Sales de trabajar tarde y cansada. Llegas a casa con hambre pero sin ganas de preparar la cena. Acabas con los restos que encuentras en la nevera, te pones el pijama y saltas a la cama: por fin toca leer. Hay muchos días así. Y leer al final de esos días no está garantizado. Muchas veces en los primeros cinco minutos te quedas frito. Otras veces el día ha sido más difícil y no para de torturarte con sus llamadas (“se te ha olvidado firmar este acuerdo”, “te va a tocar repetir mañana esto porque no se han enterado de nada”, “¿de verdad les has dicho que tenías el manuscrito el 15?”). Así no hay quien se concentre en un libro. Intenta leer algo con muchos personajes, o muy denso con una cabeza que aún no ha cerrado el día. Imposible. Empiezas la misma página una y otra vez.
Pues en este estado he leído yo el libro de Cuentos de Hadas de Angela Carter y no solo no me he dormido leyéndolo, sino que, desde la primera frase, ya estaba dentro. Al rato de empezarlo me he hecho con trecientas de las seiscientas cuarenta páginas que tiene. Un buen libro siempre te recompensa, pero mientras que con algunos tienes que poner de tu parte para que se abra, otros te allanan el camino. Y no porque el autor sea ligero y la temática simplona. No. También porque nuestro cerebro está muy entrenado para dejarse invadir por cierta forma de narrativa. Déjenme presentarles un poco mejor el libro antes de defender esta hipótesis.
Cuentos de Hadas, es una recopilación que ha hecho la escritora inglesa Angela Carter de cuentos de hadas protagonizados por mujeres, de todos los tiempos y lugares. Aunque este libro podría estar escrito a mano en papel sucio y sus palabras seguirían atrapándote, Impedimenta, como siempre, nos los presenta en una edición preciosa que incluye ilustraciones maravillosas de Corinna Sargood.
En realidad, hadas hadas no hay muchas; se podrían llamar también cuentos maravillosos o lo que nosotros conocemos como cuentos infantiles, aunque su público destino no lo es. Estos Cuentos de Hadas contienen todo lo que esperamos: castillos, madrastras, doncellas hermosas, brujas, príncipes y reyes de lejanos, prósperos reinos y también mucha gente normal y corriente que no tiene con qué llenar la barriga. Pero como también incluye cuentos de otros pueblos de los que conocemos poco, como los Inuit, nos encontramos con muchas sorpresas, como abuelas que se enamoran de sus nueras y que, en ausencia de sus hijos, se fabrican un pene con un hueso rodeado de piel de foca con el que sustituyen a sus hijos. Pero vengan de la cultura que vengan, son relatos herederos de una tradición narrativa humana, que compartimos en todos los lugares de la tierra. Cuentos que son raíces de la literatura, basados muchos en la transmisión oral, que nos permiten entender la naturaleza humana del momento y el ambiente que nos rodea. Angela Carter, muy interesada siempre por el cuento fantástico, recogió cuentos de distintos culturas (armenia, hindú, china, inuit, inglesa, alemana, rusa…) que estuviesen publicados y traducidos al inglés. A pesar de que muchos de ellos se mantienen vivos por objetivos nacionalistas, (tenemos que proteger nuestro folclore antes de que los vecinos nos uniformen y dejemos de ser este hermoso y diferente pueblo), a veces el mismo cuento aparece varias veces en el libro narrado con pequeñas modificaciones desde la mirada de distintos pueblos. Esta sintonía cultural que se produce con cuentos como el de Cenicienta que incluso comparte detalles como el del zapato salvador, se explica por los movimientos humanos que incluían en sus maletas la tradición oral. Los conflictos bélicos mezclaban culturas mediante la captura de enemigos, o la creación de parejas mixtas de vencedores y vencidos. La misma semilla plantada en suelos distintos.
Angela Carter confiesa en la introducción que también ella está actuando en este libro como nacionalista cuyo país es la mujer, recordando su presencia en el pasado para garantizar su posición en el futuro. Mujeres con envidias de sus hijas, mujeres que se enamoran de sus suegras, mujeres valientes, listas, egoístas, vanidosas, ingeniosas, generosas, traviesas, agresivas… no hay uniformidad, ni cultural ni genérica.
Volvamos ahora a la hipótesis inicial: la conexión con este tipo de estructura narrativa es inmediata porque nuestros cerebros están muy familiarizados con ella. Cuentos de Hadas me ha atrapado casi con la rapidez con la que lo hace la música. Un par de notas y ya no hay tareas pendientes, cerramos una puerta y transitamos a otro sitio más personal. Abrimos este libro, leemos érase una vez y ya estamos listos para que los personajes se conviertan en gansos. Nuestros cerebros conocen esos caminos, llevan siglos recorriéndolos. Estamos modelados tanto para temer a las serpientes (aunque ahora ya no tenga mucho sentido) como para entender estas narraciones. Aquellos que reaccionaban con temor al ver a una serpiente tendrían más probabilidades de sobrevivir. Los que entendían su cultura y sus relaciones sociales, también.
Yuval Noah Harari en su libro Sapiens. De animales a dioses plantea una hipótesis preciosa que va un poco más allá de esto. Nuestra especie dio un salto cualitativo gracias a nuestra capacidad de imaginar de forma conjunta. Imaginar colectivamente. Ya sea la existencia de un Dios que cuida de nuestras cosechas, la existencia del dinero, o la democracia. Volvemos a hablar de literatura ¿no?, imaginación más transmisión oral. Me gusta pensar que la literatura puede haber tenido un papel tan importante en nuestro progreso como especie. Es una propuesta original y muy interesante. El efecto de los cuentos sobre el individuo lo sabíamos ya: si entiendes el comportamiento humano sabrás mejor cómo moverte entre los tuyos y sobrevivir. Así que no solo estamos frente a un libro precioso y entretenido, además es muy útil. Por ejemplo, si tu madre es muy bella, ¡ay!, cuídate de no serlo tanto porque su envidia te puede costar la vida (siempre que la luna esté de su parte, ojo).
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