Edgar Allan Poe (1809-1849) es popularmente conocido por, sobre todo, sus intrincadas elaboraciones de escenarios y tramas de estilo gótico, explorando lo macabro, lo grotesco y el humor negro hasta límites insospechados y nunca vistos hasta entonces y, probablemente, tampoco de forma posterior. Ése, junto con las incursiones en el mundo de lo inconsciente, las profundidades de la psique humana en su vertiente más siniestra e inconfesable, las pulsiones destructivas y la atracción por lo mórbido, lo pesadillesco y todo lo relacionado con la cultura de la muerte, es su gran legado a la posteridad y por ello ocupa con todo merecimiento un puesto entre los grandes de la literatura.
Sin embargo, Edgar Allan Poe es un escritor más completo de lo que lo antedicho pueda sugerir. No fue sólo ni siquiera principalmente un autor escorado hacia lo macabro y lo sensacional, sino mucho más. Entre otras cosas, fue un escritor siempre preocupado por pulir su estilo y encontrar una voz propia, navegando para ello desde el extremo preciosismo y recargamiento de sus inicios hasta un depuramiento mucho más agradable para el ojo y el oído del lector; también un alma muy sensible, receptora y emisora de hondos sentimientos profundamente románticos, con gusto por el amor platónico y juvenil que vence a la muerte o se manifiesta más allá de ella; un ironista con un sentido del humor poco entendido en su época y quizás aún menos hoy en día; un atento espectador de su época y de los círculos en que se movía de forma exhaustiva o tangencial –el mundo editorial del cual fue a la vez trabajador, cultivador y víctima; el mundo de los grandes literatos e intelectuales de su época; el mundo de las convenciones sociales; el de la política y las apariencias…– y hábil satirizador de ellos… Y -algo que no siempre se cumple en literatura ni en nada- su obra sí hace honor a su fama: nadie ha descrito de forma más embriagadora la enfermedad, la locura y la muerte, haciéndolas parecer hermosas damas; ni nadie ha liquidado con mayor finura y elegancia a tamaña cantidad de delicadas vestales de pálidos rasgos. En fin, dicho en otras palabras, tenemos ante nosotros la obra de un autor, más que un simple (que ya es mucho) escritor.
Penguin, a través de su nueva colección dedicada a recuperar a los clásicos, nos brinda la oportunidad de completar nuestro conocimiento sobre el de Baltimore gracias a esta antología de cuentos que reúne prácticamente todos los que Poe escribió, con algunas excepciones bien justificadas. Las traducciones son algunas de las mejores que se han hecho de este autor a la lengua española, y, por si eso fuera poco, se incluyen en la antología algunos cuentos inéditos en español hasta este momento. Además, la obra viene prologada por uno de los mayores estudiosos de la obra poeniana –hasta el extremo de que tan sólo la muerte lo obligó a interrumpir su labor, en la que estuvo inmerso durante décadas–, Thomas Ollive Mabbot, con claves para su mayor entendimiento y disfrute; y cada historia viene precedida también por una introducción que la contextualiza y arroja un poco más de luz interpretativa, especialmente útil en algunos casos en los que la historia en cuestión es poco conocida o su interpretación se presta a equívoco.
Por añadidura a todo lo anterior, los Cuentos completos de Poe nos permiten seguir la evolución de este autor en cuanto autor, es decir, en cuanto creador que cultiva diversos estilos, sigue -o finge seguir- determinadas corrientes estilísticas de moda en su época –superándolas en nivel de logro y aportando a la literatura piezas bellísimas en las que se adivina mucho de Poe, la persona, más allá de las morbosidades que cultivaba, tanto por inclinación personal como por –y esto también se desprende de la lectura del libro así como por el conocimiento de su biografía– su sujeción y dependencia económica a las publicaciones que decidían adquirir sus relatos. Respira en estos relatos el Edgar Allan Poe como escritor libre, capaz de imaginar, de viajar al futuro y al pasado para criticar los vicios y las veleidades de su época; de soñar dulces idilios bucólicos; de concebir mundos hermosos, sin iras ni venganzas de ultratumba; de filosofar sobre Dios, su naturaleza y sus mecanismos; en fin, de hacer literatura en estado puro, por la mera razón de la necesidad de escribir que siente un escritor de raza.
Por todo ello, Cuentos completos es un libro esencial para cualquier amante de lo poeniano y para los seguidores de la literatura clásica anglosajona.
Leire Kortabarria @leiresroom