Reseña del cómic “Cuando brillan las estrellas”, de Victoria Jamieson y Omar Mohamed
Hay libros que entretienen, libros que enseñan y libros que emocionan. Y luego están los que consiguen todo a la vez, como esta novela gráfica, Cuando brillan las estrellas, dibujada y guionizada por Victoria Jamieson, basándose en la vida de Omar Mohamed, que pasó quince años en un campo de refugiados de Kenia.
La historia comienza cuando Omar tiene en torno a once años y su hermano, Hassán, apenas siete; el pequeño solo sabe decir una palabra (Hooyo) y, de vez en cuando, sufre convulsiones. En 1991, tuvieron que huir de su país, Somalia, junto con sus vecinos, tras el asesinato de su padre. Ellos solo desean que acabe la guerra para regresar a su país, reencontrarse con su madre y cuidar de su antigua granja. Pero los años pasan y nada apunta a que el conflicto vaya a resolverse. Ya llevan siete años en el campo de refugiados.
Al menos cuentan con Fatuma, una anciana que cuida de ellos. Pero, debido a la discapacidad de Hassán, Omar nunca se separa de él, aunque se muere de ganas de ir a la escuela como otros niños del campo. Además, debe encargarse de ir a por agua y de la mayoría de las labores diarias. Hasta que uno de los trabajadores sociales se fija en él y hace todo lo posible para que Omar vaya al colegio. A partir de ese momento, atisba la posibilidad de un futuro mejor: convertirse en trabajador social o en maestro para ayudar en el campo de refugiados o lograr uno de los pocos reasentamientos en Canadá o Estados Unidos.
A través de las vivencias de Omar y Hassán, conocemos el día a día en un campo de refugiados: los peligros de palizas o robos, pero también el compañerismo; los sueños de los niños de que alcanzarán la riqueza si los llevan a Estados Unidos y la frustración de algunos adultos, que han perdido toda esperanza y se limitan a tomar qat para olvidar; la opciones de las niñas, aún más escasas que las de los demás; los trámites eternos de Naciones Unidas, que parece no tener en cuenta que miles de vidas están en sus manos, pero también la entrega de muchos trabajadores sociales, que consiguen cambiar el destino de decenas de refugiados. Y no quiero pasar por alto la delicadeza con la que se trata la discapacidad, desestigmatizándola.
En mi opinión, Cuando brillan las estrellas es de lectura obligatoria para niños y adolescentes, una manera de que valoren lo que tienen y de fomentar su empatía. Y también para adultos, que demasiado a menudo nos olvidamos de que los refugiados, más allá de ocupar un titular esporádico en los telediarios, son casi ochenta millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares a causa de la guerra, la violencia y la persecución. También en nuestras manos está colaborar para que su vida sea mejor, como indica esta novela gráfica en sus páginas finales.
En definitiva, Cuando brillen las estrellas es una novela gráfica hermosa: el reflejo de una triste realidad, pero, sobre todo, un canto de esperanza y una loa a la educación.