Cuentos de humor y de horror, de Saki
El humor y el horror tienen varias cosas en común. Las dos palabras empiezan por “h”, también acaban en “or” y si nos descuidamos un poco, la fina línea que los separa desaparece y convierte lo que antes era divertido en algo que no lo vuelve a ser tanto. Pero, si unimos esas dos palabras y convertimos los dos conceptos en algo creativo, aparece Cuentos de humor y de horror que, distribuyendo las pequeñas dosis de ambas ideas da lugar todo lo que pueda ser posible ya que tanto el humor – en todas sus variantes -, como el horror – definiéndolo como se entendía en los años 80 – abre sus alas por estos lares en lo que hemos terminado en llamar páginas y nos descubre una serie de relatos que empiezan de una manera, se desarrollan como si el hilo siguiera aumentando su longitud, para que poco tiempo después cambien las tornas y aquello que había parecido liviano, en realidad no lo ha sido, porque en estos juegos del gato y el ratón, o del ratón y el gato, hay algo que supone la característica fundamental de lo que nos ofrece el autor: terminar un texto pensando que todo lo que hemos leído anteriormente tiene algo de mentira, de juego mental, de contribución a la risa floja, pero también al eterno escalofrío. No interpretemos, lo repito, el horror, terror, o como queramos llamarlo, como el sentimiento que vivimos ahora. Aquí todo es más sutil, más de entrelineado y menos de página entera. Segundas lecturas, humor que escuece, relatos que rozan el surrealismo, en un alarde de genialidad que se concentra en cuatro páginas y un camino que recorrer que lo único que hace es comprometer el lector como si de un matrimonio se tratara. El “sí, quiero” al que yo añadiría sin atisbo de duda “…, pero más”.
Veinte relatos que se mueven entre el humor y el horror, donde sin brújula es muy fácil perderse y dónde, además, no tenemos muy claro si es mejor hacerlo o encontrarse.
Hay que reconocer que, si yo tuviera que hablar de Anagrama lo haría durante horas. En los últimos tiempos han conseguido editar historias, novelas, relatos, o libros de ensayo, que raramente defraudan. Al fin y al cabo, son muchos los años que van a sus espaldas. Pero es curioso como, a pesar de la mochila que llevemos llena de equipaje, en mi caso – como supongo que en el de la mayoría, pero para eso está la lectura -, no conocía a Saki y no lo hice hasta que un buen cliente – de cuyo nombre me acuerdo, pero quiere permanecer en el anonimato – me recomendó esta lectura hará ya unos dos o tres meses. Sí, son pequeños viajes que no restan mucho de nuestro caótico tiempo, pero lo más importante es esa labor de condensación que, en sólo tres páginas, puede describir a la perfección una sátira sobre el género humano que habrá que reírse de aquellos que buscan lo profundo hasta cuando no se debe hacer. Sí, lo repito, es cierto que Cuentos de humor y de horror es un libro tramposo, de esos que te explican una cosa y luego es todo lo contrario, pero he de suponer – y si no es así me corregís – que un narrador de cuentos debe saber alumbrar al lector casi diría desde la primera página o, mejor todavía, desde la primera palabra. Es todo un universo esto del relato, pero reconozcamos entonces que Saki (pseudónimo de H. H. Munro) era un orfebre que construía las mejores figuras con tan solo unas cuantas frases, consiguiendo que lo que en un principio parecía una historia simple, sin los recovecos necesarios para redactar una pequeña obra con todo el sentido del mundo, se convierta de repente en algo mucho más complejo, más, llamémoslo así, alambicado, atendiendo a los pequeños detalles que comprometen una segunda lectura para encontrar esos pequeños refugios en los que el autor se introduce de lleno.
Pretender comparar el humor o el horror de este libro de Saki con lo que nos parece a nosotros el humor y el horror actualmente resulta, cuanto menos, absurdo. Lo importante de estos veinte relatos no es otra cosa que la gran diversión que contienen y que nos lleva a olvidarnos, en un momento de oasis tras el aparatoso día lleno de obligaciones y deberes, que lo que se vive ahí fuera está lo suficientemente loco como para echarnos a temblar. Pero no un temblor de miedo, no os vayáis a pensar, sino que es de la emoción de, sin haberlo pretendido, consigamos encontrar maravillas como ésta que, aun con todo el tiempo que lleva a sus espaldas, mantiene vivo un espíritu que tiene una importancia indiscutible.
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