Roald Dahl es sobre todo un contador de historias. Historias ingeniosas, divertidas, crueles, inmorales, siniestras o hermosas, pero siempre historias impactantes con finales sorprendentes, inesperados y extraordinarios. La marca de la casa es dejar al lector con la cabeza del revés.
Encontrar una buena historia es difícil, pero tantas como las que él escribió es rarísimo. No es de extrañar que necesitara un cuaderno para recoger todo lo que producía su fábrica de ideas. Estamos frente a una persona enormemente creativa, con una cabeza que debía estar siempre bullendo mientras devoraba todo lo que pasaba a su alrededor. Atento a cualquier chispazo que se produjera en sus circuitos para apuntarlo en su cuaderno y más tarde, convertirlo en una narración. El cuento La subida al cielo procede de una macabra vuelta de tuerca a la idea de ascensor. Solo escribió esa palabra en su cuaderno y para darle forma, produjo una historia con una idea mucho más potente aún (y que no debo contar para no destripar el final).
Es una suerte empezar con Dahl cuando eres niño. Matilda, Charlie y la fábrica de chocolate, Las brujas, o Danny Campeón del mundo son mundos más variados y plurales que los que, incluso de niño, eres capaz de imaginar. Leer a Dahl cuando eres niño es un anzuelo para futuros lectores. Y cuando de adulto descubres que también escribe para este nuevo y menos ingenuo tú y vas a ver qué se cuece, te encuentras con un Roald Dahl que reconoces por imaginativo y macabro, pero que tiene un toque más gamberro e inmoral. Es verdad que cuida a los desvalidos, niños y animales particularmente, pero lo hace sin sentimentalismos. Nada de ñoñeces, mano dura con los timadores y los estafadores a los que, por astutos que sean, todo les sale mal. Mano dura también con los matrimonios torcidos, con las esposas desleales, con los maridos que gozan martirizando a sus mujeres (quizás con nimiedades, pero sistematizadas). Los rencores acumulados de años se resuelven con la venganza, las opresiones de toda una vida acaban encontrando su castigo.
Alfaguara había publicado un volumen de Cuentos Completos de Dahl. Esta nueva selección de Cuentos, de la colección Compendium de Anagrama, se publica un día después de cumplirse el centenario de su nacimiento. Contiene los relatos recogidos en Historias extraordinarias, Relatos de lo inesperado, El gran cambiazo y Dos fábulas. Niños que son acosados por abusones, mujeres soportando a maridos crueles, maridos engañados, utilizados y acobardados por sus mujeres, amantes que no soportan el rechazo, tramposos que pagan con su vida, ladrones oportunos, paranoias sobre traumas de la infancia, sexo con mujeres poco recomendables, padres que se defienden de sus hijas, niños que adoran los animales o incluso que se convierten en ellos. Este libro de Cuentos tiene mucho de lo mejor de Dahl. Dos fábulas, con sus inquietantes ilustraciones, es la primera vez que cae en mis manos. El resto los había leído hace tiempo y al releerlos ahora, me he dado cuenta de que me acordaba de todos los finales, pero de muchos había olvidado la puesta en escena. Y me ha sorprendido que el desarrollo fuera tan bueno: la tensión que se siente con los retrasos del malvado marido de La subida al cielo, el humor negro de La patrona (¡qué maravilla!), o la descripción del labio de abajo y sus implicaciones según las formas de El gran cambiazo.
Roald Dahl domina la narración y te sitúa en la acción ágilmente, usa los recursos apropiados para que el aterrizaje sea rápido y una vez allí, cierra el relato con una bomba que él sabe que va a seguir escuchándose en tu cabeza mucho tiempo. Un cuentacuentos alrededor de una hoguera en una noche de acampada, un publicista, un guionista. Este es uno de los motivos por el que sus obras se han utilizado muchas veces en el cine. En principio sería un cine basado en el guion, en el que el lenguaje está al servicio de la historia, mucho más Billy Wilder que Malick. Pero, sin embargo, sobre todo es Hitchcock, uno de los maestros en el uso del lenguaje cinematográfico. Hitchcock y Dahl comparten la importancia que le dan al poder de una buena historia, y además gastan el mismo humor (“-No voy a retirar mi oferta, amigo mío. Lo que pasa es que usted no tiene una hija para sustituir a la mía, en caso de que pierda, y aunque la tuviera, yo no me casaría con ella. -Me alegro de oírte decir eso, querido- intervino su esposa.” Gastrónomos). Pero no es solo por sus eficaces historias por lo que Dahl es muy cinematográfico, es también porque muchos de sus cuentos describen escenas muy visuales, párrafos que con trazos precisos dibujan imágenes muy poderosas (el gato y las llamas en Edward el conquistador, Lady Turton encajada en la escultura de Henry Moore, Mary fumándole al cerebro de su marido William, en William y Mary).
Un contador de historias gigante con sentido del humor. Y un aventurero culto, interesado por la ciencia, el arte y la música. Me lo imagino siempre activo, con hambre de novedades, eternamente estimulado, exprimiendo cada experiencia que vivía y luego encerrándose en su despacho para dar forma a lo mucho que pasaba por su cabeza. No siempre combinan bien esas ganas de vivir con la escritura. Tuvimos suerte de que entre toda esa vida también le apeteciese escribir.