Reseña del libro “Cuando ya no sea yo”, de Carme Elias
Conocí (televisívamente, claro) a Carme Elias cuando yo era un chaval de unos diez años, en la estupenda serie Turno de oficio. Ahí fue también donde apareció por primera vez Juan Echanove con su pedete lúcido, pero no estamos aquí para hablar de Echanove, sino de Elias. A mis nueve o diez años me pareció una mujer guapísima, con clase y muy elegante, y eso que yo no tenía ni zorra de esas cosas como las tengo ahora… No recuerdo gran cosa de la serie, la verdad, solo que me entretenía y me gustaba, y después de tantos años eso tiene que significar algo.
Cuando ya no sea yo es una autobiografía de Carme Elías a raíz del conocimiento de su enfermedad, el maldito alzhéimer. Desde que lo vi expuesto en una librería me enfrenté al dilema de leerlo o no. Por un lado me atraía porque estos temas en los que el escritor echa la vista atrás para recordar su infancia, niñez y su vida pasada en general, son de los que me llaman. Pero por otro lado, tampoco quería ser víctima de la llorera padre y comparar infancias, niñeces y adulteces y los puntos en común que toda mirada al pasado comparten con el lector… Total que sí, que lo leí y he de decir que ni es moñas ni hay ñoñerías y que merece mucho la pena conocer la vivencias de la Elias, siempre bien arropada por su familia y su perrita Niva. Una familia que la apoya siempre y a la que consulta todo, incluso la decisión de hacer pública su enfermedad.
Elias es una mujer a la que siempre le ha encantado escribir (ha escrito muchos diarios a lo largo de su vida) que quiere contar lo que le apetece antes de que no pueda hacerlo, antes de que el inquilino que va okupando su cerebro, al que se refiere como Al, desahucie a su legítima dueña por completo, expresando sus éxitos, sus dudas, sus miedos y fracasos.
«Con el diagnóstico se paralizó completamente mi amada vida profesional y el alzhéimer se apoderó de mi existencia. Me alejó de los escenarios y de los rodajes cruelmente, como si hubiera pasado un ciclón. Poder ponerle nombre a lo que experimentaba fue un consuelo. Pero es un nombre aterrador. Porque sabes lo que te espera. Tuve una gran amiga más mayor que sufrió esta enfermedad –ella tuvo demencia– y sé cuál es el proceso. Piensas: “Voy hacia allí”.»
Sin embargo, en contra a todo lo imaginable, Elias despliega un optimismo a lo largo de todo el libro, unas ganas de vivir y de aprovechar el presente, del «carpe diem» de la famosa película, que es envidiable y del que muchos tendríamos que aprender. Porque la vida son dos días y la mitad vivimos preocupados, enfadados, agobiados…
«Pero lo importante es levantarme cada día y seguir. Hay que dejar que el tiempo haga su trabajo mientras mi cuerpo y mi mente se van sosegando. Valoro cada nuevo día porque todavía mantengo la conciencia de lo que me pasa.»
La actriz hace balance en líneas generales de su vida, desde que quiso dedicarse a la interpretación, su independencia, su matrimonio, su piso en uno de las construcciones de Bofill cuyas baldosas se caían, sus abandonos, sus amores y desamores… y se siente en paz «por haber degustado el amor y el desamor, por haber reído y llorado, y por ser consciente de las luces y sombras que le han tocado vivir, subiendo al cielo y bajando al horror más profundo. Eso es el vivir. Somos volcanes y podemos erupcionar.»
Por último, lo que más preocupa a Elias es su derecho a una muerte digna. No se cansa de repetir en uno de los últimos capítulos del libro algo que tendría que ser tan obvio, tan de cajón, tan elemental, como el derecho a morir con dignidad.
«Cuando aquello que llamamos yo ya no esté, da igual si de vez en cuando surge una reacción como si yo estuviera. Ni caso. Yo ya no estaré y no quiero retrasos en un proyecto tan perfilado. Lo tengo escrito, firmado y depositado en los lugares debidos. […] Quiero, pido, exijo una muerte digna.»
Poco más que añadir. Cuando ya no sea yo se lee de forma amena y rápida (y eso que yo no soy de biografías) con el corazón en un puño en determinados pasajes y con la esperanza de que algún día esta enfermedad logre ser derrotada.
¡Ánimo y mucha fuerza!