Intentar resumir en pocas palabras los “Cuentos completos “de Grace Paley es como reducir el mundo a la medida de una mano, de esas que aprietan la realidad y escriben con su zumo; es como cortar un pedacito de universo y hallar que todo lo que existe está condensado en esos centímetros que abarca el espacio de un cuento: descubres que allí se encuentra la dureza como la del hierro, la luminosidad como la de una luciérnaga, la ferocidad como la de la sonrisa del león, la alegría como la de la mirada de un payaso, la acidez como la de la verborrea de un fanático vencido, la inteligencia como la de los ojos de una rapaz o se encuentra la insistencia como la del bombeo del corazón de un niño perdido en la gran ciudad . Creo firmemente que todo lo que está escrito en estas páginas, poderosas como el testamento de una adivina, es el resumen de la vida de una mujer como Grace Paley; en ellas están escritas todas sus ideas, sus intenciones, sus idas y venidas, también están humedecidas por las lágrimas e iluminadas por las risas -muchas risas-, y los recuerdos y las pretensiones…
Todo los cuentos son un manantial de ideas, de imágenes, de intentos de explicación del mundo. Todos ellos conforman una especie de bombardeo de ideas o de tormenta de nieve que parece ocuparlo todo; rellenando cada espacio y cada sensación que surge del texto, y que consigue que todo lo que ocurre, ocurrió o parece que ocurrirá, se complete y explique como si alguien pusiera la ultima pieza para completar una esfera y, de ese modo, conseguir ver el mundo, las historias, en todas sus dimensiones, desde todos los puntos de vista. Todo es redondo en sus relatos, hasta el más oblongo, hasta el más liso. Sí, todo es redondo hasta que, de repente, descubres que Grace a veces manipula esa esfera y de repente parece tener pinchos, o le salen rayos que salen del sol como en los dibujos de los niños, o como con pelos alborotados parecidos a los de la foto de la misma Grace en la portada. ¿ Y, por qué? Porque hasta en los temas más lisos, o en los más graves, o en los más serios, aparece el humor. Todo tipo de humor: el triste, el satírico, el ácido, el sabio o el cínico… Nada debe ser tan sagrado como para no permitir que, al menos, un ápice de sonrisa tamice la visión de las cosas y las limpie de fatalidad o de esa tristeza, de la que hay tanto, que sobra.
Todos sus cuentos son también historias de personas. Son acontecimientos que suceden a gente normal, gente que verás pasear por la esquina de tu barrio, o barrer en la puerta de una tienda: un farmacéutico, una ama de casa, un médico, un guardia, o un soldado, o un abuela con sus nietos, y… de repente surge el personaje de Fe y todas las figuras que la rodean, y es por ellos por los que el texto parece traspasar la medida del libro. E, incluso, es ella la que sostiene todo el discurso de Grace Paley, como una alter ego respondona, sabia, difícil y poco maleable. Un personaje, así como cada uno de los que la rodean, inolvidable.
Primero he leído los “Cuentos completos” y luego he revisado la biografía de Grace Paley; pero he descubierto que no hacía falta, porque la he conocido más por sus palabras que por lo que cuentan de ella en los libros. Su vida transcurre por sus relatos como plasmada en fotos, en esbozos, dibujos o esquemas del modo, del movimiento y del tiempo que le tocó vivir. Así adivino a una mujer judía para quien su pueblo es tan sagrado como para poder bromear con y sobre él; descubro a una mujer consciente de serlo, orgullosa y reivindicativa, y que pelea en el lado de los postulados feministas; este libro me revela que fue una madre e hija, insegura y poderosa a partes iguales; veo aparecer una pacifista que luchó contra muchas guerras y muchos ejércitos; encuentro en las lineas de estos textos a una mujer de ideología izquierdista, convencida y tenaz; exploro su lado femenino y sexual, libre y atenta, sincera y magnífica; y, por fin, veo su lado más inconformista, liberal, sarcástico…
Pero todos estos temas, y los otros que hay, son simples excusas para resumir cualquier existencia, para dejarla al alcance de nuestra mano, para ver que desde lo particular de sus aconteceres y viñetas se puede ver lo general, lo que ocurre en todos los lugares del mundo aunque no te llames Fe o Selena o Richard, Ruthy, o… Grace, y no vivas en Nueva York. Incluso los tres libros de los que se componen estos “Cuentos completos” son el legado que dejó como huella de tres momentos de su forma de vivir, tanto desde el punto de vista intelectual, como del personal. De modo que “ Batallas de amor” es el primero que escribió y se ve en su forma de narrar de manera diferente a los otros, pero el pulso y el impulso aparece en los temas, en las ideas, en su voz tan estruendosa como un mensaje escrito con la rudeza y profundidad de un pico en una pared; se delata en su preocupación por la vida, las personas y el futuro. En el segundo libro, “Enormes cambios en el último minuto”, aparece, en explosión, todo lo que más le importa. Cada cosa que advierte de la realidad la refleja en el texto; se siente esa sensación de impaciencia esperando que ocurra algo en su vida, en la política, en el mundo. El último libro, “Más tarde, el mismo día”, es el estallido de su capacidad de relatar, como un castillo de fuegos artificiales que se quema de una sola vez. Y llega esa percepción, otra vez, de que hay impaciencia pero esta vez, aunque parezca un contrasentido, nostálgica.
Pero ante todo Grace es una magnífica escritora; podría escribir sobre las raíces cúbicas, e, incluso así, haría un texto literario, ameno, y con sentido. Ella dispone de esa difícil sensibilidad que hace que los lapiceros con los que se escriben los textos tengan la punta afilada pero no marquen el papel, no lo aborreguen en textos con sentido adoctrinador o con sospechosa pinta de sermón… Nada más lejos de sus textos; las cosas, como dije antes, tienen muchos puntos de vista y así aparecen en el libro. La imitación o el análisis de la vida son sólo una excusa para hablar a la cara con el lector como lo haría una amiga querida y sagaz.
La importancia de su legado es tanta que, apenas alguno más que estos tres libros, le sirvieron para ser maestra de escritores y pie por el que cojean unas cuantas generaciones de lectores, entre los que debo incluirme. Porque nunca se irá de mi mente el eco de la particular y diferente voz narradora que transciende este libro, como lo hace un eco en una sima donde no se adivina el fondo.