No le hagáis caso al título de la sobrecubierta de este libro. Bueno, solo a medias. Quedaos con eso de «Cuentos… para todo el año» y olvidaos de la «Navidad». Y no es porque yo sea una aguafiestas con espíritu navideño cero, ni porque solo dos de las veinticinco historias estén centradas en esta, la época más mágica del año. Lo digo, simplemente, porque en la tapa dura, esa que se esconde bajo la sobrecubierta, pone Cuentos, nada más. Así se llama el libro, y supongo que rebautizarlo como Cuentos de Navidad para todo el año y colarle unas guirnaldas al lado es una mera cuestión de márquetin, que no estoy segura de si le viene bien. Al menos yo no me hubiera interesado en este libro por culpa de ese título. Si me dispuse a leerlo fue porque su sinopsis me llamó la atención: «… este libro nos lleva por historias tan asombrosas como un atraco protagonizado por ladrones de tiempo, un individuo que decide hacer su vida en el cuarto de baño, un profesor universitario que pierde una palabra en una conferencia y no es capaz de encontrarla o la historia de una pareja absolutamente feliz». Descabelladas premisas en las que los elementos fantásticos o surrealistas trastocan la cotidianidad, y finales que les dan un giro de tuerca más: a veces, conmovedores; otras, cíclicos; casi siempre, irónicos.
Lo que más me ha gustado de estas pequeñas historias ha sido su capacidad sorpresiva. Tras los primeros cuentos y sus giros argumentales imprevistos, me puse en alerta, en busca del nuevo requiebro de los autores que me dejara con una sonrisa al acabar el cuento. Es cierto que en algunas ocasiones los vi venir, ya nos íbamos conociendo, pero aun así disfrute de sus planteamientos originales y de su formidable equilibrio entre fantasía y realidad.
Ni siquiera se nota que la mayoría de estos cuentos están escritos a cuatro manos, tal es la simbiosis entre padre e hijo: Tíndaro y Luis del Val. La pequeña plumilla que indica en el texto el salto de un autor a otro es la única evidencia del cambio de autoría. Si fuera yo quien dictaminara el vencedor de este particular reto literario, quedarían en tablas, ya que me es imposible decidirme por padre o hijo. Lo que tengo claro es que somos los lectores los que ganamos al disfrutar de sus mutuos desafíos para alcanzar el «más difícil todavía» literario. No dudo que ambos se lo habrán pasado en grande escribiendo estos cuentos, y eso traspasa la página.
A Tíndaro y Luis del Val les gusta jugar con las palabras, convertir la cotidianidad en sucesos extraordinarios. Crean universos paralelos, en los que la realidad permanece agazapada, rendida ante lo absurdo de los acontecimientos; pero que, cuando decide manifestarse, nos deja sin palabras. Veinticinco historias donde nada es seguro hasta la última línea. Cuentos para leer en Navidad o, mejor, todo el año. Porque no solo en diciembre deberíamos estar dispuestos a creer que todo es posible.
Muy prometedor¡¡ ene ste pais somos los magos en hacer ver como realista lo que son situaciones surrealaistas.Nos hemos camuflado perfectamente en el entorno?
Hola, Trovador:
En este libro es al revés: el surrealismo es la mejor forma de explicar la realidad.
Si te animas a leerlo, te hará pasar un buen rato.
Saludos.
Gracias Esther,
Has puesto sabiamente las palabras que queria decir pero no supe comunicar…