nao, Dragonera, Cudillero, Vilán, Matxitxaco, Peñas, Ribadeo… A cada uno de ellos acompaña una historia, un motivo diferente para llegar a él. De todos, mi vínculo más especial es con el de Orchilla, por ser el más lejano. Allí pasé el cambio de siglo, arropado por su luz, intentando descubrir alguna silueta o alguna respuesta por poniente. Algo que asomara entre el Nuevo Continente y yo. Algo que se alegrara de ver la luz del faro.
Creo que ese algo es Jazmina y su libro.
Gracias
Vaya, Salvador, tu comentario ha sido una delicia. Estoy segura de que a Jazmima le encantaría leerlo.
Me alegra que hayas encontrado en Cuaderno de Faros y en la autora un alma gemela.
Por muchos más faros 🙂
Un abrazo,