Reseña del libro “Cuento de hadas”, de Stephen King
Todavía recuerdo esos días en los que terminaba todas mis tareas pendientes para volver a leer Mientras escribo y no tener que pensar en nada más. Las restricciones por la pandemia se iban relajando poquito a poco pero yo todavía era incapaz de volver a mi vida normal, así que los libros fueron mi refugio. Y Stephen King me ayudó a ello. No solo porque me entretuvo muchísimo con su autobiografía, sino porque me regaló las ganas de escribir que tantísima falta me hacían.
El caso es que recuerdo una parte en concreto de ese libro que estos días ha vuelto a mi memoria: cómo escribe él sus novelas. Decía que tenía una determinada idea, que esa idea podía quedarse en su mente durante meses o años hasta que otra, que podía venir de forma aleatoria y haber estado dormida dentro de su cabeza durante mucho tiempo, de repente se mezclaba con la idea inicial y formaban un camino perfecto para recorrer junto a un teclado de ordenador. Así que, sabiendo esto, no me ha costado en absoluto imaginarme cuáles han sido esas dos ideas que han echado chispas dentro de la cabeza de King para decidirse a escribir el libro del que vengo a hablaros hoy: un niño con traumas del pasado que conoce a un anciano que tiene un secreto oscuro y un mundo de fantasía que se va a abrir ante sus ojos y que va a contener las mismas fantasías que horrores. No pinta mal, ¿verdad?
Pues eso es, en esencia, Cuento de hadas, la nueva novela de Stephen King y de la que todo el mundo está hablando. Porque si bien sus últimas publicaciones se encasillaban en la novela negra y en el terror (bastante light, tengo que decir), no ha tenido miedo de dar el salto hacia la fantasía más pura para regalarnos una novela que recuerda a algún que otro trabajo anterior suyo y que tan feliz a hecho a un sector de sus fans.
Tengo que decir que esta es la primera vez que leo un libro de este género escrito por King y que tengo sentimientos encontrados. Verás, la historia comienza cuando el protagonista, Charlie, conoce a un anciano que vive en una casa victoriana de lo más peculiar. Charlie, que arrastra una serie de traumas que le hacen ser un personaje muy completo, todo hay que decirlo, entabla rápidamente una amistad con el hombre. Pero hay una cosa que le atrae más que esa amistad: el cobertizo que está en la parte trasera y que está cerrado a cal y canto. No es hasta que el hombre no muere (tranquilo, no es spoiler, viene en la propia sinopsis del libro), que Charlie no descubre lo que hay al otro lado: un mundo de fantasía donde hasta las cosas más grotescas son posibles.
Y aquí es donde viene mi sensación agridulce. Digamos que el primer tercio de la novela se desarrolla en la «realidad». Conocemos a Charlie y al resto de personajes, y King no tiene reparos en tomarse todo el tiempo del mundo en hacer esta introducción. Al contrario de lo que he leído por ahí, a mí no me ha parecido un inicio lento. Me ha atrapado tanto la historia de Charlie que cuando ha atravesado la puerta para ir al otro mundo me he sentido… ¿abrumada? No sé exactamente cuál es la palabra, ni tampoco de dónde viene este sentimiento, porque lo realmente interesante de este libro llega cuando Charlie cruza esa puerta, cuando conocemos las historias que King tiene preparadas para nosotros y que nos harán revivir los cuentos de toda la vida pero contados desde un punto de vista mucho más macabro y tétrico.
Y no quiero que me malinterpretes: me ha gustado muchísimo este libro, pero me sigo quedando con el King de la novela negra y del terror más puro, creo que ahí brilla una barbaridad. Sin embargo, no puedo dejar de recomendar Cuento de hadas, por su originalidad y porque demuestra, una vez más, que Stephen King es uno de los mejores autores actuales —sí, lo digo, y bien algo—, lo es por un motivo más que evidente. ¡Larga vida al rey!