El relato no es un arte menor, aunque su corta extensión le haga pensar eso a más de uno. Muchos grandes novelistas no saben manejarse en historias cortas, igual que no todos los relatistas son capaces de escribir una novela. En el relato no hay tiempo de cometer errores o entretenerse en digresiones; cada personaje, acción o elemento cumplen un papel imprescindible. Nada debe estar de más y nada debe echarse de menos, y esa capacidad de contención y concreción es difícil de dominar. Por eso tenía ganas de leer Cuando llega la penumbra, de Jaume Cabré. Como disfruté muchísimo de Yo confieso, su novelón de mil páginas, quería ver si conseguía impactarme tanto en relatos de menos de cuarenta.
Ya sabía que Jaume Cabré tiene un magnífico dominio de la lengua, y en Cuando llega la penumbra ha vuelto a demostrármelo. Hace igualmente creíble el monólogo de un ladrón de ovejas que el de un galerista. En esta antología de trece relatos aparecen personajes tan dispares como los mencionados, pero la mayoría tienen algo en común: el ejercicio de la maldad sin remordimientos. Estamos obsesionados con razonar la maldad, buscarle su razón de ser en enfermedades mentales o pasados traumáticos, pero no siempre es así. Jaume Cabré aborda la maldad desde diferentes prismas, con total naturalidad, con humor y cinismo incluso, para desmitificarla y volverla ordinaria, porque, al fin y al cabo, es lo que es.
Que Jaume Cabré tiene un bagaje cultural tremendo se nota enseguida porque las referencias literarias y pictóricas son constantes. La pasión por el arte mueve a muchos de los personajes, hasta tal punto que varios de ellos quedan atrapados dentro del cuadro que les fascina. La enigmática pintura que los abduce aparece en varios relatos, pero no es el único elemento que salta de una historia a otra: también los personajes entran en este particular juego narrativo del autor. A medida que se avanza en la lectura de Cuando llega la penumbra, nos damos cuenta de las coincidencias y esta antología de relatos se convierte en mucho más: un universo metaliterario que dota de mayor transcendencia a las partes que lo conforman. Quizá Jaume Cabré, acostumbrado a las largas distancias, no podía conformarse con pequeñas historias independientes.
Me ha gustado descubrir en un solo volumen varios registros de Jaume Cabré, aunque reconozco que Cuando llega la penumbra no me ha cautivado tanto como Yo confieso. Pero, claro, aquella novela me encantó y era muy complicado que estas historias la superaran, aunque contara con trece intentos. Aun así, sea en la extensión que sea, este escritor hace alarde de su talento literario y de su gusto por saltarse las convenciones narrativas, lo que siempre es un placer para aquellos lectores que no queremos que nos pongan las cosas fáciles. En Cuando llega la penumbra nos ofrece una experiencia lectora a dos niveles, pues aunque son relatos, bien podría entenderse como una novela experimental. Si os decantáis por esta segunda lectura, no os acomodéis: Jaume Cabré os tiene preparado un nuevo guiño cómplice al pasar la página.
Hola, no he leido nada de este autor, pero he oido muy buenas cosas. Creo que debería leer Yo confieso…
Hola, Marta:
Si no te dan miedo las novelas largas, ‘Yo confieso’ es una lectura ideal para conocer a este autor. Anímate.
Saludos.