Reseña del libro “Cuentas pendientes. Reflexiones de una lectora reincidente”, de Vivian Gornick
Una de mis mayores alegrías como lectora ha sido el descubrimiento de Vivian Gornick. Gracias a la editorial Sexto Piso conocí en el año 2017 a esta genial mujer con su novela Apegos Feroces. He perdido la cuenta de las veces que he recomendado ese libro y de las veces que he prestado mi ejemplar. Menos mal que siempre ha vuelto a mí, que ya se sabe…
Apegos Feroces supuso para mí un despertar y no sé muy bien cómo explicar esto, la verdad. No es que no hubiese leído buena literatura antes, no es que otros autores no me hubieran hecho sentir tanto porque sería injusta con ellos y con mi vida lectora. Pero digamos que la Gornick me tocó la fibra de una manera que hasta entonces nadie lo había hecho. Con ella logré sentirme identificada con una forma de escritura que se alejaba de todo lo que yo conocía hasta entonces. Es esa forma de afrontar la literatura desde el ensayo, desde la primera persona, esa manera de abrirse en canal y de exponerse ante el lector lo que me atrae como una polilla a un foco de luz.
Así que, como comprenderéis, cada vez que la Gornick saca un libro para mí es motivo de alegría. Después de leer La mujer singular y la ciudad y Mirarse de frente, llega el turno de su último libro: Cuentas pendientes.
Como siempre, el particular estilo de la autora está presente en este nuevo ensayo, solo que, en este, quizás, el tema sea el más definido de todos: reflexiones de una lectora reincidente. En Cuentas pendientes Gornick reflexiona y nos habla sobre ciertas lecturas y su forma de enfrentarse a ellas con el paso del tiempo. Claro, esa primera impresión que un libro provoca en nosotros puede y debe alterarse cuando nos acercamos a él años más tarde. Nuestro mundo ha cambiado, nuestra realidad también, ¿cómo no iba hacerlo nuestra percepción de un libro?
Personalmente, me ocurre que a veces releo fragmentos que he subrayado o anotaciones que he hecho en libros que hace años que leí y de repente se establece un diálogo con una yo del pasado con la que a veces me sigo identificando. En otras ocasiones, sin embargo, no entiendo por qué subrayé tal frase o por qué escribí lo que escribí en el margen y eso, en cierto modo, también es una forma de diálogo. Un diálogo con la que soy ahora que intenta comprender a la que fui entonces. Y es que, como dice Vivian Gornick, “releer un libro que fue importante para mí en épocas pasadas se parece a tenderse en el diván del psicoanalista”.
A lo largo de los diez capítulos de Cuentas pendientes, Gornick selecciona varias obras para reflexionar sobre ellas bajo ese nuevo prisma que da el paso de los años. Autores como D.H Lawrence, Colette, Margarite Duras, Elizabeth Bowen, Delmore Schwartz o Natalia Ginzburg son algunos de los escogidos para volver a ellos, para hablarnos de esos matices que antes no consiguió captar o que captó de una forma distinta.
Me parecen, precisamente, muy interesantes esas sensaciones que solo Gornick sabe explicar a su manera. También las reflexiones en torno a la lectura y esos fragmentos de su vida que forman parte de la experiencia. Sin embargo, no puedo decir que Cuentas pendientes me haya emocionado demasiado. No al menos tanto como lo hicieron sus anteriores libros. Me gusta más esa mujer que busca retratarse y entenderse a través de su escritura y, en cierto modo, la he echado de menos en estas páginas.
Por supuesto, Cuentas pendientes sigue siendo un buen libro. Todo lo que escribe Gornick lo es. Cualquier amante de la literatura y de lo auténtico lo sabe y si no, solo basta asomarse a su nuevo libro para darse cuenta de la excepcionalidad de esta mujer.